TÍTULO ORIGINAL: Barbara
AÑO: 2012
DURACIÓN: 100 min.
PAÍS: Alemania
DIRECTOR: Christian Petzold
GUIÓN: Christian Petzold
MÚSICA: Stefan Will
FOTOGRAFÍA: Hans Fromm
REPARTO: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Rainer Bock, Jasna Fritzi Bauer, Christina Hecke, Claudia Geisler, Peter Weiss, Carolin Haupt, Deniz Petzold
PRODUCTORA: Schramm Film Koerner & Weber
Nota: 8
No era hasta la fecha, en modo alguno, el nombre de Christian Petzold garantía de equilibrio cinematográfico. DIE INNERE SICHERHEIT, WOLFSBURG o la insostenible GESPENTER , sus primeras obras, le granjearon un crédito a todas luces desproporcionado, inconsistente y caprichoso. En su país, las ansias de cierto sector de la crítica germana por acuñar un “Nuevo Cine Alemán” que intentara recuperar el crédito de una cinematografía devaluada como pocas dentro el panorama del cine europeo de las dos últimas dos décadas bastaron para catapultarlo al liderazgo de un modernidad demasiado entumecida de complacencia, arbitrio y pamplina pretenciosa.
Sin embargo, este realizador asiduo a la Berlinale, justamente en la edición del pasado año del certamen, convenció hasta a sus más adversos defenestradores con la que, sin lugar a dudas, es la obra más redonda de toda su trayectoria. BARBARA es un notable ejercicio, en el que el autor de YELLA da evidencias de una firmeza narrativa impecable. Fue, por ello, justo ganador del trofeo al Mejor Director en el festival.
Petzold decide en ella poner al servicio de una intuitiva, reservada observación todo su acreditado afán por no sucumbir a los principios de la narratividad más clásica, logrando imponer una necesaria humildad observativa a una historia que le reclama prudente disciplina avizor antes que estridencia desviadora de expectativas.
BARBARA narra la áspera llegada de una doctora a un hospital situado en una región alejada de su lugar de procedencia. Año 1980, aún no ha caído el muro de Berlín: sigue por lo tanto en vigor el mandato dictatorial comunista en la Alemania Oriental. Las primeras imágenes del film nos muestran a una mujer callada, de carácter poco afable, con gesto denotador de una cierta amargura. Pronto sabremos que su marcha al nuevo hospital no ha sido voluntaria. Se trata de un castigo: se ha dictado contra ella una orden de alejamiento de Berlín. Podemos intuir que el suyo es un obligado exilio profesional sancionador. La actividad política contra el régimen suponía la inclemencia de un designio incierto y observado a quien era cazado emprendiéndola. El recuerdo de la excelente LA VIDA DE LOS OTROS puede ser invocado en calidad de referente nunca citado con afán continuista.
Las escenas iniciales evidencian sigilosa y cautamente la extrañeza de esa callada figura femenina obligada a reubicar su existencia personal en un enclave al que no pertenece. Sin aspavientos, sin diálogos innecesarios, simplemente dirimiendo un sólido acercamiento al elemento humano central que, sosegada y fijamente, logra capturar la inquietud que la mujer se impone callar: el aprovechamiento del entorno pueblerino, poco populoso, diametralmente opuesto al que acaba de abandonar se convierte en elemento escénico revelador de la desazón que insinúa la tácita soledad con la que enfermera trata de aislarse de su entorno. El verdor oreado del entorno geográfico no abunda en calidez, sino en síntoma de habitualidad forzada, indeseada, recóndita.
La película emplaza de forma serena, vigilativa , atenta e inquietante algunas líneas narrativas: la que determina el afecto que muy pronto va a manifestarle un colega suyo en el centro sanitario, la que va modelando una serie de actividades secretas que la protagonista efectúa, la que dirime la aparición de una joven paciente con síntomas de meningitis, proveniente de un campo de concentración cercano y, sobre todo, la que impone la desconfianza de Barbara frente a todos los vecinos de la población, pues sabe que está siendo vigilada.
Pese a la convocatoria de tantos hilos argumentales, BARBARA está saldada con una madurez contemplativa incuestionable. La narración no se resiente de esa multiplicidad de intereses, sino que rezuma quietud, represión, espera.
Como hemos referido al principio, la película se distancia gratamente de las señas autorales acreditadas por su creador, pues no hace aparición elemento alguno que intente combatir su objetivo principal. La acumulación de subtramas no supone dispersión alguna, pues todas ellas están encauzadas desde el prisma generador del principal misterio del film: el secreto de Bárbara (excelente Nina Hoss), la verdadera identidad de la mujer, la interrogación que desde el principio constituye su celada, hostil, seca, casi amargada figura.
El film se toma su tiempo para ir evidenciando como la suma de elementos del nuevo entorno en el que está condenada a sobrevivir va transformando el carácter de la protagonista, en especial su aceptación de Andre, el médico que la trata con un mimo evidenciador de un afecto que ella desprecia una y otra vez. El tacto emplazado por Petzold en la mostración del acercamiento entre los dos personajes es magnífico. La pulcritud, el respeto para con la reserva del personaje protagonista, la insistencia en no revelar datos aportadores de una información que mermara el enigma inherente a su presencia en ese enclave cercenan el más nocivo atisbo sentimentaloide.
Una película en la que el paisajismo y los personajes que lo componen están capturados con una reposada, indesmayable y férrea inquietud. El viento constante, la sintomática y poco amable presencia de vecinos, el insistente placaje del comisario, la acritud del comportamiento de Barbara, lo precario del piso asignado a ésta, la gelidez de las estancias médicas… Una suma de elementos ambientales muy bien trabada por Petzold en esta obra de admirable resolución emocional. Sin subrayados, dejando que la precisa tensión temporal haga que cualquier decisión que los personajes tomen sea verosímil.
BÁRBARA consigue al mismo tiempo ser la impenetrable radiografía de una mujer oculta en la aspereza de su gesto y la pegajosa narración del suspense que la habita en el fondo. Un film magnífico.
