Sección: OFICIAL
Dirección: Severin Fiala, Veronika Franz
Guión: Severin Fiala, Veronika Franz
Reparto: Anja Plaschg, Maria Hofstätter, David Scheid, Natalija Baranova, Lucas Walcher
Nota: 7.5
Líneas valorativas:
La desesperación humana acaso sea una de las inclemencias psicológicas más abordadas por cualquier disciplina a lo largo de la historia de la creación artística. Para avalar su particular escrutación sobre este doloroso acuciamieto, este film rescata unos hechos documentados, que tuvieron lugar a mediados del siglo XVIII, en la Austria ignota, montañosa, alejada de las veleidades de la corte vienesa.
En ese ambiente desangelado, sucio, de esclava dependencia laboral agraria, inculto y arcaico, crónicas bien avaladas históricamente confirman este hecho: mujeres que deseaban morir cometían un asesinato para poder recibir confesión antes de ser ajusticiadas mediante decapitación. El suicidio estaba penalizado con el desprecio y el castigo eclesiástico del muerto en pecado, repudiado, sin administración de perdón alguno. La primera secuencia del film escenificará este proceder sobre una mujer que decide matar para que semejante flagelación eterna no ocurra.
La sustancia dramática del film analizará las consecuencias que la contemplación del cuerpo decapitado sobrevendrá sobre Agnes, una mujer casada, infeliz por la inacción de su marido, por la intromisión de su suegra en su vida cotidiana, por la aquiescencia de su familia ante sus quejas de abatimiento total, por la dureza de su día a día, en definitiva, por el peso de una inclemencia cotidiana irresoluble, incomprendida, callada hasta el tormento.
La película presta a este viacrucis existencial una sólida observación, fundamentada en la imposición de una escenografía de marcado carácter realista, tenebrosa, enfangada, forestal, que acierta a transmitir el magma acechado de putridez colectiva, religiosa, supersticiosa y señalante dentro del que se ahoga la voluntad de la protagonista. Acaso el relato sea excesivamente lineal y que ceñir de modo unilateral el peso de la focalización en Agnes desestima una atención más compleja al personaje del marido y al de la suegra.
La mostración de la violencia, tratándose de una producción de Ulrich Seidl, genera una aspereza tonal necesaria, y, pese a que podría haberse limado algún que otro destello de malestar corporal, empapa al drama con simbologías de marcada significación terrorífica. Este retrato de mujer encarcelada en una vida que ni desea, ni nadie hace esfuerzo alguno por aliviar está construido atendiendo a una profusa descripción individual, que, pese a no reivindicar originalidad alguna, sí sabe concretar una interesante justificación.
