Brave Indomable Cartel

Título: Brave (The Bear and the Bow)

Año 2012

Duración 100 min.

País USA

Director Mark Andrews, Steve Purcell, Brenda Chapman

Guión Mark Andrews, Steve Purcell, Brenda Chapman, Irene Mecchi (Historia: Brenda Chapman)

Música  Patrick Doyle

Fotografía Animación

Reparto Animación

Productora Pixar Animation Studios / Walt Disney Pictures

Valoración 8.2

Se está cometiendo una miserable tropelía con la última producción de la factoría Pixar. Bajo el más que dudoso amparo de haberse abandonado a una presunta “disneyzación”, se está minusvalorando los más que notables logros de una propuesta que, de lejos, va a consagrarse como la más deliciosa y sabia de este mortificante estío de truños e insignificancias cinematográficas. Además, tildar de emulación a Disney, atendiendo a la maquinaria que ha posibilitado hitos tales como BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS, FANTASÍA, LA BELLA Y LA BESTIA, EL JOROBADO DE NOTRE DAME, ALADIN o LA SIRENITA dista mucho de ser un cometido vergonzante. Si hay algún equipo artístico al que se le debiera tolerar o exigir una evocación a esa productora, sin duda alguna, ese es el de Pixar.

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BRAVE, por fortuna, incide, sazona su estimulante gracejo en la impagable, acreditada sabiduría de la maquinaria que la ha creado, volviendo, en justicia,  a elevar el listón que momentáneamente CARS 2 había osado rebajar. Casi con toda seguridad,  podemos afirmar que muy pocas veces, dentro de la historia del cine, se ha dado la gozosa circunstancia de que  una misma productora ensamblara, una tras otra, durante cuatro años seguidos, una cadena de obras maestras como lo hizo Pixar con RATATOUILLE (2007), WALL-E (2008), UP (2009) y TOY STORY 3 (2011).

Claro está, mucho fanático aguardador con presta guillotina estaba esperando el más mínimo desliz para comenzar a cuestionar a la expeditiva el inatacable reinado de esta productora dentro del cine de animación. La decepción de CARS 2 sirvió de excusa para que se afilara el metal de la máquina de cortar testas. De ahí que se estuviese aguardando BRAVE con una inusual tensión… ¿Sería la productora capaz, con ella, de reconducirse hacia las elevaciones precedentes? ¿Sería una muestra que confirmaría el irremediable declive de la estrella?.

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Bien, como cabía esperar –mantener el soberbio nivel es prácticamente imposible- BRAVE no es una obra que descuelle al nivel inigualable de las cuatro mentadas dos párrafos arriba. Eso sí, decir de ella, por esto, que es una película floja no es propio más que de exagerados con preconcebidas ganas de debacle. Se puede ser no tan buena como TOY STORY 3 y, al mismo tiempo, ser  modélica y gratificante. Esto es lo que le ocurre a BRAVE: la limpia, concentrada y fértil modestia que la recorre de principio a fin, en tiempos de tanta banalidad, ruido y vulgar retorcimiento, no puede ser más que recibida con cariñoso aplauso.

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El film  nos presenta a un arrollador personaje central: la pelirroja y temperamental princesa Mérida. Hija del rey Fergus y de la reina Elinor, Mérida, desde la primera escena del film, va a manifestar una inusual batalla educativa con su madre. La princesa se rebela a cumplir con el canon de comportamiento que se le supone a una heredera de su rango. Madre e hija son una continuada e irresoluble fuente de disputas, desavenencias y discusiones. La reina las intentará zanjar de la peor manera para la joven, convocando a los líderes de los territorios aliados a que participen en un torneo que deberá dilucidar quien de los tres candidatos será el futuro esposo de Mérida. Sin embargo, ésta no se mostrará dispuesta a acatar ese veredicto y tramará un plan que, posteriormente, ocasionará a su familia un inesperado y peligrosísimo trastorno.

BRAVE forja su abundante amenidad en varios y trabajados aspectos: en lo adulto, preciso y bien desarrollado que está inscrito el educacional conflicto central, en la frescura con la que están perfilados todos los disfrutables personajes secundarios (los traviesos hermanos pequeños, la original bruja tallista, los tronchantes tres señores de la guerra y sus -más cómicos aún- tres hijos), en el aprovechamiento máximo de algunos aspectos del guión como la mutante evolución del dilema materno/filial, como la historia antigua relatada a Mérida por Elinor o las distintas apariciones del temible oso y, como no, en la impresionante precisión técnica con la que está facturada: las tierras escocesas lucen pictográficamente con una pulcritud y un cromatismo simplemente de auténtico hechizo.

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El film, como siempre en Pixar, es un ejercicio de cine trufado de multitud de detalles escénicos (ese arco en la mesa, los gestos de la madre, el bordado de la reina, la pata de palo de Fergus, la enseñanza de Mérida al inesperado “oso”, etc.), que tiene como secreta misión abundar en la doble lectura; esto es, increpar, hacer un guiño a una lectura adulta, imposible de ser comprendida por el público infantil, en la que es importantísima una acumulación sapientísima y bien documentada de referentes clásicos cinematográficos. BRAVE susurra esa ligera, vibrante, mezcla de comedia y aventura, propia de los grandes hitos del género de aventuras clásico.

Valga destacar un hipnótico detalle: sólo por contemplar una pincelada visual, excepcionalmente esculpida en la pantalla desde el primer instante del film, BRAVE merece ser vista; nos referimos a la melena de Mérida, esa melena tupidamente rizada, larga y pelirroja, que la sanciona como espíritu libre, desenfadado, poco proclive a ataduras. Resulta imposible no evocar la figura de esa pelirroja excepcional que fue la gran Maureen O¨Hara, actriz que, como pocas, resolvió en pantalla grande este tipo de féminas desenvueltas, testarudas y decididas.

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Bien es cierto que, por ejemplo, en el apartado musical, la película es decepcionante, que hay algunos aspectos –muy pocos- algo mejorables (el abuso de los faunos del bosque, la entrada en el castillo de Mérida y su madre en la parte final), pero frente a estas carencias BRAVE regala algunas secuencias simplemente magistrales: el arranque, la llegada de los tres clanes, la escapada de Mérida a los peñascos, la visita a la hechicera, y, fundamentalmente, el torneo de arcos.

Además de ese afán por perfilar todos los detalles de guión (valga citar el personaje del oso y las sorpresas que irán desvelando sus magníficas irrupciones), la Pixar se está convirtiendo en el único garante válido de la comedia tradicional norteamericana, esa comedia elegante, afilada, virtuosa en la descripción de caracteres, que, en BRAVE, viene representada todo el paisanaje de personajes secundarios. En este sentido, uno no puede más que rendirse ante la exhibición de los tres clanes aliados: las interrelaciones entre ellos y Fergus, por ejemplo, representan a la perfección ese tipo de humor sano, nada exagerado, bien trabado, que es tan caro de saborear en estos tiempos en que la palabra comedia es muchos otras cosas peores.

Nada moralista, sensible, llena de contenido y chispeante hasta la carcajada, BRAVE resulta una gratísima experiencia, que no desmerece de la trayectoria de una productora a la que todos deseamos larga, larga, larga vida.

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