Si Quiero Silbar Silbo Cartel

Título Eu cand vreau sa fluier, fluier (If I Want To Whistle, I Whistle)

Año 2010

Duración 94 min.

País Rumanía

Director Florin Serban

Guión Catalin Mitulescu, Florin Serban (Obra: Andreea Valean)

Música 

Fotografía Marius Panduru

Reparto  George Pistereanu, Ada Condeescu, Mihai Constantin, Clara Voda

Productora Coproducción Rumanía-Suecia;

Valoración 7

Notabilísimo debut el del rumano Florian Serban.  SI QUIERO SILBAR, SILBO, con todo merecimiento, se alzó hace dos años con uno de los premios más importantes que otorga la Berlinale. El film se hizo con el Gran Premio del Jurado y también con el preciado Premio Alfred Bauer al trabajo más innovador.

La película evidencia,  con nitidez, la posesión de una descarnada visión cinematográfica. El joven realizador impone una mirada directa, cruda e inmediata, en la que es más que ostensible la ausencia de cualquier tipo de retórica o artificio formal. El film es una muestra más que estimable de ese realismo denso e inclemente al que nos tiene acostumbrado todo el nuevo cine que nos llega proveniente de la Europa Oriental.

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Quedan muy lejanos ya los tiempos de las jóvenes escuelas polaca, checa o húngara de los años sesenta y setenta. Excelencias como las de Christian  Mungiu  en la perfecta CUATRO MESES, TRES SEMANAS Y DOS DÍAS, constatan la abolición de esa tendencia alegórica, ensayística y rabiosamente autoral –amparada en la Nouvelle Vague francesa- que caracterizó la obra de cineastas como Wajda, Tarr, Zanussi o el primer Forman.

SI QUIERO SILBAR, SILBO nos acerca con áspera cercanía al paraje poco confortable de un centro penitenciario rumano para delincuentes jóvenes. Serban incide en el seguimiento de uno de ellos, Silviu, un chaval de unos dieciséis años, a quien le faltan apenas unos días para volver a salir a la calle.

El joven recibe muy contento la visita de su hermano menor. Sin embargo la previsible alegría se torna contrariedad. El pequeño le advierte de que  la madre de ambos tiene intención de llevárselo a Italia con ella. Silviu no desea que esto ocurra: ella lo abandonó a él, tras iniciar una relación amorosa con un hombre que no es su padre. Silviu se ha encargado desde entonces de la educación del menor. Detesta a su madre por esa incomprensible desidia. Siente como una usurpación lsu intencionalidad.

El film describe con esmero, tensión y credibilidad el estado de nerviosismo que se adueña del protagonista. Serban se adhiere a las inciertas andanzas del joven.  SI QUIERO SILBAR, SILBO deviene  un ajustado retrato del desquicio de un ser apremiado por hacer valer su voluntad  sobre un acaecimiento que, dada su calidad de preso, no puede reconducir.

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Silviu deberá hacer frente a una encrucijada,  que le sobreviene en forma de artefacto explosivo emocional de primer orden. Serban se apresura  a intentar transmitir la zozobra de esa amenaza; de ahí la acorralada omnipresencia del joven en todas las escenas del film. Su esencia es esa desazón,  y las fisuras que se irán manifestando en su inmadura templanza.

Destacable es también el logro por parte del director de no someter a la narración por los imperativos genéricos propios de un relato carcelario. La precisión en la tragedia personal que acucia a Silviu logra trascender el corsé de un sometimiento acomodado al lugar común.

La tesitura del joven imprime una candente intensidad subjetiva –recalcada por luminosa, tórrida, adecuada fotografía-, pero también dirime un elemento angustiosamente dramático: sabedores de que Silviu no debe cometer ningún paso en falso para no fastidiar su salida, algunos internos deciden aprovecharse de esta imperativa flaqueza.

Esta incertidumbre genera una angustia que está muy bien capturada por el realizador. Mucho más allá de algunos riesgos narrativos que desequilibran el film en su último tercio, SI QUIERO SILBAR, SILBO es una notable muestra de cine hecho sudor, inquietud y desesperación. El personaje queda enmarcado en calidad de ratón cazado en jaula. Esa tesitura rabiosa y determinante le da todo su sentido.

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La utilización de actores no profesionales dota a las imágenes de una verosimilitud nada desdeñable. A destacar la magnífica prestación de George Pistereanu, el actor que incorpora a Silviu. Pistereanu sostiene con una naturalidad y un comedimiento asombrosamente veristas la urgencia trágica que va acorralando el devenir de su agobiado personaje.

En resumidas cuentas, un film menor, efectivo y verdadero. De esos ejercicios modestos por los que se cuela una verdad cinematográfica que a otros les cuesta un presupuesto millonario no alcanzar nunca.

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