Atmosphere 05 Eric Pamies

Algo se mueve en las oficinas del Primavera Sound. Aquellos tíos majos que respondían a sus fans a través del foro del festival se hacen cada día más y más grandes. Parece que no duermen y fruto de todo eso nos traen a la ciudad Condal otra propuesta con ese sabor especial que tan bien saben componer.

Foto:Eric Pamies

Algo se mueve porque su festival ha crecido tanto que hasta el mastodóntico Parc del Fórum se les ha quedado pequeño, porque el invernal Primavera Club, crece también cada año para ofrecer ya una semana de conciertos, porque las primeras tandas de abonos vuelan en tiempo récord cada año sin conocer ningún artista del cartel y por si esto fuera poco, ahora nos traen un nuevo mini festival en pleno julio. Aún recuerdo aquellos veranos interminables sin giras de postín por aquí hasta llegado el otoño. Larga vida al rey.

Y la cosa empezó contundente con uno de esos nombres que vienen sonando fuertes desde hace ya algunos meses. The Suicide of Western Culture abrieron más que bien con 45 minutos de sintetizadores y espectaculares proyecciones. El dúo de Barcelona presentó su disco homónimo en el que juegan con esa línea cada vez más fina entre el post rock y la electrónica que han diseñado sobre el mapa ya algunas bandas como 65 days of static o Holy fuck. A los chicos se les da realmente bien aquello de crear densas atmósferas y las excelentes proyecciones forman una parte importante a la hora de fundirse con su propuesta. Aprobado muy alto para unos barceloneses que si fuesen de Nueva York estarían causando sensación en Pitchfork y demás oráculos indies.

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Foto: Eric Pamies

A veces me pregunto si es lícito que algunas bandas se prostituyan haciendo el mismo bolo una y otra vez durante años y años a causa de su público, o si por el contrario un artista debe hacer lo que sienta sobre el escenario. Bolos en los que suenan temas de hace décadas y de los que aún beben quienes pagan su entrada aún a costa de que quienes los ejecutan puedan detestarlos. Temas que son celebrados por aquellos de “ah mira este es el temazo…”

De ese tipo de gente que no ejercen la prostitución musical, de esos que aún se lo pasan bien sobre un escenario y no se toman esto como un como un trabajo de oficina más. Gente que no le importa en absoluto que algunos paguen para ver en directo My girls. Ellos parecen haberla aborrecido y no tienen reparos en defenestrarla de la gran mayoría de sus setlists. A esto, a no parar quietos, a no conformarse, a la suya van Animal Collective. A subirse al escenario y disfrutar tocando los últimos temas incluidos en los EP’s y aquellos que no han editado aún aderezados con alguno de sus temas más reconocibles como Brotherspot o Summer time clothes. Una sesión de  psicodelia en el que se atisba el verdadero significado del maltratado palabro indie. Los chavales hacen lo que les viene en gana y al que le guste bien y al que no, mejor que no se acerque.

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Foto: Eric Pamies

Segundo día y con una afluencia de público mucho mayor que en el primero, Joanna Newsom fue la gran damnificada del evento. Cierto es que conectar con la música de la angelical californiana no es del todo sencillo, pero el fenómeno postureo en la ciudad condal, es demasiado para una chica agarrada a un harpa y su banda. Poco o nada se dejó ver pero sobretodo escuchar en el recinto la naïf artista que hacía tan sólo unos meses había llenado el Palau de la Música catalana para presentar su tripe disco Haveoneon me. Grandes temas quedaron en el tintero, pero sobretodo la confirmación de que no se trata de un artista de escenario al aire libre sino de auditorio o mejor aún, de salón de mi casa.

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Foto: Eric Pamies

Y si Joanna se perfila como una de las grandes figuras femeninas del panorama, ya se puede afirmar que Victoria Legrand, forma parte de ese olimpo en el que habitan PJ Harvey o Patty Smith. Figuras que son capaces de llenar un escenario por grande que sea con su sola presencia. Golpes de cadera, susurros ensoñadores y ese cabello que obliga a la imaginación a intuir el rostro de la de Baltimore, acompañan a ese portento vocal que consigue que flotes en la densidad de maravillas como Norway, Gila o Takecare. Tercera vez que pisan nuestro país desde que nos presentaran su Teen Dream, y los románticos empedernidos de los conciertos de pequeño formato ya nos hacemos a la idea de que jamás podremos volver a ver a la pareja como en aquel maravilloso Primavera Club de 2009. Aquel día desde las primeras filas de la sala Sidecar, no pude apartar la vista de Victoria Legrand. Su bestial magnetismo conectó de alguna manera con las profundidades del lóbulo temporal, allá donde reside la amígdala. La responsable de procesar las emociones aquel día recibió demasiada estimulación y mis pies no tocaron el suelo hasta el último acorde del concierto. El otro día comprendí que aquello nunca más podrá ser y el regusto no pudo ser más amargo. Créanlo o no, Beach House son desde ya, un grupo mediático.

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Foto: Eric Pamies

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