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JULIEN BAKER Y TORRES 

SEND A PRAYER MY WAY 

Matador Records 

Nota: 7 

Comentario: 

Parece ser que el presente disco ha traído consigo diversas críticas acerca del resultado de esta esperada colaboración por sus respectivos fans. Se ha alegado desde falta de química hasta una mala concepción a la hora de elaborar las canciones. Por lo tanto, lo primero que debe quedar claro es que éste no es un álbum fallido ni mucho menos. Bien es cierto que tampoco es brillante, que se abusa de ciertas fórmulas que empobrecen los temas que se abordan en las letras, mas, aun así, el nuevo trabajo de Julien Baker y Torres funciona de una manera más que decente.  

Abre el disco Dirt. Un arpegio de guitarra acústica acompaña la voz de Baker. Torres, por su parte, se encarga de la segunda voz, repartición que veremos durante, prácticamente, todo el disco. Posteriormente, oímos un piano, cuerdas y un sintetizador. La letra habla de la adicción. The only marble I’ve got left inicia con batería, que se intensifica en el estribillo, y una guitarra eléctrica. La canción fusiona el popular ritmo reggae con el country, estilo estrella de este Send a prayer my way. En ese sentido, también hay un violín presente. La lírica trata de la aceptación personal. Sugar in the tank comienza con un rasgueo de guitarra acústica, otra eléctrica con un pedal de volumen y la batería. Destaca también el uso del órgano Hammond, más común en géneros como el blues. El contenido, en otro orden, se apoya en el humor para hacer crítica social.  

Bottom of a bottle, título que ya nos da una pista, habla del alcoholismo. A la instrumentación acostumbrada se suma una mandolina. En Downhill both ways cambiamos esta última por el banjo. Aquí se reflexiona sobre la vida y sus caminos. No desert flower es una canción sencilla de amor, tanto en lo lírico como en lo musical. Tape runs out consta de batería, bajo, guitarra acústica y guitarra pedal steel. A la mitad de tema el volumen se descontrola, generando una sensación muy desagradable, caótica. Off the wagon describe la lucha por permanecer sobrio. El ambiente es relajado, en contraste con el anterior corte y vuelve a aparecer el violín.  

Tuesday, por otra parte, vuelve a cambiar la dinámica de las pistas. Se cuenta aquí la relación queer que tiene el narrador con una persona homónima respecto al título. La instrumentación vuelve a los elementos presentes en los primeros temas. Una canción, en definitiva, curiosa. Showdown se abre con un arpegio de guitarra acústica acompañado de la pedal steel, creándose una atmósfera etérea y agradable. Sylvia es una emotiva composición dedicada a la perra de la artista. Si bien existen precedentes; Old king del gran Neil Young, presente en una de sus obras maestras, Harvest moon o, en el bando gatuno, Limón y sal de Julieta Venegas, la actual no se queda atrás y hará las delicias de los amantes de los animales. Llama la atención, también, el uso del dobro en el apartado musical. Finalmente, Goodbye, baby, a caballo entre el humor y la aspereza, detalla la espera a la vuelta de alguien, por parte del yo poético, tras una reciente despedida. Nada más empezar, para que vean lo que digo, en la introducción hablada, se distingue un chiste verde censurado que cuenta Torres. Musicalmente, se compone el track de guitarra y percusión. 

En conclusión, Send a prayer my way es un disco llamativo y digno que, sin alcanzar la perfección en ningún momento, encierra momentos meritorios, así como letras inteligentes y originales. En lo musical, se da otra vuelta, una perspectiva novedosa al género country. La pena es, por un lado, que dentro de las nuevas proposiciones sea tan previsible en las estructuras musicales, pues se opta en demasiadas ocasiones por repetirlas. Por otro, que la dirección, el transcurso de las canciones, al igual que los arreglos, sea tan predecible.

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