Título original: Lights Out
Año: 2016
Duración: 81 min.
País: Estados Unidos
Director: David F. Sandberg
Guión: David F. Sandberg, Eric Heisserer
Música: Benjamin Wallfisch
Fotografía: Marc Spicer
Reparto: Teresa Palmer, Maria Bello, Gabriel Bateman, Alexander DiPersia, Billy Burke, Alicia Vela-Bailey, Amiah Miller, Andi Osho, Maria Russell, Elizabeth Pan, Ava Cantrell, Rolando Boyce, Emily Alyn Lind, Lotta Losten
Productora: Grey Matter Productions / New Line Cinema
Nota: 4
Ocurre muchas veces que la idea de llevar al terreno del largometraje un exitoso corto no llega, ni mucho menos, a buen puerto. La mayoría de las ocasiones el resultado obliga a plantearse como inútil la existencia del primero. Las leyes impuestas por cada una de estas dos modalidades fílmicas son, de sobra es sabido, bien distintas. Evidentemente, todas ellas vienen supeditadas a la extensión temporal que caracteriza a ambas, ya que esa disimilitud en cuanto a minutos de duración define, en esencia, el tratamiento deparado al desarrollo de todos los acontecimientos convocados por la trama. Es imposible, en consecuencia, que con el mismo material expuesto en un cortometraje pueda concretarse un largo digno de aquel; de ahí que se recurra siempre a alargar, explotar, renovar la concatenación de aconteceres del primero dirimiendo novedades en el segundo. Claro está, la modificación consecuente a esta incursión de elementos no existentes en el original también acarrea efectos no secundarios, que, con frecuencia, no juegan a favor de la nueva versión. NUNCA APAGUES LA LUZ, por desgracia, los cumple todos.
Clama al cielo, por tanto, que, al concluir su visionado, se pueda leer que, entre los nombres que figuran dentro de su producción, se encuentre el de James Wan, sin duda, uno de los popes del cine de terror del momento. El creador de INSIDIOUS, cuando se pone en labores alejadas a las de sus quehaceres tras la cámara, parece rebajar mucho el nivel de exigencia con respecto a las obras que sí firma él. NUNCA APAGUES LA LUZ es buena prueba de ello, pues se sitúa, cualitativamente, muy alejada de la contundencia y el gusto por la solución narrrativa tan sorpresiva como pertinente, acreditados en INSIDIOUS o EL EXPEDIENTE WARREN. El film que ahora nos ocupa adolece de un simplismo y una reiteración completamente ajenos a la fértil observación que Wan dirime en sus cometidos personales.
NUNCA APAGUES LA LUZ, como ya he sido referido al principio, proviene de un pequeño cortometraje realizado por David J. Sandberg, el joven cortometrajista sueco que ha debutado en el terreno del largometraje de la mano, precisamente, de esta adaptación alargada de su pequeña obra. No resulta muy pertinente la comparación entre ambas, puesto que, lógicamente no se parecen en nada. El propio director ha declarado que, cuando filmó el corto protagonizado por Lotta Losten, su esposa (quien tiene una jugosa participación en el arranque del film –con diferencia, la mejor secuencia del largo-), por supuesto no tenía ninguna idea al respecto del origen del personaje femenino maligno. El corto, que apenas dura tres minutos, juega con cierto desparpajo la idea de la irrupción del pánico como amenaza siniestra sin explicación alguna, apostándolo todo a la atractiva idea de la aparición de una criatura terrorífica que sólo avanza hacia su víctima en la oscuridad.
El problema principal de NUNCA APAGUES LA LUZ (2016) es que todo ese alrededor no buscado en el precedente, en lugar de desarrollar la idea con interés, aportando novedades que ahonden y enriquezcan con noble turbiedad el planteamiento generatriz, lo que hace es domesticarlo, iterarlo con muy poco atractivo. La historia de esta criatura malvada que ataca a sus víctimas en el momento en el que éstas se quedan a oscuras dentro de su estancia, no siendo vista en el momento en el que la luz la inunda, y la de la familia que, durante años, la ha padecido al inferir aquella un particular encono enloquecedor contra la madre, no desarrollan con un mínimo de interés el cúmulo de expectativas creadas en la secuencia que le da inicio. En esta primera aparición se expone con efectividad el modus operandi de esta terrorífica figura femenina llamada Diana.
Tras ella, se involucra en la historia a los dos hijos de la poseída madre; Rebeca, que ha abandonado el hogar materno hace algún tiempo por evidentes desavenencias con ésta, y el pequeño Martin, que reclama su ayuda, su regreso al hogar tras saberse amenazado por Diana y percibir que su madre está degenerándose mentalmente por causa de la cercana influencia de la insaciable criatura del mal. Como hemos dicho, todo este andamiaje narrativo acoplado al corto inicial poco o nada aporta, pues en ningún momento cumple con las expectativas creadas en la secuencia del almacén de maniquíes en el que trabaja el padre, esto es, sus primeros cinco o seis minutos.
Todo en NUNCA APAGUES LA LUZ está cortado siguiendo el patrón del mero relleno, del estiramiento sin desarrollo matizado de su idea central, de la gris caída en lo esperable, de reproducir sin avance narrrativo consistente lo ya esgrimido. De nada sirven algunos buenos apuntes escénicos que tienen que ver con los distintos tipos de luces utilizados para contener el ataque de Diana: la peripecia familiar es absurdamente indigesta, no se explica con sensatez la existencia de Diana, ni, por supuesto, se aporta dato alguno sobre su relación en el pasado con la hija mayor. A la historia no le sienta nada bien el confinamiento en la casa familiar, puesto que obliga a una reiteración de apagones ya contemplados del todo nociva. Ni qué decir tiene, el retrato de los personajes es tan pacato como el entramado argumental. En definitiva, a fuerza de tanto darle al interruptor, NUNCA APAGUES LA LUZ se carga sus fusibles; es un film que se queda a dos velas.