Título original: After Earth
Año: 2013
Duración: 100 min.
País: Estados Unidos
Director: M. Night Shyamalan
Guión: M. Night Shyamalan, Stephen Gaghan, Gary Whitta
Música: James Newton Howard
Fotografía: Peter Suschitzky
Reparto: Will Smith, Jaden Smith, Sophie Okonedo, Zoe Kravitz, Isabelle Fuhrman, Kristofer Hivju, Sacha Dhawan, Chris Geere, David Denman, Monika Jolly
Productora: Sony Pictures / Columbia Pictures / Overbrook Entertainment / Blinding Edge Pictures
Nota: 0.8
Qué difícil nos lo está poniendo M. Night Shyamalan a quienes no cesamos de defenderlo de la barbarie opinada que, contra él, se viene vertiendo desde hace varios años. El director hindú lleva padeciendo un escarnio crítico que, seguramente, es uno de los más injustos que quien esto escribe ha observado en los últimos tiempos. No resulta de recibo que se desprecie de cualquier manera la sinuosa poética artesanal, clásica y rigurosa, con la que están resueltas SEÑALES, EL BOSQUE, LA JOVEN DEL AGUA o EL INCIDENTE.
El autor de EL PROTEGIDO se mueve escénicamente en las antípodas del despilfarro unidireccional, monocorde y asimilable que suele ser marca del cine comercial de las grandes productoras norteamericanas de nuestros días. Si a esto se le une el estar observado como el director de EL SEXTO SENTIDO (que-nunca-jamás-ha-sido-capaz- de-filmar-nada-parecido-al –final-de-ésta), ahí, quizás, tenemos las claves de ese injustificada manía persecutoria. La incómoda posición industrial de Shyamalan daría para un pormenorizado estudio que, ahora, no viene al caso.
Y no viene al caso, no porque no sea éste el lugar idóneo, sino porque las dos últimas producciones firmadas por él, como ha quedado dicho en el primer párrafo, parecen estar empeñadas en darle la razón a quienes comenzaron a encenderle la hoguera tras LA JOVEN DEL AGUA. El intento de situarse dentro del engranaje industrial hollywoodiense no puede nada más que calificarse de afrentoso. Shyamalan está siendo sometido a ese sangrante autotrasquilamiento de quien acude a por lana y sale depilado hasta de partes en las que la lana calienta mejor si forma parte de la muda gallumba.
A la horrenda memez de AIRBENDER, EL ÚLTIMO GUERRERO, una de las peores cintas de entretenimiento aventurero que se ha filmado nunca, le sigue ahora la inclasificable inutilidad de la presente AFTER EARTH, un film en el que a su evidente falta de interés le supera el enigma de su misma gestación; o, por lo menos, el interrogante de la presencia del hindú dentro de él: no resulta tarea fácil situar a un director de tan acreditada intuición narradora al frente de un relato tan pacato en aconteceres, tan lineal de desarrollo, tan escaso de riesgo y tan previsible en su resolución.
La película se sitúa en el terreno de la tan transitada ciencia ficción apocalíptica de nuestros días. Unos 1000 años después de que la Tierra haya sido abandonada por la población, una nave espacial regresa accidentalmente a su superficie tras sufrir los daños de una tormenta de meteoritos durante el traslado de una extraña fiera homicida que, aun siendo ciega, aniquila a los seres humanos porque es capaz de detectar el miedo que genera su sola presencia.
Del aterrizaje forzoso, únicamente sobreviven dos personas, un importante militar especialista en la caza de esa monstruosa criatura, y su hijo. El primero se halla malherido e incapacitado para el movimiento. Será por tanto el adolescente quien deba asumir la tarea de intentar recuperar los restos de la nave, entre los cuales se halla un emisor de señales que los salvaría de los enormes peligros que anidan en el planeta y de la segura amenaza del monstruo transportado.
El problema principal que el director no logra solucionar en ningún momento es la nula generación de atractivo que presenta esta historia creada por el mismísimo Will Smith (productor y co-protagonista también del ejercicio). Da siempre la impresión de que AFTER EARTH es el barato caprichito de papá Smith para el lanzamiento estelar de su hijo Jaden, actor sobre el que descansa la responsabilidad de incorporar al personaje omnipresente de la función. Shyamalan se somete flagelantemente a tan pobre operación artística.
Sucede que a la onerosa negación actoral de la familia de actores (papá e hijo están para aconsejarles que no vuelvan a salir del próximo video familiar que rueden en la cena de acción de gracias que los reúna en el dulce hogar), se le une la paupérrima ruptura de generación de expectativas de una historia que tiene apariencia de ser aventura espacial y tarda muy poco en evidenciar su rancia naturaleza de telefilm de superación de conflicto familiar, unívoco, manso y limpio de la más mínima tentación complejizadora.
Escénicamente, vuelve a ponerse de manifiesto que lo de rodar escenas de acción no es lo mejor que cabe desearle a Shyamalan. El hindú desaparece literalmente intentando solventar la papeleta. Además, la idea de rodar con cámara digital se torna en su contra por cuanto la excesiva planicie de la imagen fagocita la versatilidad inquietante y perturbadora que sí supieron ser concretadas en todas sus obras anteriores.
La superioridad de escenas de exterior le gasta una mala pasada a un director que ha sabido como pocos apurar al máximo la angustia de un personaje acorralado dentro de una estancia. Sólo la escena del ocultamiento de Kitai en un escondrijo tras quedar al albur de una segura congelación alcanza la intensidad que derrochaba multitud de escenas de, por ejemplo, EL INCIDENTE.
Dada ese palmaria falta de interés argumental y la desubicada impericia del realizador, AFTER EARTH se diluye flácidamente cual azucarillo de azúcar frente a un torrente de lava. Shyamalan vuelve a quemarse las manos. Esperemos que no le coja el gusto a ver pasada de chamusquina parrillera la credibilidad de una filmografía hasta hace pocas fechas digna de ser saboreada al punto.