El Demonio Bajo La Piel

 

Título Original The Killer Inside Me

Año 2010

Duración 108 min.

País EEUU

Director Michael Winterbottom

Guión Michael Winterbottom, Robert D. Weinbach

Música Melissa Parmenter

Fotografía Marcel Zyskind

Reparto Cassey Affleck, Kate Hudson, Jessica Alba, Ned Beaty, Bill Pullman

Productora Cyclone Productions / Muse Productions

Valoración 4.0

 

 

 

 

A priori, durante la edición del año pasado de la Berlinale, había fundadas esperanzas de que una película pudiera deparar, tanto al público como a la crítica especializada, una atractiva sorpresa en las postrimerías del certamen. Y ocurría además al auspicio de un cineasta que el sexagenario  festival germano había agasajado con anterioridad. El incatalogable, dinámico, alborotador Michael Witerbottom, en el año 2003, se alzó con el Oso de Oro gracias a la espeluznante In This World. El pasado febrero volvía a competir en la sección oficial con El Demonio Bajo La Piel.

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Sin embargo, las expectativas debieron quedarse frigorificadas en las aceras lindantes a la sala en donde se proyectó. El siempre movedizo realizador británico lo que realmente logró fue enfadar a la platea con una fastidiosa lección de cine masacrantemente desafortunado. Tras su irregular, aunque inquietante Génova, el autor de Wonderland, ha decidido embarcarse en la facturación de un film que se adhiere a uno de los pocos géneros que él no todavía no ha cultivado.

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El Demonio Bajo La piel, basado en una novela de Jim Thompson, supone su primera incursión en el más cenagoso y fatal de todos los géneros: el cine negro. Década de los cincuenta. El film nos presenta a Lou Ford, un joven policía que desarrolla su labor dentro de los márgenes desérticos y luminosos  de una pequeña población sureña norteamericana. Los primeros compases de la película nos advierten sobre la cordialidad, sobre el trato afable que dispensa a todos los vecinos del pueblo. Las palabras de su propia voz en off abundan sobre la serenidad, el sosiego imperante en un entorno definitoriamente poco poblado,  en el que todos sus habitantes  se conocen entre sí.

Sin embargo, la súbita incorporación de una directísima, brutal –excesiva- escena de violencia nos alerta de que tal calma bonhomía dista mucho de ser verdadera. El joven madero esconde inmisericorde, diabólica trampa. Ford es un colérico psicópata. Un avieso lobo, maquinador y feroz, latiendo perversiones agazapado bajo piel de lindo cordero. El entramado argumental del film girará en torno a los modos y formas, mediante los que esta bestia intenta salvaguardar su malévola existencia. Una compleja historia de chantajes con consecuencias no previstas irá tejiendo el sustrato narrativo.

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El espectador asistirá a la demoledora radiografía cerebral de la muy irascible criatura. Las zarpadas de la bestia van revelando, como no podía ser de otra forma, tratándose de la incorregible voluntad heterodoxa del creador de Camino a Guántanamo, una perturbante, , moderna apropiación de un género, que, quizás, por un exceso de autocomplacencia no bien graduada, acaba por venirle grande a su inquietud. Winterbottom yerra allí en donde los mejores atinan con la precisión categórica de su saber hacer.

 

El Demonio Bajo La Piel  no cumple finalmente con las poderosas expectativas que su propia pertinencia realizativa genera. Winterbottom aplica su demostrada capacidad narrativa a la deriva enfermiza que el encadenado argumental revela cuando su protagonista incide en la extrema crueldad que lo sanciona. El film, durante buena parte de su metraje, supura estilo, garra y ardiente insanía. Sin embargo, en su último tercio se enroca en una flagrante auto desacreditación, causada por un descontrol que demuele la verosimilitud de los hechos expuestos.

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Da la impresión de que la cegada contemplación del frenesí asesino exhibido por Ford fuerza un malogrado desapego de la trama. La película se empeña en un acorralamiento final sobre el protagonista demasiado inmoderado en su concreción. Winterbottomno sabe prescindir de una ira que ya ha extenuado su vehemencia. El personaje (interpretado magníficamente –todo hay que decirlo- por CasseyAffleck) deviene en estrepitoso, arbitrario, rabiado guiñol de su propia inercia.

Cierta confusión o desacierto en la explicación de algunos acaecimientos contribuyen a un desbarajuste que, indescriptiblemente, estalla con toda ridícula impertinencia en una escena final digna de la papelera de rejilla más próxima a la mesa de trabajo del guionista. Una verdadera lástima. El crédito de Winterbottom no hacía esperable semejante improperio escénico. Al autor de JUDE le quedan aún varios directos a la mandíbula para ser el Fritz Lang, el John Houston o el Robert Aldrich que ansía emular. Hay empeños que no se solucionan a base de  capricho. No obstante, el británico sigue mereciendo que le sigamos los pasos. Que ésta no sea redonda, no le resta ápice al interés que siempre despiertan sus producciones.

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