The Future Portada


Título Original The Future

Año 2011

Duración 91 min.

País USA

Director Miranda July

Guión Miranda July

Música Jon Brion

Fotografía Nikolai von Graevenitz

Reparto Miranda July, Hamish Linklater, David Warshofsky, Isabella Acres, Joe Putterlik

Productora Coproducción USA-Alemania

Valoración 3


La polifacética Miranda July vuelve a tomar los mandos y las escrituras de su pizpireta cámara de cine. Reconocida videocreadora, punto de referencia de la vanguardia multimedia artística de su país, la autora de la curiosa TU, YO Y TODOS LOS DEMÁS (2005) nos brinda la oportunidad de rencontrarnos con su particularísima caligrafía cinematográfica. Aunque, la verdad sea dicha, visto lo visto, más hubiera valido que a la niña no se le hubiera apetecido volver a salir de la exposición de su museo.

EL FUTURO es una propuesta pretendidamente original, en la que, desde el primero de sus desabridos, pueriles encuadres, queda patente su adicta adscripción a esa ya muy identificable franquicia que es el cine independiente norteamericano. Factoría no registrada ésta, pero con plataforma-sede en Sundance, que, a base de una iterada, pertinaz modestia formal y de una cierta unificación de contenidos, va camino de convertirse en una obediente modalidad de desaliño productivo, que no va a tardar mucho en engañar sólo a los adictos de lo rarito.

The-future-1ª

THE FUTURE emplaza la historia del final de una pareja en avanzado estado de pacífica destrucción. Son Sophie y Nelson, una pareja de cuarentones bastante cansada de cansarse. La directora, mediante un minimalista sentido del humor, esforzándose por acumular sobre su observación una mansa ironía no sangrante, los pincela bajo un prisma procurador de un amable pesimismo.

Para abrir apetito, pues, se nos sitúa en el sofá de dos estancados en pleno estancamiento. Como si de primer plato, en una boda, te plantaran un palillo. Que sí, que genera curiosidad, pero comer… no comes.El aburrimiento afectivo les lleva a adoptar una extraña criatura: una especie de gato que padece una extrañísima enfermedad. Deben de prestarle atención las veinticuatro horas del día y esto les agobia sobremanera.Lo de siempre: la soledad compartida generando sus monstruos delirantes.

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Pensado y hecho. Para que la cosa quede más videocreativa, para explicitar esa abrumadora parálisis en la convivencia, buscando una especie de periscopio interior, a la directora se le ocurre una ocurrencia: como elemento aún más extrañador, nos asalta la voz subjetiva y en off de los pensamientos del animal, convirtiéndose, así, sus parlamentos en la plataforma desde la que los espectadores accedemos a la intimidad perpleja de la gélida pareja protagonista.

La película, en definitiva, acaba convirtiéndose en un disparatado y patético vehículo de las crípticas intencionalidades autorales de su creadora. Su mayor problema es ese tozudo empecinamiento en una comicidad sólo apta para privilegiados comulgantes con la muy descabalgada liturgia o chorrada. No hay mayor desgracia que tu gracia convertida en timo de museo de arte contemporáneo.

La Julyse obceca con la profundidad de su ombligo y éste no es un chiste. EL FUTURO fracasa al exponer su teórica validez a una narratividad regida por un antojadizo albur pseudo-existencial, con el que intenta, ridículamente, darse a sí misma por válida. Se confunde rareza con estupidez. La tontada queda reducida a candidez de laboratorio, más codificada ya que el cine de acción comercial, no clásica, que se quiere erudita y concluye distantemente boba.

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EL FUTURO es pura impertinencia fílmica, en la que, sólo por momentos, la directora logra reivindicar cierta abstracta pertinencia para con la confesión íntima de sus criaturas. El resto no pasa de cuentecito para aplaudidores con pose, en el que todo está genuflexionado en torno a la ocurrencia de quien la ha maquinado.

Nos hallamos ante uno de esos ejemplos de cine tapadera en lo que lo de menos es el film, y, lo de más, la apabullante exhibición ególatra de su creador. Vamos, como si, quien esto escribe, da una cena para enseñar su nuevo piso, recibe a sus invitados vestido de Lady Gagá, y luego los obliga a ver las fotos de la caída de su primer diente, para, así, darlos por cenados. Frío carpaccio de vanidad sin frutos secos con los que hacerlo pasar por la gola.

Descarriada, autopedante simbiosis entre Michael Gondry y Woody Allen, la segunda obra de July ofrece muy pocos argumentos para que esperemos desesperadamente la tercera. A la desesperada jactación de algunos egos ultrasubjetivos que los espere su orgullosa madre sentada en una chincheta. A mí que no me llamen cuando esta tía monte un restaurante.


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