WILCO
COUSIN
Nota: 7,5
Comentario crítico:
No es que a Jeff Tweedy y a los suyos les haya faltado inspiración alguna vez, pero, siendo sinceros, Wilco llevaba tiempo sin encontrarse-a-sí-mismo. O, al menos sin ser esa banda rompedora que los llevó a triunfar con su country alternativo (si es que es posible clasificarlos en un género). Bien es verdad que se atisbó una chispa de beldad con Ode to joy, pero más allá de eso, hay que echar, y mucho, la vista atrás para encontrar un álbum suyo realmente memorable. Pues bien, para fortuna de los amantes de la banda de Chicago, Wilco brinda, al fin, un disco a la altura de lo que se esperaba.
Diez canciones, cinco para ambas caras, de las que, curiosamente, solo la que da título al álbum parece flojear. De todos modos, probablemente, en futuras escuchas, la pueda encontrar genial, algo que me sucede en más de una ocasión con ellos. Y es que, aunque a simple vista no dé la impresión, la música de Wilco requiere de más de una escucha, de un esfuerzo por parte del oyente para tratar de asimilar todas las capas, los sonidos, los instrumentos, los arreglos. Solo así se les puede comprender en su totalidad. Para tal porcentaje de éxito, pericia y sobriedad, habría que remontarse al Sky blue sky (2009).
Por lo visto, la banda optó por grabarlo por pistas y no en directo. Un proceso más costoso pero que, si se sabe trabajar en el estudio, da mejores resultados. Esto permite a la banda experimentar más, característica notoria durante todo el disco.
En primer lugar, suena “Infinite surprise”, una canción ambiciosa, que se desarrolla con sutileza. Abundan los sonidos sintéticos en contraposición con los arreglos de guitarra de Nels Cline, ese señor que nos emocionó con su solo en “Impossible Germany”, pero que aquí se encuentra en un segundo plano. Pero lo que destaca es el uso de los vientos, impulsado por el productor designado para la ocasión, Le Bon, que también se suma a los teclados y segundas voces. Para la segunda canción, “Ten dead”, la voz casi indolente de Tweedy denuncia los asesinatos en masa ocurridos en los Estados Unidos, de nuevo, con sonidos de bajo volumen, de escasa intensidad. Pasamos ahora a “Levee”, una de las canciones más sólidas del álbum. A momentos recuerda a George Harrison o Lou Reed, al igual que “Evicted”, el corte siguiente. Sin embargo, esa producción a capas, esa estructura tan bien pensada, le aporta mucha frescura. La siguiente, mencionada en la frase anterior, tal vez sea el tema más cálido de Cousin, agradable de escuchar, con una letra que parece eludir aspectos de la historia, como en tantas otras del vocalista. Para la siguiente canción, en la guitarra ya se aplican efectos más distorsionados, alternando, aun así, con sonidos limpios, dotando a esta “Sunlight ends” de una atmósfera ácida.
Pasando a la otra mitad del disco, “A bowl and a pudding” retoma esa tranquilidad y sutileza, con un arpegio que le da un absoluto dinamismo a la canción. Llegamos así, a la canción homónima del lp, “Cousin”, que, con su letra, ofrece cierto cinismo vital, nada nuevo bajo el sol. Para el octavo corte, “Pittsburgh”, la banda juega con las dinámicas y los ambientes de un modo magistral. Es de admirar cómo se va fundiendo y sucediendo todo; los coros, la guitarra, los sintetizadores, la voz…
“Soldier child”, penúltima canción, se va por derroteros más folk y pop, pero no por ello supone una escucha desdeñable. La letra, agridulce como la música, dice algo así, para que se hagan una idea: “es bueno verte de nuevo, casi había olvidado cómo es sentir el dolor”. Parece, hasta por el solo, que todo sea obra de Tweedy, en detrimento de Cline. De todas maneras, quienes lo hayan visto en directo o en vídeos, sabrán que no es extraño que se alternen las partes solistas entre ellos. Para finalizar, “Meant to be” clausura el disco con pausa, cerrando el ciclo que empezó “Infinite surprise”. Hay cabida para el alboroto eléctrico, pero prima esa dupla ya mentada que tan bien va tejiendo el tono de homilía que impregna el tema número diez.
En resumidas cuentas, que nadie se espere otro Yankee hotel foxtrot, sino un disco atmosférico, para escuchar sin prisas, y que, sin duda, devolverá el entusiasmo a los seguidores más escépticos de la banda de Illinois.