Título original: DOLOR Y GLORIA
Dirección: Pedro Almodóvar
Guion: Pedro Almodóvar
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: José Luis Alcaine
Reparto: Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, Nora Navas, Asier Flores, César Vicente, Raúl Arévalo, Neus Alborch, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía, Francisca Horcajo
Sinopsis: Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. "Dolor y Gloria" habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de volver a escribir.
Nota: 0
Comentario Crítico:
“EGORREA”
Almodóvar lo ha conseguido. Lleva empeñado mucho tiempo en un obsesivo proceso de complaciente y complacido autoborrado creativo, de pulquérrima fagocitación modal, de severo itinerario hacia una extrema consagración de renuncias. DOLOR Y GLORIA es la cima de esa flácida flagelación hasta la ausencia de rastro y pretérito. El autor de MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS, acaso para celebrar que es consciente de ese final de calvario depurador iniciado hace mucho más de una década, depara en esta ocasión la que sin duda es la cumbre de esa aparatosa inanidad penitente, disponiendo una suerte de trasunto evangélico pascual y operado de vértebras, en el que él mismo ha decidido proponerse como cordero por degollar, que quita los pecados de su mundo para darse la paz; la paz impoluta, la paz perdonada, la paz nueva surgida tras lograr renacer convertido en la antítesis de ese pecador desinhibido, gazpachero, transgresor y fecundamente celtibérico que osó ser un día. Almodóvar, insistimos, ha conseguido que, de Almodóvar, ya no quede más que la obediente estridencia de la nada. DOLOR Y GLORIA ansía convertirse en susurro redentor, pero no sabe sino pronunciarse como un silencio caprichoso, baldío, computado y superfluo. El silencio no de quien tiene el talento de callar sino de quien ya no sabe qué decir.
De ahí que el último film del creador de LA LEY DEL DESEO no venga a significar más que una premeditada, lacia y desaborida acta de defunción. Almodovar, cual vetusta mansión abandonada por su propietario, se ha puesto el cartel de SE VENDE POR REFORMA. DOLOR Y GLORIA es una muy calculada gestión de agente inmobiliario. El manchego, sin atisbo alguno de empacho maquillador de ese ardid autobiográfico, se propone a sí mismo como material dramático a partir del cual tratar de vertebrar una pretendida cavilación sobre la dificultad de toda creación artística, sobre la soledad del artista frente al vacío, la crisis, la negación de hallazgos creativos, la pérdida de la ilusión alumbradora.
Salvador Mallo, el protagonista, alter ego chantajistamente elemental del director, hace tiempo que no se enfrenta a su vieja máquina de escribir para proponerse un guion con el cual volver a su laureado oficio de cineasta. El film se vertebra en torno al deseo de salir de ese caos vacío y enfermo, articulando un discurso en el que se entremezclan pasajes evocativos, pasajes ficcionados y la observación del personaje central enfrentado a una serie de nada fáciles enfrentamientos personales con viejos conocidos. Almodóvar, queda muy claro desde el principio, ha sentido la misma necesidad que muchos tantos otros directores de cine: erigirse como trama desde la que dar muestra de una encrucijada personal para finalmente proponer una suerte de manifiesto autoral acerca del modo en el que ha concebido su oficio tras la cámara. El problema de DOLOR Y GLORIA es que para acometer esta premisa el creador de LA PIEL QUE HABITO ha optado por abandonarse a la versión más desnaturalizada y acomodaticia que jamás ha entregado de sí mismo. El film no es un as en la manga, sino la baraja, marcada y entera, jugada en toda la cara del contrario.
La película se quiere despojada y deviene en mustiez de manual, asimilable e hipocondriaca. Se pretende concisa y lo que hace es procurar nada más que obviedad. Almodovar ansía una depuración que lo único que provoca es poner en evidencia el sempiterno afán por el capricho culebronero sobre el que ha basculado la mayoría de su corpus dramático. Comparada, por ejemplo, con la maestría del Bergman de FRESAS SALVAJES, el film se esfuerza artificialmente por susurrar una emoción que queda convertida en cotilleo Biomanán. Más que DOLOR Y GLORIA, el fiasco debiere titularse SÁLVAME Y NOLOTIL.