Ocho Apellidos Catalanes Cartel

Título original: Ocho apellidos catalanes

Año: 2015

Duración: 99 min.

País: España

Director: Emilio Martínez-Lázaro

Guión: Borja Cobeaga, Diego San José

Música: Roque Baños

Reparto: Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde, Carmen Machi, Berto Romero, Belén Cuesta, Rosa María Sardà, Alfonso Sánchez, Alberto Rodríguez, Agustín Jiménez

Productora: Telecinco Cinema

NOTA: 0

Lo peor que le puede ocurrir a una caja de truenos es creerse que tormenta con gusto no pica… OCHO APELLIDOS VASCOS se constituyó como una inesperada caja de los truenos cinepatrios, una súbita explosión eléctrica de risas nacionales como rayos unidos, una ceremonia de encuentro entre el populacho necesitado de carcajada limpia y el risoteo fílmico de hispana estopa. Los millones de despatarrados, despiporrados y descojonados que acataron aplaudientes la confrontación autonómica dieron su pagada por taquilla conformidad a que el guisoteo de topicones estaba en su punto. Y toda España estuvo, por fin, de nuevo, tan a gustito.

El apoteósico éxito logrado por aquel producto gestado por el otrora interesantísimo Emilio Martínez Lázaro (LAS PALABRAS DE MAX, SUS AÑOS DORADOS, AMO TU CAMA RICA, LOS PEORES AÑOS DE NUESTRA VIDA, etc.) vino a confirmar que la “españolada” seguía siendo la gallina de los huevos de oro en la tortilla francesa sin sal que es la comedia hecha Pirineos abajo. Sin el más mínimo ápice de reformulación irónica, el autor de EL OTRO LADO DE LA CAMA desempolvó la caja de la ozorada postfranquista y volvió a poner de manifiesto que el chisterío baratito, circunstancial, sociológicamente plano, seguía teniendo público que le riera la rancia gracia de siempre.

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En buena lógica, dada, además de la circunstancia taquillera, la coartada gentilicia del título, cabía esperar que a la parodia subnacional le durara el viaje… Aquí tenemos la segunda parada del itinerario: OCHO APELLIDOS CATALANES. Huelga decir que todo lo dicho para el vascongadismo vale para la catalanación: tenemos a los mismos perros, pero con las banderas distintas. Bueno, ojalá pudiera decirse que vale lo mismo: el periplo catalán es infinitamente peor que la barbarie simplificante, tosca, chirriosa y vetusta emplazada para la pugna andaluzo/vasca. El calco de lo peor sólo tiene una estación de llegada: el andén de la degradación, la parada en lo requetesabido, billete para lo grotescamente extenuado.

El asunto es que Amaia y Rafa no digestionaron bien las perdices anunciadas para comer en el casamiento vasco. La película empieza en Sevilla con el andaluz más soltero que la Torre del Oro a orillas de un barranco seco. Entretanto, Koldo, padre de la primera, se entera de que su hija se va a casar con un catalán de forma inmediata. El vasco en bruto se presenta en la capital hispalense para rogarle a Rafa que le acompañe al evento nupcial con la intención de sabotearlo para que Amaia vuelva a sus brazos: OCHO APELLIDOS VASCOS narra los esfuerzos de Rafa para lograr que el “Sí, quiero” se lo dé su amada a él y no al remedo que se ha buscado para sustituirlo.

Como puede intuirse, el principal lastre que condena a la abyección a la franquicia catalana del espanto es el nulo esfuerzo por parte del equipo creativo de la causa para que el retorno de la fanfarria localera y etnográficamente nauseabunda cuestione en modo alguno el precedente. OCHO APELLIDOS CATALANES no se molesta más que en exprimir la fórmula del éxito al que le debe su existencia. De ahí que no tarde nada (esto es, una vez degustado el, hay que reconocerlo, gag del palmeo) en sobrevenir el fantasma del agotamiento, de la previsibilidad, de lo mismo pero en otro lado. En definitiva, la sonrojante factura de la iteración a toda costa, de lo consabido sin voluntad alguna de transgresión.

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Así tenemos que, toda vez que, por ejemplo, los personajes vienen adornados con la similar carga de chusquería regional, la presunta gracia anterior se rinde desconsolada ante el fuelle fatuo, fofo e interruptus de la sorpresa ya sorprendida y, por lo tanto, desbaratada. A todo ello, para que la aburrida verbena de telarañosos chistes de casette profundo jamás termine de deparar un solo instante de ingenio nuevo, se le une que la trama hilvanada para la ocasión (que, como hallazgo coartador vindica astrosamente A GOOD BYE, LENIN, de Wolfgang Becker) ni vale para estimular el regreso de toda la troupe anterior (la inclusión del personaje de Carmen Machi está más forzada que Bertín Osborne en la cabalgata del Día del Orgullo Gay) ni para integrar con fortuna a los personajes nuevos: lo de Berto Romero es para mear y echar tabasco; ese pijo barcelonés tiene la misma gracia que Artur Mas haciendo de stripper en la cabalgata del Orgullo Catalán por la Diagonal.

Nada de nada. Ni por aquí, ni por allá. La chistera no tiene ni conejo al ajillo. Esto es un mierdal de dimensiones dantescas. Reírse a estas alturas de que los catalanes son rácanos es como descubrir que se puede follar a pelo Cada cual, desde luego, que haga lo que quiera con su risa. Pero si la cosa amenaza con mutar a valencianos, gallegos, murcianos, baleares… así hasta melillenses y ceutíes, quien esto escribe ya anuncia que la suya se lleva la suya metida en un condón a Andorra hasta que Falete se coma España a palo seco, a pelo saco o a polo sin el palo seco. Falete no tiene apellidos, pero ganas de engullir…. Más que Leticia Sabater de apellidarse un tanga… OCHO TANGAS PARA LETICIA yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

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