The Fighter Portada 2

 

 

 

Título Original The Fighter

Año 2010

Duración 115 min.

País USA

Director David O. Russell

Guión Scott Silver, Paul Tamasy, Eric Johnson

Música Michael Brook

Fotografía Hoyte Van Hoytema

Reparto Mark Wahlberg, Christian Bale, Amy Adams, Melissa Leo, Robert Wahlberg, Jack McGee, Dendrie Taylor,

Productora Paramount Pictures / Mandeville Films / Relativity Medi

Valoración 8

 

 

Todos los que saludamos la magnífica solvencia narrativa de Tres Reyes,volvemos a reencontrarnos,  tras una serie de infortunios creativos de muy variada índole,  con su pergeñador, el estadounidense David O. Russell. The Fighter, así se titula su nueva y esperada producción, abunda en la garra blandida en aquella y, además, nos lo devuelve poniendo de manifiesto una madura solidez escénica, en la que no tardamos en percibir su adscripción a un clasicismo artesanal, por desgracia, hoy en día cultivado con esmero y hondura por muy pocos. Russell logra ese difícil equilibrio entre lo sencillo y lo espinoso, entre lo nítido y lo umbrío, que a otros muchos les cuesta caer en la simplicidad mal entendida o la tenebrosidad peor impostada.

The Fighter, en principio, entrega sus señas de identidad a ese subgénero tan reconocible como son las películas que delimitan sus coordenadas ambientales en ese universo bregativamente proclive al retrato de juguetes humanos rotos que es el del mundo del boxeo. Russell indaga en la biografía de Micky Ward,  uno de los más grandes púgiles de la pasada década, narrando las dificultades que tuvo que superar en los inicios de su carrera. Sin embargo, pese a lo codificado de su apariencia, el film se escora admirablemente hacia la búsqueda de una singularidad que lo distancia, sin hacer mediar alarde artificioso alguno, tanto de la trillada obra adscrita al film de guantes, ring, y k.o.  Técnico, como –y esto es lo más importante- de los tributos a pagar cuando de por medio, constitutivamente, se intenta emplazar una presunta biografía.

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Muy pronto advertimos una estrategia organizativa que el autor apura hasta sus últimas consecuencias. El elemento introductor de los personajes es un documental. Nos hallamos ante un suculento ardid escénico que nos pone en alerta sobre el tipo de acercamiento que va a ser empleado para observar a éstos. El film se inicia con el rodaje de un film documental sobre la figura de Dicky Ward, el hermano mayor de Micky. Se trata de un trabajo televisivo que él, Dicky, cree que va a versar sobre su trayectoria pasada en e l cuadrilátero. Dicky tuvo su momento de gloria unos años atrás, pero su toma de contacto con las drogas lo tiene convertido en el presente en un auténtico guiñapo, que a duras penas puede cumplir en su tarea como entrenador de su hermano pequeño.

De entrada, pues, dos son los factores que Russell impone para que su film cumpla con el cometido de intentar ofrecer algo sinuosamente distinto a lo esperado. En primer lugar, La mediación de la cámara documental dentro de la historia posibilita un crudísimo retrato de interior, que analizará frontalmente el nada apacible entorno familiar donde transita la habitualidad del protagonista. Y, en segundo, la importancia otorgada a la caótica figura fraterna. De ahí que, finalmente, el que va perfilándose es el calmo y fustigante acorralamiento de un boxeador, Micky, al que la lucha fuera del cuadrilátero le va a ser más tortuosa que la obligada, profesionalmente,  con los guantes puestos en un combate.

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En ese sentido, The Fighter resulta de una honradez nobilísimamente aplastante. Russell, realizativamente, logra estar a la altura de la magnificencia  de un material escrito atemperado, atento y siempre fiel al equilibrio de todas las partes estimuladas en su confección, pues sabe plegarse con delicada y briosa prontitud a la mirada siempre contenida, dubitante, calladamente lúcida y torturadamente abnegada que dirime la personalidad de Micky. El acierto de Russell consiste en emplear la actitud de éste como prisma certero desde el que contemplar el incómodo universo familiar retratado. A la acusada degradación física del hermano, hay que unir la severa captación a la que es sometida una figura esencial como la materna: la compleja conducta de Alice, elemento clave para comprender el estado de consentido abandono en el que se halla Dicky, queda expuesta con una tajante inmediatez sin que el espectador aprecie la más mínima tentación enjuiciadora. Russell, desde fuera de la ficción, actúa como la citada cámara introducida en el interior del relato: tratando de que los personajes se reflejen ellos a sí mismos.

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The Fighter, consecuentemente, no es un film “de boxeo” al uso. La iconografía propia de este género sirve de paisaje significador a un conflicto de cariz melodramáticamente humano: la insanía de un núcleo familiar obsesivo y reflejador del obcecado liderazgo profesional materno,  la descripción de la vulgaridad pueblerina enmarcativa, la individual toma de decisión de abandonarlo  y los conflictos íntimos que este acto liberador ocasiona, la sentida contigüidad de la insondable dependencia fraternal, y el mal admitido hallazgo de una oportunidad de salida encarnada por la irrupción de un personaje auténticamente decidido como el de Charlene, contribuyen a que estemos hablando de un film que es capaz de brindar al espectador un notable ejercicio de emotiva credibilidad dramática.

A semejante logro no le es ajena, ni muchísimo menos,  la entregada  implicación interpretativa de cuatro actores en estado de candente verosimilitud. La reciente gala de los Oscars ha recompensado como merece la labor de un sobrecogedoramente auténtico Christian Bale y el trabajo milimétricamente urdido por una inconmensurable Melissa Leo, a la que le toca bregar con la antipatía procazmente directa de un personaje capturado con necesaria e imparcial justeza. Sin embargo, me niego a concluir mi análisis sin hacer mención a la honda serenidad que desprende la unión en pantalla de una Amy Adams corajuda, tierna y belicosa, y de un Mark Whalberg que sabe dotar en todo momento a su personaje de la intensa y dolida discreción que lo caracteriza.

No pasen por alto la paciente pulcritud de este  film audazmente conmovedor.

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