H61R

BOB DYLAN 

HIGHWAY 61 REVISITED 

Atlantic Records 

Nota: 10 

*Con motivo del estreno de A complete unknown nos hemos permitido el lujo de rescatar este álbum imprescindible* 

Los sesenta son sinónimo de Bob Dylan, lo cual, entre tanta abundancia de música de calidad es dificilísimo. Ahí están los Beatles, los Beach Boys, los primeros Stones, The Who y Led Zeppelin, Neil Young, Leonard Cohen, The Band, un jovencísmo Stevie Wonder, Ray Charles, el inicio de Van Morrison y David Bowie, Sinatra en el sello Reprise... Y, sin embargo, ahí están los Fab Four y el de Duluth, Minnesota encabezando esa irrepetible época. Durante mediados de la década, Dylan electrificó su sonido y concibió cuatro álbumes antológicos; Bringing it all back home, Highway 61 revisited, Blonde on blonde y John Wesley Harding (de acuerdo, este último era, en su mayoría, acústico). El cambio de sonido acarreó una férrea polémica, no obstante, estos discos pronto acallarían todas las voces.  

Highway 61 revisited recibe su nombre de la carretera que conecta el lugar de nacimiento del músico con varias de las ciudades sureñas con mayor legado musical, Saint Louis, Memphis o New Orleans. Pero también del poema del genio portugués Fernando Pessoa, Lisbon Revisited. No es descabellado afirmar que es, junto a Blonde on blonde, su disco más importante. Pues congrega una mezcla pasmosa de la mejor lírica dylaniana y un blues del que se saca todo el partido posible, centrándose más en el ritmo que en el virtuosismo guitarrístico y pianístico, lo cual podría haber opacado el resultado.  

El plato fuerte se sirve nada más comenzar. El golpe de caja más famoso de la historia junto con un riff de órgano inolvidable (ideado por un Al Kooper que no solía tocarlo). Estamos hablando, obviamente, de Like a rolling stone. Canción desdeñosa, con una ironía y un despecho hirientes. El clásico de Bob por antonomasia. Una mujer de origen acomodado que lo ha perdido todo y trata de recuperar lo perdido. A lo que el yo poético le dice que naranjas de la China. Más bien se ensaña con ella de una manera nunca antes vista. Aún no nos hemos recuperado de la impresión y el de Minnesota decide transitar por el surrealismo en Tombstone blues. Por la letra transcurren una serie de figuras históricas y mitológicas, recurso que llevará a su máxima expresión, a su más alto grado, al final del disco, en Desolation row. It takes a lot to laugh, it takes a train to cry y From a Buick 6 podrían parecer, a priori, cortes flojos, pero nada más lejos de la realidad. El primero, con su curiosísimo título, es un ingenioso blues eléctrico que alberga imágenes y sonidos propios de dicho género y del folk, en el que se habla de la soledad y el movimiento, con un gran trabajo de la armónica. El segundo, dentro del mismo género, es más desenfadado y versa sobre una persona que cuida de manera extraña al narrador. Su sarcasmo y humor, unido al ensamblado de las guitarras, piano y teclados no son, en ningún caso, desdeñables o prescindibles.  

Nadie más que el autor está capacitado para hablar de la próxima canción, Ballad of a thin man. Primero, por lo críptico de la letra, segundo, porque solo él sabe a quién se dirige y no ha querido revelarlo nunca. Hace bien. Un piano honky tonk tocado por Dylan introduce de forma tétrica la historia de un hombre que no entiende nada. Se enfrenta, por un lado, a lo bizarro de lo que ve y, segundo, a los ataques del yo lírico. ¿Qué más da que dure seis minutos? Queen Jane aproximately tiene como protagonista a otro personaje roto o, mejor dicho, futuriblemente roto. Cuando todos le hayan dado la espalda, en definitiva, el narrador le dice que acuda a él. Vuelve a destacar, por cierto, el órgano. Lo jocoso vuelve a adueñarse del ambiente en el tema homónimo. Kooper decidió (en la película es, erróneamente, el propio Dylan) que introducir una sirena en la canción sería buena idea. Y así quedó. Highway 61 revisited cuenta varias historias que tienen como solución acudir a esa carretera. El uso de las pausas es digno de estudio. En la mayoría responden al final del microrrelato, salvo en uno de ellos, en la que uno de los caracteres pide que le dejen pensar un momento.  

Just like Tom thumb’s blues tiene lugar en Ciudad Juárez. Lo apacible -e incluso relajante- de la música (piano, teclado y guitarra eléctrica) contrasta con el ambiente pesadillesco de enfermedad y degradación descritos en la letra. Aunque el truco bajo la manga definitivo del prestidigitador Dylan llega al final; Desolation row. El paseo de la desolación. 11 minutos tejidos por una guitarra que emula las digitaciones medievales y una historia sin parangón. Personajes reales y ficticios, algunos reconocibles y otros camuflados bajo pseudónimos. Dylan retrata un lugar en el que se venden postales de un ahorcamiento, se pintan los pasaportes de marrón y desfila gente como Ezra Pound, T.S. Eliot, Cenicienta, Romeo Montesco, Caín y Abel, el jorobado de Nôtre Dame, Ofelia de Hamlet (por ella teme el yo poético), Einstein o el fantasma de la ópera. Nadie escapa de dicho lugar, nadie tiene que pensar mucho ahí. El narrador, en una misiva pantagruélica, le advierte al receptor que no le mande más cartas, a no ser que se las envíe desde Desolation row. Una obra maestra. Eso sí, cuidado esos oídos al final, cuando irrumpe la armónica.  

Highway 61 revisited es un álbum imperecedro. Una de las tantas cumbres de Bob Dylan, tantas veces imitado sin éxito. Las letras están sólidamente arropadas por diestras secciones musicales que oscilan entre el blues, el rock y el folk. Un trabajo, a fin de cuentas, único e irrepetible, del que el autor nos da solo escasas pistas estrictamente necesarias para su comprensión, guardándose para sí el lado oscuro de la luna. Prueba de ello es la portada del disco. ¿A dónde o a quién se dirige la desafiante mirada del poeta? 

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