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Con una exquisita e infrecuente puntualidad, Soleá Morente hizo su aparición en el Ram Club, el escenario inferior del Espai Rambleta (Valencia). Eran las 22.30, cuando la granadina hizo acto de aparición ante una sala, que, desgraciadamente, no estaba todo lo llena que requería la ocasión de asistir al primer concierto como solista de tan esperada creadora en la capital del Turia. Una pena, porque quienes no pudieron acudir se perdieron la oportunidad de disfrutar de una arrolladora lección de autenticidad, riesgo y fertilísima gresca fusionadora. Parada valenciana dentro de una importante  gira que tiene ese pretexto, Soleá acudía con el ánimo de dar a conocer el interesante trabajo discográfico  que presentó a finales del año pasado,  y que tan merecido, unánime  recibimiento positivo  ha acumulado desde su aparición por parte de la crítica especializada.

TENDRÁ QUE HABER UN CAMINO, así se llama el álbum,  viene a reivindicar a la mediana de los tres hijos del inolvidable Enrique Morente como una artista atrevida, sin miedo a los riesgos, pero que se adentra en ellos con mucho conocimiento de la miscelánea causa. En ese trabajo, transitado de una preclara vocación de contemporaneidad, quedan sonorizados ecos de raíces bien disímiles entre sí,  que ella tiene la osadía de arrimar a una fecunda ascua “indie”,  sin que el experimento devenga capricho roto en ningún momento. El álbum tiene la virtud de encontrar la equidistancia entre lo que quiere ser y la lejanía desde la que parte.

Se hacen indudables los efluvios provenientes de la herencia paterna, las vindicaciones al trabajo con Los Evangelistas, a su veneración por muchas bandas granadinas, al ansia por jugar, desconcertar con sumo respeto la usanza clásica, a su admiración por La Bienquerida, que le ha compuesto varios temas… Pues bien, el mejor resumen que se puede hacer del concierto es que toda esa ingente cantidad de reverberaciones que en el disco dan como resultado un más que curioso pop rock empapado de remozada hondura flamenca adquieren su más entusiasta, alumbrador y genuino sentido, cuando Soleá Morente y su banda le ponen las íes al trabajo disfrutándolo y haciéndolo disfrutar encima de un escenario. Desde luego, el del Espai Rambleta, la otra noche, vibró con la estupenda entrega de unos músicos y una solista que supieron sacarle el máximo rendimiento a un repertorio muy novedoso, hábil, que no puede dejar indiferente a nadie.Sole Morente 1.jpg

Rodeada majestuosamente de la banda que ha logrado aunar para esta gira (en la que encontramos a miembros de Pájaro Jack y Napoleón Solo), Soleá  salió dispuesta a defender con fiereza, encanto y  apasionamiento  la práctica totalidad de los temas de su preciado trabajo. No tardó nada en evidenciarse que posee, además de unos notables recursos vocales, un incuestionable dominio de la puesta en escena, pues no escatima adornar su voz con el gracejo armonioso de su cuerpo bailando al compás de la música de cada tema. Se evidencian impecablemente sus orígenes como bailaora. Los dibujos al aire con sus manos, la desenvoltura de sus muñecas,  la contundente presencia de su larga cabellera, los acompasados taconeos, el ensalzamiento de su figura con el ajustado pantalón vaquero…. Todos ellos se alían,  caracolean,  decoran  con ímpetu las modulaciones de los versos exclamados, matizando sin avasallar el buen gusto de su poderío cantante.  A tal efecto, no cabe sino calificar de clarificante el arrollador inicio del concierto de la mano de dos temas tan exigentes como CANTO IRLANDÉS y YO ESCUCHO LOS CANTOS.

 A partir de ahí, nos deleitó con SOLOS TÚ Y YO, ESTÁN BAILANDO, ARRÍMATE y otros cuantos más, exponiendo lo mejor de sí misma en temas como NOCHECITA SANJUANERA, VAMPIRO y ESO NUNCA LO DIRÉ. Con todo, dentro de un concierto en el que siempre mantuvo una pertinaz y desinhibida concentración frente a los micros e, insistimos, soberbiamente acompañada de unos músicos impecables, atentos, raciales, precisos, francos, gracias a los cuales el riesgo de una posible dispersión o un posible desequilibrio propiciado por lo variopinto del setlist escogido queda siempre evitado, no nos duele confesar que los momentos álgidos de la noche se lo llevaron ORACIÓN, LA CIUDAD DE LOS GITANOS  y ESO NUNCA LO DIRÉ. La fresca sencillez electrónica de TONTO fue un perfecto colofón a una velada ávida de fusiones y autenticidades. Hay que destacar la sensible honestidad de la intérprete al no excederse en la mención de la genial figura paterna. Por desgracia, la baba de Enrique Morente no puede ya caer frente a su hija. Sin embargo, el fértil amparo de su figura sigue emocionándonos gracias al magisterio ejercido sobre la honda e inquieta feminidad flamenca que lo persigue entre las cuerdas vocales de  Soleá Morente.

 

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