La Profesora De Parvulario Cartel

Título original: Haganenet (The Kindergarten Teacher)

Año: 2014

Duración: 120 min.

País: Israel

Director: Nadav Lapid

Guión: Nadav Lapid

Música: Michael Emet

Fotografía: Shai Goldman

Reparto: Sarit Larry, Avi Shnaidman, Lior Raz, Gilad ben David, Ester Rada, Guy Oren, Yehezkel Lazarov, Dan Toren, Avishag Kahalani

Productora: Coproducción Israel-Francia; Pie Films / Haut et Court / Arte France Cinéma

Nota: 7.5

Tras la premiada POLICEMAN, el israelí Nadav Lapid presenta ahora un film, en apariencia, radicalmente distinto a éste, que, de primeras, nos apercibe de la voluntad por el cambio de riesgos y por la facilidad de implicación en ellos que dirime aquel. La efectiva disección efectuada sobre los grupos policiales antiterroristas y sobre ciertos grupúsculos de jóvenes revolucionarios israelíes da paso aquí a un film de marcada prioridad intimista, subjetiva, silente y escrutativa. Lejos del violento campo de acción de la anterior, LA PROFESORA DE PARVULARIO pretende el retrato de una obsesión callada tan peligrosa como inaplazable, gestada en un ámbito de frágil, atento y vigilador como el de una guardería.

LA PROFESORA DE PARVULARIO nos propone a un interesantísimo personaje femenino. Se trata de Nira, una maestra de guardería que, de súbito, descubre un talento completamente inesperado  en Yoav, un niño de cinco años que acude al centro donde ella trabaja de la mano de una cuidadora. Yoav declama poemas compuestos por él; en ellos demuestra un sorprendente talento para la lírica adulta. El hallazgo, poco a poco, va a ir originando en la maestra una irrefrenable querencia por el pequeño, que, en primer lugar, le hará intentar apartar a la cuidadora de Yoav de su lado, y, posteriormente, la abocará a una serie de peligrosas decisiones, todas ellas encaminada a proteger la misterios sensibilidad literaria del pequeño.

La Profesora De Parvulario Imagen

 

Lo mejor de LA PROFESORA DE PARVULARIO  lo acumula la observación del personaje femenino central. El director amolda su posicionamiento tras la cámara al carácter un tanto frío, siempre sereno, incluso melancólico que define el comportamiento y las reacciones de Nira. De ahí que prime la templanza, el comedimiento, la ausencia de excesos, cierto secretismo ambiental durante todo el ejercicio. En ese sentido, el realizador halla un impecable aliado en la intensa severidad silente con la que la actriz Sarit Larry resuelve la dificultad de un personaje que se mueve siempre entre una cierta decepción con respecto al mundo cotidiano que la rodea (escenas de junto a su marido, la frialdad que dirimen ambos en el hogar, más por parte de ella que de él) y el intrigante recelo celador con el que va a autoimponerse para tratar de arrimar la existencia de Yoav a los designios por ella dictados.

El interés del film, con todo, ve menoscabada la amplitud de sus posibilidades por la decisión del realizador de aplicar la misma naturalidad inmutable, sigilosa a la observación del niño. El film se ceba con el análisis de la obsesión de la adulta sin saber encajar con verosimilitud o con la misma hondura ese símbolo del talento a flor de piel que representa Yoav. El desasosiego que transmite la mostración de la asombrosa facultad  de Yoav se balancea entre lo turbio y lo postizo, entre la sana incomodidad que depara todo elemento extraño que cuestiona la vulgaridad y la insuficiencia de la sociedad en la que está obligado a verse inmerso y el desequilibrio lastrador de una exagerada naturalidad impostada.

De ahí que, una vez planteada prodigiosamente la peligrosa atracción, el film durante su segundo tercio adolezca de una parálisis, de un estancamiento, de los que, por fortuna sabe salir gracias a la escenificación de un desenlace francamente soberbio. La última media hora de LA PROFESORA DE PARVULARIO adecua a la perfección la mirada exasperada, perdida, obsesa e irracionalmente celadora de Nira junto a la honda nebulosidad inocente que dirime Yoav. Fuga, locura, mimo, dolor, fracaso e inclemencia dentro de la habitación de un hotel de costa en el que la luz del día proyectada en el rostro de un niño consigue ser el reflejo más demoledor de cómo la vulgaridad ambiental, en nuestros días, resulta un obstáculo imposible de salvar.

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