Título original: Warcraft: The Beginning
Año: 2016
Duración: 123 min.
País: Estados Unidos Estados Unidos
Director: Duncan Jones
Guión: Charles Leavitt, Duncan Jones (Historia: Chris Metzen)
Música: Ramin Djawadi
Fotografía: Simon Duggan
Reparto: Travis Fimmel, Robert Kazinsky, Ben Foster, Toby Kebbell, Dominic Cooper, Paula Patton, Daniel Wu, Clancy Brown
Productora: Universal Pictures / Legendary Pictures / Blizzard Entertainment
Nota: 0
Qué pena. Con lo falto que anda el cine hollywoodiense contemporáneo comercial de talentos que logren elevar el mediocre tono medio de vulgaridad iterada, sabida y memorizada, para que los pocos que logran esa grata concreción de lo brillante (dentro de los cánones siempre controladores, rancios, atentos únicamente al cálculo recaudador, de las productoras) se enfrasquen en productos que den al traste con las expectativas generadas con anterioridad. Confesémoslo con celeridad, para quienes confiábamos en el interesante hacer de Duncan Jones, WARCRAFT supone una severísima decepción, puesto que se propone como un catálogo de todas y cada una de las capitulaciones que, por ejemplo, había sabido sortear admirablemente con la notable CÓDIGO FUENTE.
Tras sorprender con MOON, en la que proponía una muy atractiva puesta al día de la ciencia ficción cinematográfica, solventando con inusitada, modesta pericia una elogiable propuesta, a conciencia concebida a contracorriente de los productos únicamente fundamentados en la estridencia de un diseño de producción abonado a la exhibición de efectos especiales, CÓDIGO FUENTE, al contrario de lo que cabría esperar, persistía en ese aferrarse a un producto en el que lo más importante era el desarrollo severo de la importante postulación principal. Pese a que el presupuesto manejado en ésta distase mucho del dispuesto para MOON, Jones permanecía fiel a la exigencia de manejar un guión ávido de ideas narrativas. De esta forma el ágil, complejo, arriesgado film protagonizado por Jake Gyllenhall terminaba convirtiéndose en un producto modélico, al dirimir un entramado argumental tan válido como empresa dirigida al gran público, como confirmador de la voluntad nada acomodaticia de su creador.
Nada de esto ocurre en WARCRAFT: esta anodina adaptación del popular videojuego se caracteriza precisamente por todo lo contario. Nos hallamos frente a un producto que sobresale por el acatamiento a lo visto, a lo esperable, a lo hacedero, en el que prima una absoluta, ramplona, dejada falta de ideas. Ni rastro del riesgo desmarcador de MOON, ni, lo que es más delusorio, del arrojo vibrante de CÓDIGO PUENTE, quizás, el referente al que, quienes la valoramos, esperábamos que hubiera servido de émulo creativo desde el que no rebajar el nivel de exigencia.
El film se plantea como una nueva muestra de esa ciencia ficción fantasiosa en la que el espectador es obligado a encontrarse con un confín ignoto, de clara referencia medieval, en el que van a sucederse todos los acontecimientos. En esta ocasión, se nos presenta a un paraje en vías de disolución. En él habitan diversas tribus de horcos. La progresiva demolición de ese ámbito por culpa de la nefasta influencia del caudillo todopoderoso, un villano con poderes demoniacos que, para evitar la extinción de la especie, obliga a todos sus súbditos a atravesar una gigantesca puerta mágica que los traslada hasta el tranquilo reino de Azeroth. Allí el caudillo no tarda en plantear la llegada en términos bélicos, de tal modo que la pugna entre humanos y orcos no tarda en acaecer. Sin embargo, no todos los orcos están dispuestos a acatar el designio impuesto por su mandatario. Esta tesitura acarreará consecuencias no previstas para los dos bandos.
El principal escollo de WARCRAFT es la absoluta falta de originalidad desde la que está planteada tanto su urdimbre narrativa como su planteamiento escenográfico. No cabía esperar del creador de MOON una apropiación del famoso videojuego tan dependiente de la cargante, abusiva trilogía de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS. Su propuesta parece estar gestada con el aliento puesto en los desperdicios memoriosos de aquella medianía exagerada, de aquel monumento a la vacuidad sobrecargada. El arranque del film, en ese sentido, no puede ser más calamitoso, puesto que la caprichosa ida y venida explicativa, contraproducentemente, en lo que abunda es en la desorientación y, sobre todo, en una trillada caracterización de los personajes que los condena a una simplificación de la que les será imposible liberarse.
Además de la infame impronta escenográfica (que apesta a ordenadorización, que es que es de ahorcarse con la tecla enter), Jones se muestra incapaz de solventar la vacuidad caprichosa de un entramado argumental atolondrado, refritoso, en exceso moroso al principio, y en exceso precipitado al final. Los cambios de posicionamiento de los personajes están saldados con talante dinosaurio, de tal forma que el conflicto subjetivo de alguno de ellos , en lugar de tormento dramático o noble argucia gestadora de un giro sorpresivo enriquecedor, lo que propicia es pasmo inconexo, rampante superficialidad de telenovela con feomas. WARCRAFT no se empeña jamás en superar su paupérrima condición de fiestuki para parroquianos de su consola. A ellos, únicamente a ellos, va dedicada esta basura impropia de un creador a quien deseamos una pronta recuperación de esta ceguera, esperamos, transitoria.