Sin Limites Portada

 

 

 

Título Original Limitless (Dark Fields)

Año 2011

Duración 105 min.

País USA

Director Neil Burger

Guión Leslie Dixon

Música Nico Muhly

Fotografía Jo Willems

Reparto Bradley Cooper, Abbie Cornish, Robert De Niro, Anna Friel, Andrew Howard, Johnny Whitworth, Robert John Burke

Productora Rogue / Relativity Media

Valoración 7

 

Hace cuatro años, sorprendió muy gratamente el estreno de una película titulada El Ilusionista. Se trataba de una obra notable, que narraba en clave de aventura romántico-intrigante las subyugantes andanzas de un prodigioso mago, empeñado en la ejecución de un número jamás visto, mediante el que poder recuperar a su amada. La película estaba saldada con una factura impecable, que ponía de manifiesto las más que dignas dotes narrativas de Neil Burger, su desconocido y debutante realizador. El Ilusionista obtuvo rápidamente un merecido éxito de crítica y público, pues acabada evidenciándose como una estupenda propuesta en la que quedaban aunadas sin flagrante descompensación una clara vocación comercial y una no menos evidente –y loable- intentona de no caer en la estruendosa parafernalia de la nada por la que transita el cine norteamericano concebido para uso y consumo masificado. El film rezumaba elegancia, mimo escénico y subyugante intensidad implicativa. Sin Limítes, la obra que ahora pasamos a comentar, es su nueva propuesta.

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Sin Limítes nos propone una atractiva incursión en el terreno de una tesitura argumental de corte realista en la que, de súbito, se inmiscuye un ardid fantástico, propio de la ciencia ficción. El film, su misma voz en off así lo indica, nos presenta a Eddie Zorra, un hombre que, ante el inminente asalto de unos asesinos a su elegantísimo apartamento, está a punto de saltar desde la azotea de un rascacielos neoyorkino. La peripecia central que le va a ser narrada al espectador dará cuenta de los extraños motivos que lo han llevado a tomar semejante decisión. La voz narradora, a continuación, mediante un revelador flash-back, nos traslada unos meses atrás y contemplamos al protagonista inmerso en una degradante parálisis existencial. Eddie es un escritor enfrentado a la ausencia de musas: no logra ni empezar el primer párrafo de su novela. Un conocido le recetará, de pronto, unas extrañas pastillas transparentes que le cambiarán la vida rápidamente. Eddie se transformará en el reverso exitoso de su penuria. Las cosas le irán a muchísimo mejor, pero también a que ciertos peligros le lleven, quizás, a arrepentirse de la asombrosa adicción.

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Dado lo estimulante del punto de partida, lo primero que cabe decir es que Burger demuestra saber adaptarse a la inercia transformativa, alucinada y vibrante que le exige la rápida concatenación de hechos expuestos. Sin Limítes está ejecutada con nitidez, con tensión y con soltura. El perfil que va emergiendo de su personaje central es más que jugoso. Su omnipresencia hace que el marcado cariz subjetivo que gobierna todo el relato imponga un acercamiento no distanciado de los hechos. El film se adhiere a la agudeza del nuevo instinto sagaz que se apodera de aquel, de ahí que nunca resulte gratuita ninguna de sus reacciones: todas ellas están perfectamente justificadas, pues van encaminadas a ir revelando las causas que lo han abocado a la decisión suicidante del principio. Lo radical de la propuesta hilvanada en Sin Limítes hay que adscribirlo a lo verosímil que resulta el protagonista, una vez éste es consciente de la supremacía mental que disfruta gracias a la sustancia que se toma.

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De hecho, resulta bastante corrosivo el seguimiento a su escalada social dentro de un universo financiero que no casa en absoluto con la imagen de escritor fracasado del principio. Burger acierta al potenciar esa soterrada lectura subversiva. Sin Limítes, en su tramo central, funciona perfectamente como fábula contemporánea de esa idea tan propia del mas-media contemporáneo que es el pleno triunfo social, concebido éste como éxito exhibicionista maquinado dentro del mundo de la alta empresa. Las píldoras milagrosas le hacen superar al protagonista el apetito por un éxito editorial y vehicularlo hacia la especulación y el negociado que tramitan las grandes multinacionales. Burger muestra una observación bien afilada para con la sorprendente transformación ejecutiva de su personaje central.

Sólo unas aparatosas, incómodas y, en exceso subrayadoras soluciones visuales que pretender ahondar en la naturaleza perversamente alucinógena emprendida por el relato, evitan que estemos hablando de una obra más importante. Burger, en el tercio central del film, cede a la tentación de una puesta en escena obstinada en evidenciar la naturaleza abducida del renacido protagonista. Sobran determinados efectos especiales, obcecados en visualizar la catarsis quimérica en la que se zambulle la mente de Eddie cuando éste engulle la sobrenatural farmacopea. Hay momentos en los que da la impresión de que a Burger le ha quitado el sitio el peor de los Danny Boyle posibles, esto es, el vacuo tramposo, capaz de fullerías tan embusteras como Slumgog Millionarie. La sólida aportación actoral de Bradley Cooper se basta por sí sola para expresar la complacencia encantada que estimula su comportamiento. El protagonista de Resacón en Las Vegas aporta una sana ironía, mediante un trabajo falsamente contenido. No obstante, males menores y tolerables para un ejercicio lúcidamente ameno, intenso, y bien amarrado.

Sin Limítes no alcanza el encanto cinematográfico de El Ilusionista, pero tampoco defrauda, pues, desde el primero de sus planos, se advierte que quien la conduce se esfuerza noblemente por no caer en la vulgaridad precocinada de otras grandes producciones. Le seguiremos esperando muchas como ésta.

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