Una noche de punk y oscuridad brillante.
En pleno debate sobre la decadencia de Madrid en general y sobre la decadencia musical en Madrid en particular, ayer se ofrecía la oportunidad de ver a dos bandas jóvenes, potentes y diferentes por menos de diez euros. Y es que a pesar de que los grupos denominados mainstream cada vez pisan menos la capital (que alguien me explique qué es mainstream en el mundillo indie), el circuito underground goza de buena salud aunque muchos no quieran verlo o miren hacia otro lado.
Con un Siroco concurrido a pesar de ser martes y final de mes, empezaban puntuales Celica XX. El grupo madrileño formado por ex miembros de Los Ingenieros Alemanes es una de las propuestas locales más interesantes. Los que han podido verles en directo saben por qué. Con una formación de cinco componentes y con ganas de comerse el escenario empezaron a edificar un muro de sonido a base de distorsión sintética, gruesas líneas de bajo y riffs de guitarra. Shoegaze de muchos quilates salpicado con noise, kraut y psicodelia para impregnar de oscuridad las paredes del local y hacer retumbar los pechos de los asistentes con lo que se presume la presentación de su inminente debut, Niños Luchando.
Concierto corto el de Celica XX pero que dejó muy buen sabor de boca a la espera de los protagonistas de la noche. Los barbilampiños Holograms volvían a Madrid por segunda vez en un año, esta vez para presentar su segundo disco - Forever - con el respaldo de Captured Tracks. Presidiendo el escenario un sintetizador Korg MS, a los lados guitarra y bajo y detrás la batería, se empezaron a escuchar las primeras notas de una intro instrumental antes de que el frenetismo se apoderase de los suecos. El post punk que se intuía en sus discos fue tornando a punk a la primera de cambio con ritmos que rompían cuellos y berridos que estrujaban tímpanos, centrándose en sus nuevos temas Meditations y Fresh & Bone. Pero fue cuando sacaron a relucir su disco homónimo cuando se lucieron con Chasing My Mind, ABC City y Stress como protagonistas.
Todo transcurría como si del CBGB se tratase, con Filip Spetze encaramado al techo durante medio concierto, con la diferencia que el público no estaba para muchos trotes. Incomprensible dado el derroche de energía y potencia que desplegaron Holograms en el escenario, solo unos pocos tenían ganas de bailar. Sería el martes o que los conciertos se están convirtiendo en un lugar al que hay que ir para dejarse ver y no al que apetece ir para disfrutar. Sea como fuese, la noche pedía pogo.
Tras cuarenta y cinco minutos, los de Estocolmo culminaban el espectáculo sin bis y dejándonos con ganas de más. Queda la esperanza que a disco por año volveremos a verles pronto, pero posiblemente en un espacio más amplio ya que la proyección de Holograms, visto lo visto, no tiene techo. Que se lo digan a Filip.