CDIGO FUENTE Portada

 

 

Título original Source Code

Año 2011

Duración 93 min.

País EEUU

Director Duncan Jones

Guión Billy Ray, Ben Ripley

Música Chris Bacon

Fotografía Don Burgess

Reparto Jake Gyllenhaal, Michelle Monaghan, Vera Farmiga, Jeffrey Wright, Russell Peters

Productora The Mark Gordon Company / Vendome Pictures / Vendome

Valoración 8

 

Con la más que atractiva Moon, hace tres años irrumpió en el panorama cinematográfico europeo el británico Duncan Jones. En ella, el joven realizador daba muestras inequívocas de una poderosísima voluntad nada acomodaticia. Su debut dejaba a las claras el alumbramiento de un cineasta dispuesto a sortear la alimenticia insipidez que abona lo previsible. Moon era arriesgada, era efectiva, era distinta y era perspicaz. Ahora, el hábil manejador de aquella  mental odisea en el espacio retorna a la pantalla grande con un nuevo proyecto que lo consagra, definitivamente, como un sobrio configurador de suspenses y angustias cinematográficas. Código Fuente está saldada con esa eficacia  diligente, tan cara hoy en día de paladear, que sólo está alcance de los humildes que confían plenamente en las posibilidades internas de la historia que les cae en las manos. Y la pellizcan, la retuercen y la flagelan hasta devolverla al espectador, convertida en un nítido artefacto de acelerada verosimilitud, todo él  enrabietado de electricidad descargada sobre retina ajena.

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Código Fuente vuelve a ser una correría en el terreno de la ciencia ficción. Sin embargo, todo su complejo planteamiento narrativo dista mucho de parecerse al manejado en Moon. La historia que la sustenta, pese a estar amparada también sobre un enturbiador componente subjetivo, es diametralmente opuesta. La espinosa autoimposición de una trama urdida en torno a un solo personaje, en la primera, deja paso, aquí, a una estrategia genérica más cercana, en principio, al thriller policiaco de ciencia ficción. Código Fuente nos presenta a un militar al que le es encomendada una sorprendente misión: la de introducirse en el cerebro de un hombre que acaba de morir en un atentado terrorista ferroviario. El protagonista debe investigar la autoridad de la masacre, aprovechando los recuerdos retenidos por el fallecido ocho minutos antes de que la bomba haya estallado. Concluido ese lapso de tiempo, la bomba oculta vuelve a ser detonada. Y él, de nuevo, a ser inquirido por sus superiores y a

Esta argucia temporal, junto con el ardid cerebral científico-ficticio impone una iterativa estructura escenográfica: el personaje principal accederá una y otra vez al escenario en el que han acaecido los hechos. Lo asombroso en Código Fuente es contemplar cómo Jones sabe sacar partido máximo a esa rutinaria premisa. De la espinosa dificultad hace valiosa virtud. La continuada irrupción en el mismo parámetro espacio-temporal no acusa el más mínimo amago de reiteración. Muy al contrario, la constante insistencia en ese dispositivo repetido lo que hace es alimentar la angustiosa intensidad que el film suda secuencia tras secuencia.

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El realizador consigue atrapar al espectador administrando soberbiamente la información que va reportando las apremiantes pesquisas del militar. De ahí que cada inmersión en el vagón del tren a punto de deflagrar, en la que se zambulle el personaje que interpreta con apabullante concentración un espléndido Jake Gyllenhaall esté impelida por una variante informativa que la hace distinta a la anterior. El riesgo de una previsible sensación de monótona reincidencia se torna inquietante variación progresiva. El urgido posicionamiento resolutivo del protagonista hace de catalizador, genera  la intranquilidad con la que está amarrado el sólido avance narrativo.

Y no sólo eso. La magnífica urdimbre de urgencias prestada por el guión, poco a poco, va a ir imbricando un entresijo mucho mayor al que debe ser solucionado. Conforme se va recabando datos en torno al posible pasajero terrorista,  otro elemento misterioso va adueñándose tenebrosamente de la narración: el que se va tejiendo en torno a la identidad del protagonista. A tal efecto cabe destacar la meditada escenografía  con la que se define la existencia “real” del militar. La sensacional secuencia de apertura nos lo descubre de inmediato nada más ha ocurrido la primera explosión. El habitáculo cerrado, oscuro, metálico, un poco asfixiante, nada cálido al que vuelve  tras  el estallido hace presagiar un destino oscuramente incierto. El acorralamiento que Jones impone a la tesitura personal de éste viene a refrendar la particularidad deslumbrantemente artesanal con la que está facturada la película en su globalidad.

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Código Fuente destila un modesto aire clásico. Está ejecutada con una punzante agilidad, evocadora de la genial eficacia opresiva  con la que el maestro Hitchcock remataba todos sus relatos cinematográficos. Resulta bien significativo, por ejemplo, que Jones sólo precise de una sola visualización exterior del descarrilamiento. Sólo la primera. Su apuesta por la intriga, por los giros narrativos imprevisibles, por la complejidad entendida como adentramiento en lo oscuro y por una expeditiva mostración de todos los hechos es mucho más que evidente. El creador de Moon abomina cualquier tentación grandilocuente enfrascada y vendida a una desorbitada exhibición de efectos especiales o a una explicitación dantesca de violencia. El suspense en ella es cuestión de ansiedad efervescente, noblemente horneada. Vibrante, ágil, entretenida y agudísima, Código Fuente se alza afilada y certera, cual latigazo para nuestra adrenalina. Déjense cortocicuitar la atención. Vale mucho la pena.

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