Título original: Jagten (The Hunt)
Año: 2012
Duración: 111 min.
País: Dinamarca
Director: Thomas Vinterberg
Guión: Thomas Vinterberg, Tobias Lindholm
Música: Nikolaj Egelund
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Reparto: Mads Mikkelsen, Alexandra Rapaport, Thomas Bo Larsen, Annika Wedderkopp, Anne Louise Hassing, Lars Ranthe, Lasse Fogelstrøm, Susse Wold, Ole Dupont, Sebastian Bull Sarning
Productora: Zentropa Entertainments
Nota: 7
La trayectoria cinematográfica de Thomas Vinterberg ha estado siempre condicionada por el inusitado éxito con el que fue recibida su impresionante tercera obra. La incuestionable grandeza de CELEBRACIÓN ha sancionado negativamente su filmografía posterior. Vinterberg, desde ese momento, quizás sobrepasado, harto de ese tremendo hallazgo fílmico, ha ido conformando una carrera cinematográfica movida únicamente por huir frontalmente de él.
Aquel tremendo mazazo dramático, aquella virulenta radiografía de una familia en estado de súbita y expuesta putrefacción ha pesado como una losa en la responsabilidad de un cineasta que, de pronto, siente que el mundo entero espera de él que siga estando a la altura de esa sólida fiereza. Esto, por desgracia para quienes admiramos ese regalo, no ha ocurrido. El escandinavo se ha abandonado de una forma imprevista a una inercia muy irregular y decepcionante. Ni TODO POR AMOR, ni DEAR WENDY, ni SUBMARINO pueden estar consideradas como dignas sucesoras de un portento dramático tan sacudiente, tan brioso, tan exhausto.
De ahí que, por fortuna, lo primero que quepa decir a propósito de LA CAZA es que sirve para que nos reconciliemos con el pulso narrativo y hurgador de Vinterberg. Su última producción nos devuelve el saber hacer de un cineasta poseedor de un estimabilísimo poder para concretar desasosiegos, puyas y lodos ambientales. LA CAZA, precisamente, indaga en una de esas trampas aviesas: esa que traza la maledicencia, la mentira convertida en dedo acusador con ganas de víctima indefensa que acuchillar.
LA CAZA nos traslada hasta un parvulario de una pequeña población danesa. En él trabaja Lucas, un antiguo profesor de instituto que, tras el cierre del centro escolar en el que desarrollaba su profesión, ha hallado en el parvulario un puesto de trabajo que le permite ganarse un sueldo y volcar su fervorosa vocación docente. El arranque del film es muy rico en datos sobre su personalidad y su biografía más reciente. Lucas es un hombre divorciado, que no mantiene una buena relación con su ex-mujer, pues, a través de una conversación telefónica, sabemos que aquella vive muy alejada de él y no le permite que vea a su hijo, Marcus, un adolescente que sí tiene deseos de mantener más contacto con su padre.
El meollo dramático principal sobreviene cuando una de las niñas del parvulario, Klara, hija además de un matrimonio perteneciente al círculo de amigos más allegados a Lucas, confiesa a la directora del centro que éste le ha obligado a cometer una serie de actos indecentes, rayanos en el delito sexual. A partir de ese momento la existencia de Lucas comienza a convertirse en un verdadero infierno, pues la circunstancia de hallarse en un pueblo en el que todos sus vecinos se conocen entre sí conlleva a que todos ellos decidan manifestar su ira de forma lacerantemente impía. Lucas se convierte en la diana de una ira colectiva que él no va a saber contrarrestar.
LA CAZA cuaja su impecable interés gracias a la sabiduría con la que Vinterberg maneja los mejores aspectos de un guión que, de forma poco evidente, dispone un soporte dramático que lucha en todo momento por alejarse de la zafiedad y la simpleza morbosa propia del telefilm. El primero de ellos, sin duda, la especialísima situación expositiva que procura el hecho fundamental de que el espectador, desde el primer momento, sepa de la inocencia del personaje principal.
Esta circunstancia genera en aquel una angustia que, además, está vehiculada con un afán más desconcertador que obsesivo. LA CAZA evita la confrontación desaforada procurando más un acercamiento analítico, sosegado, consciente, pues tiene el acierto de, por un lado, hacer mediar la figura del hijo de Lucas como elemento defensor del protagonista y como inesperado elemento sobre el que recaerá la violencia colectiva, y, por otro, la de privilegiar la personalidad desconcertada, absorta de Lucas ( un Mads Mikkelsen tensamente contenido, perfecto en la sobriedad con la que impone la acechada desazón que le sobreviene a su personaje) como lugar desde el que describir la mayoría de los hechos.
El film posee una primera parte excelente, en la que el personaje central queda descrito con toda pertinencia y en la que llama la atención la pasmosa sinceridad con la que está encuadrada la manipulación del personaje de la niña. Vinterberg se acerca a ella con una sobria concentración observativa que provoca que sean verosímiles las reacciones de los personajes aledaños, especialmente el de la directora del centro (impresionante la escena en la que huye ante la llegada de Lucas a su despacho). La película desprecia el suspense ante la veracidad de las confesiones de la pequeña en aras de aprisionar el sentimiento de furia injusta que cataliza la calumnia. La mayoría de las escenas tienen lugar en espacios cotidianos, en hogares: el monstruo de la colectividad colérica está inscrito con paciente, cercana, palpable verosimilitud.
LA CAZA, ha quedado dicho, procura el reencuentro con un director del cine al que en 1995 no augurábamos un periplo autoral tan poco estimulante. Lo mejor que podemos decir sobre ella es que permite albergar esperanzas sobre una próxima entrega en la que sea ejecutada una ceremonia cinematográfica tan sobresaliente como la que supuso CELEBRACIÓN.