No Mires Atras Portada

 

Título original La ragazza del lago

Año 2007

Duración 95 min.

País Italia

Director Andrea Molaioli

Guión Sandro Petraglia, Ludovica Rampoldi (Novela: Karin Fossum)

Música Teho Teardo

Fotografía Ramiro Civita

Reparto Toni Servillo, Denis Fasolo, Nello Mascia, Fausto Maria Sciarappa, Marco Baliani, Giulia Michelini, Franco Ravera.

Productora Indigo Film / Medusa Film

Valoración 8

 

El obstáculo de unas distribuidoras cinematográficas completamente plegadas a los intereses comerciales de las grandes productoras impide, muchas veces, la debida fluidez en la llegada a nuestras pantallas de determinadas producciones. Modestas producciones internacionales, por ejemplo, que han cosechado una abundante consideración crítica durante su andadura en determinados festivales, o en los medios especializados de su país de origen  no logran hacerse hueco entre la cochambre de cine de musculitos acelerados a más de 110 Km/h, de romanticolelos golosina, de megahéroes volantineros y de graciositos con la gracia en estado de pena, penita, pena que colapsan las salas comerciales. Así está la cosa y así nos la tenemos que consentir.

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Afortunadamente, de vez en cuando, sí se abren paso y, aunque con escasísima promoción publicitaria, alguna de estas pequeñas fortalezas fílmicas. Podemos disfrutar, ahora, de No Mires Atrás, la ”ópera prima” del italiano Andrea Molaiolli, casi cuatro años más tarde de la fecha en la que tuvo lugar  su ovacionado estreno en el Festival de Cine de Venecia. Habremos de conformarnos con aquello de que no hay dicha con retraso, si la dicha es dicha. Y, en este caso, créanme que lo es. Y mucho.

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No Mires Atrás fragua su sencilla osadía en la confección de un misterio. En un pequeño pueblo italiano, cercano a Udine, aparece el cuerpo desnudo de una joven muerta a la orilla de un lago. El film narra las pesquisas que el veterano comisario Sanzio deberá emprender para esclarecer la identidad del asesino. Pese a su apariencia de obra claramente adscrita al género policiaco, No Mires Atrás, sin hacer mediar jamás ni la más mínima estridencia deconstructora, muy pronto comienza a evidenciar su desmarque de tan codificado referente. Es, sí, una película con cadáver, con investigación, con presuntos culpables, con pruebas aparecidas por sorpresa y con vaivenes en su resolución. Mas la prudencia con la que está narrada y la intencionalidad que la genera le permiten renegar de su previsible objetivo indagador, para ir componiendo una equilibrada y precisa  mesura dramática con enigma al fondo

La soberbia secuencia de apertura se encarga de apercibirnos de que la ceremonia a la que vamos a asistir está muy lejos de ser es la típica. El film lo abre el paseo de una niña que sale de casa de su tía hacia su colegio. La niña saluda a los pocos vecinos con los que se encuentra. Tras cruzarse con una joven que sale de su hogar, la cámara, de súbito, se desentiende de la primera y nos introduce al interior del hogar de la que acaba de abandonarlo. Concretamente al dormitorio en el que se hallan otros dos jóvenes. Él está despierto y acude a la cama en la que ella parece encontrarse aún muy a gusto. Él la besa. A continuación, un plano fijo de exterior nos muestra de nuevo a la figura de la niña andando por un camino exterior al casco urbano. Sin que la cámara se mueva, desde el fuera de campo, se introduce en el plano una camioneta que se para a la altura de la niña. Entre la camioneta y la posición de la cámara hay un cierto espacio. El suficiente para que el espectador no pueda escuchar la conversación que la niña mantiene con el conductor. La cámara, entonces, comienza a acercarse lentamente. La aproximación concluye cuando podemos oír las últimas palabras de la niña antes de subir a la camioneta.

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A partir de aquí vemos que el conductor del coche es un hombre que manifiesta un cierto retraso mental. Que la niña va al cuarto de baño de la granja a la que ha sido conducida bajo la mirada de éste. Que la familia de aquella se apercibe de la desaparición; que un veterano comisario de Udine es llamado a investigar los hechos. Que todo se soluciona, cuando la niña aparece viva y sin ningún tipo de daño. Y que, inesperadamente, el policía no podrá abandonar el pueblo, porque un funesto acontecimiento se lo impedirá. La niña le cuenta a su madre que, junto con el hombre que la había retenido, durante un paseo por las montañas hasta un lago, los dos han descubierto el cuerpo desnudo y sin vida de una joven: la joven a la que hemos visto anteriormente en la cama junto a su novio. El cambio de ubicación propuesto por el realizador, mientras asistíamos al paseo matutino de la niña no había sido gratuito. Molaiolli deja a las claras que lo esperable no va a ser buen compañero de retina para quien se apreste a ser seducido por la vidriosa serenidad con la que está hecha fluir su película.

El joven realizador prestará  mucha más atención a los elementos aledaños al homicidio que a este mismo. Ésta osada operación deslizante de las expectativas que ha sido detallada en los párrafos anteriores va a ser inflingida sobre la andadura del personaje central de la función. De resultas, fundamentalmente, lo que se nos ofrece es la especialísima visión del comisario Sanzio, desde el momento en el que se sabe designado para situarse al frente de la investigación: su áspera e incisiva incursión en un ámbito geográfico que desconoce y que deberá merodear con la agudeza de su impenetrable brillantez. No Mires Atrás está administrada con el incierto sosiego que éste impone.

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Molaiolli saca partido máximo a la rigurosa mirada que imputa el inspector. Es más, se adhiere a ella tratando de asimilarla a su trabajo detrás de la cámara. Lo consigue, pues le aplica a su complejo retrato ese quiebro argumental impensable, que ha sido escenificado en la primera secuencia. Un arriesgado meandro del guión incidirá en la vida de ese hombre sabio, una vez éste, emplazado en su núcleo familiar, se ha desprovisto del traje de investigar. El investigador deviene en sujeto investigado. El presunto artefacto genérico del film policiaco da paso a una sugerente mixtura melodramática. La aparente frialdad del buen comisario es escrutada con la misma diligencia que el demuestra en su oficio.

No Mires Atrás administra con pulcra naturalidad el cúmulo de los certeros elementos constitutivos de su extraña trama: una soberbia escena de apertura que sabe deslizar un sutil miedo ambiental, el misterio sobre la posición de un cadáver en calma, la soledad pueblerina y paseante que definen las calles, los detalles de la abrumada cotidianeidad del inspector, la ausencia de crueldad, y la leyenda de una serpiente encantada en el lago. Molaiolli muestra una envolvente pericia narrativa y descriptora. Y el gran Paolo Servillo nos regala una de esas interpretaciones eminentes que, sin aparentarlo, se te clavan en la retina con templanza de alfiler. Ni miren atrás, ni se la pierdan.

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