Camille Claudel 10

Título original: Camille Claudel, 1915

Año: 2013

Duración: 97 min.

País: Francia

Director: Bruno Dumont

Guión: Bruno Dumont

Fotografía: Guillaume Deffontaines

Reparto: Juliette Binoche, Jean-Luc Vincent

Productora: 3B Productions

Nota: 4

Autor de una de las trayectorias más controvertidas del panorama actual del cine europeo (sus participaciones en los distintos certámenes a los que suelen acudir sus propuestas desatan enconados enfrentamientos, como ocurre, por ejemplo, con el austriaco Ulrich Seidl), el francés Bruno Dumont se atreve a explorar en la biografía de una de las enfermas más célebres de la historia artística de su país.

Nos estamos refiriendo a Camille Claudel, la escultora discípula de Rodin, hermana del dramaturgo y poeta Paul Claudel, quien, tras su fracaso afectivo con el primero, quedó presa de un grave trastorno mental, fruto del cual, por orden expresa de su familia, fue ingresada en un sanatorio mental del que jamás, pese a los desgarradores ruegos a su hermano, fue autorizada a salir. Allí murió, tras permanecer recluida entre auténticos discapacitados mentales durante treinta años.

La propuesta de Dumont es, hay que reconocerlo, muy arriesgada. El planteamiento frontalmente naturalista que propone, de entrada, tiene mucho interés. La película comienza con la presentación del personaje central ya dentro del sanatorio al que, contra su deseo, fue obligada a consumir su existencia. El francés obvia cualquier planteamiento historicista al uso: no nos hallamos frente a un análisis de las causas que condujeron a Camile hasta allí, sino a una crudísima observación de su estancia entre seres perturbados. 

Dumont, antes que cualquier asomo de biopic alguno, busca la contemplación de un cuerpo que clama su cordura rodeado de otros cuerpos sumidos en la más que evidente e incurable enajenación. El film se quiere experiencia, análisis de un comportamiento atormentadamente angustiado, choque de rostros, contemplación inclemente y abigarrada de la locura.
 La intentona, en un principio, no puede ser calificada más que de interesantísma, puesto que la severidad del experimento permite la pertinencia de ese incrusión ficiconada que trata de involucrarse en la subjetividad mancillada y exhausta de la artista. Dumont, más que la verdad histórica, trata de rescatar la verdad íntima que propina el conocimiento del personaje histórico.  Nos hallamos ante una aproximación casi clínica.

El problema es que CAMILLE CLAUDEL 1915 es un film agotado en el tan riguroso como escaso bagaje de su intencionalidad. No existe más que ese planteamiento. camille-claudel-11Cualquier otro propósito queda degradado a morbosa contemplación del llanto ficcionado de una actriz expuesta a la observación casi animalesca de su convivencia con rostros pertenecientes a enfermos auténticos. La mostración de la enfermedad mental se torna persistencia exhibida en la que no cabe hondura ni sutilidad. La película jamás abandona su ansiosa vocación sensorial y se estanca en la mera exposición de sus axiomas.

La perturbadora chispa que salta en el primer momento, cuando  el espectador toma conciencia de la cruda magnitud contemplativa  a la que es convocado, se consume ante la huera insistencia en la única coartada que exhibe el film: esa citada disputa corpórea entre fisicidades contrapuestas. Eso sí, si CAMILE CLAUDEL no concluye convertida en los harapos estancados que tolera el encono físico propiciado por la puesta en escena maquinada por el director galo, es gracias a la prestación impagable que le brinda una Juliette Binoche absolutamente entregada a la causa. El cúmulo de matizaciones, incertidumbres, fragilidades, exposiciones, tormentos y honestidades que impone la actriz no es, por desgracia, el mismo que se exige a la cámara que la encuadra. La riqueza de recovecos intuitivos de aquella no tiene parangón con la severa monotonía realizativa concluida por el director.

Dumont parece empeñado en rescatar el dolor de la humillada celebridad, pero termina hartando por exceso de obstinación. Entre lo insano y lo abyecto se dirime siempre una frontera que al francés le da mucho gusto saltar. Hay películas que terminan evidenciando el manicomio de quien las filma.

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