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 Título original: Wadjda

Año: 2012

Duración: 100 min.

País: Arabia Saudí Arabia Saudí

Director: Haifaa Al-Mansour

Guión: Haifaa Al-Mansour

Música: Max Richter

Fotografía: Lutz Reitemeier

Reparto: Reem Abdullah, Waad Mohammed, Abdullrahman Algohani, Sultan Al Assaf, Ahd Kamel

Productora: Coproducción Arabia Saudí-Alemania; Highlook Communications Group / Razor Film Produktion GmbH

Nota: 6

A priori, un producto de las características de la presente LA BICICLETA VERDE acumula una serie de circunstancias extracinematográficas que amenazan, o bien por desbordarlo dirimiendo unas expectativas ajenas a su concreción definitiva en pantalla, o bien por prestigiarlo de antemano gracias a lo excepcional de su misma generación.

Se da la circunstancia de que LA BICICLETA VERDE es la primera película de la historia del cine saudí y de que además está  dirigida por una mujer. Con semejante tarjeta de presentación no debiere extrañar la curiosidad que ha generado la ópera prima de Haifaa Al- Mansour, la joven directora proveniente de aquel país, que ha logrado la proeza, además, de que su debut se pasee por algunos de los certámenes cinematográficos más prestigiosos del momento recogiendo no pocos parabienes entre la crítica especializada.

El film narra una historia de marcado carácter sencillo, concreto, reconocible, que tiene la virtud de ser rápidamente comprendida por un espectador ajeno a la realidad  y a las costumbres de la población islamista de aquel país. LA BICICLETA VERDE se articula en torno a Wadjda, una niña de diez años que vive en un pueblo no muy lejano de Riad, la capital saudita. Wadjda se nos es presentada como una niña desenvuelta (la primera discusión con la madre), con carácter (el modo en el que defiende a ésta de los reproches del conductor del coche que la lleva a trabajar) y bastante espabilada.

El meollo generador del conflicto que va a ser desarrollado durante todo el film será que, debido a esa desenvoltura, Wadjda no comprenderá en absoluto una prohibición que le va a ser impuesta: la de no poseer una bicicleta con la que poder competir con su amigo Abdullah a hacer carreras por las calles del barrio en donde ambos viven. El film narra las artimañas que Wadjda maquinará para tratar de lograr el objetivo de comprar una bicicleta verde que ha visto en una tienda.

Lo primero que cabe decir frente a un producto como LA BICICLETA VERDE es que pertenece a ese tipo de cine minimalista, de evidente influencia un tanto fabulatoria, al que determinados maestros del cine iraní de las dos últimas décadas nos tuvo tan subyugantemente acostumbrados (el recuerdo de Kiarostami y Panahi se hace muy palmario), y al que el recuerdo del neorrealismo italiano de postguerra, como no podía ser de otra forma (EL LADRON DE BICICLETAS, de Vittorio de Sica) tampoco le queda ajeno.

En el caso de Haifaa Al-Mansour, tardamos bien poco en advertirlo, lo primero que cabe convenir es que semejantes referentes le quedan muy grandes. El arranque de LA BICICLETA VERDE es un auténtico compendio de fragilidades, bisoñeces e inexperiencia. La realizadora da muestras de una tosquedad escénica de primera magnitud, pues sus planos se muestran incapaces de superar la mera caligrafía observativa, sin que en ningún momento su realización escrute con hondura en las acciones descritas dentro de cada escena.

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Además, la planicie formal viene a poner en evidencia la naturaleza denunciativa del relato, sin que ese posicionamiento vaya emergiendo con progresiva pujanza y pertinencia. La radiografía sobre la represión femenina en el mundo islamista está vindicada de modo abrupto, sin matices.

El guión de la película, en su planteamiento inicial, es tanto o  más grueso que la disposición realizativa de la inexperta directora. Tanto el seguimiento a Wadja como el arranque de los distintos hilos narrativos que la historia va a ir abordando (la problemática de la madre, las desapariciones del padre, la relación con algunas compañeras mayores que Wadjda, el ojo avizor de la directora del colegio, la relación con Abdullah, etc.) están saldados con una frontalidad poco sutil, que degenera la nitidez de la observación hacia los territorios de la sonrojante simpleza mostrativa.

Sin embargo, contra pronóstico de lo expuesto en el primer tercio del film, LA BICICLETA VERDE, casi milagrosamente, logra superar con frescura las carencias antes citadas para terminar conformando un relato en modo alguno deslumbrante, pero que, al menos sabe llevar a buen puerto sus preclaras intenciones. La voluntad narrativa de la directora, la confianza en la fuerza de la urdimbre de los flecos del relato y, sobre todo, la desenvoltura prestada por la actriz encargada de interpretar a Wadja, la joven Waad Mohammed, se alían en la (hasta ese punto) improbable tarea de maquillar las deficiencias acumuladas.la-bicicleta-verde-1

Así, a episodios francamente mejorables (el concurso), le superan la importancia que  van asumiendo personajes como la madre o la directora del centro en el que la protagonista estudia. En ese sentido, pese a que el mensaje del film es meridiano, el cúmulo de retratos femeninos emergente sabe escapar del trazo grueso con el que habían sido inscritos con anterioridad, logrando que un poso de sutilidad melodramática impregne cada una de las historias.

LA BICICLETA VERDE va ganando una escueta hondura conforme va revelándose el peso de los acontecimientos y conforme la magnitud de algunas observaciones (las zapatillas de la niña, su velo, sus cintas de música, los hombres de la obra de al lado del patio de recreo) va abundando en la sensación de opresión gratuita, injusta y contumaz.

En definitiva, una película de visión agradable, pequeña, imprecisa, menor, nada deslumbrante, en la que la escasa veteranía de su autora le juega en el arranque una muy mala pasada. No obstante, la capacidad de subsanación de errores permite que alberguemos para otra ocasión muchas mejores esperanzas.

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