Sombras Tenebrosas Cartel 1

Título: Dark Shadows

Año 2012

Duración 142 min.

País USA

Director Tim Burton

Guión Seth Grahame-Smith

Música Danny Elfman

Fotografía Bruno Delbonnel

Reparto  Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Helena Bonham Carter, Eva Green, Jackie Earle Haley, Jonny Lee Miller, Chloë Grace Moretz, Bella Heathcote, Gulliver McGrath, Christopher Lee, Ray Shirley, Alice Cooper

Productora Dan Curtis Productions / GK Films / Infinitum Nihil Production / Warner Bros. Pictures

Valoración 2.5

Lo peor que le puede ocurrir a un cineasta poseedor de un atractivo, genuino universo creativo propio es que éste acabe imponiéndose a su voluntad. Es decir, que la marca de la casa fagocite cualquier intentona que se aleje de los parámetros impuestos por esa singularidad: el creador atrapado en la cárcel de su estilo. Al, en tiempos cada vez más lejanos, excelente Tim Burton, su muy “burtoniano” cosmos no es que se lo haya fagocitado, es que le ha aplicado pena de mazo y mortero. El autor de EDUARDO MANOSTIJERAS, en la actualidad, es migajas de sí mismo. Un picadillo insípido de lo que otrora fue un sano delicatessen inimitable.

Conste que a quien esto escribe no le causa placer alguno ser testigo de la autoinmolación ombliguera de un tipo que ha regalado al Séptimo Arte maravillas del calibre de la antes citada o de ED WOOD. En tiempos de tanta masticable y uniforme mediocridad se hace muy necesario el buen estado de forma de cineastas capaces de escapar a tan extendida lacra. Burton, sin duda alguna, es uno de éstos, pues ha sabido concretar un “modus operandi” que le ha garantizado la consecución de ese sello de intransferencia, esa apetecible distinción exclusiva, que muchos otros no consiguen a lo largo de una extensa carrera.

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Sin embargo, hace ya varios años que el estadounidense no consigue levantar el vuelo de un doloso ensimismamiento. Desde el horrendo remake que perpetró sobre el clásico EL PLANETA DE LOS SIMIOS, Burton se ha engorilado en un constante e infecundo dejarse llevar, del que o no sabe cómo salir, o se haya conscientemente encantado de encantarse. La factoría Burton no hace el más mínimo esfuerzo –excepción hecha de los trabajos de animación y la formidable SWEENEY TODD- por escapar a una remolona parálisis, en la que cualquier atisbo de sorpresa parece vetado.

Para desgracia de quienes esperábamos un ansiado renacimiento, SOMBRAS TENEBROSAS, anda lejísimos de convertirse en el paso adelante desentumecedor que está necesitando su trayectoria. Antes, muy al contrario, la desahogada condescendencia con la que está concebida de principio a fin lo que hace es certificar que el callejón sin salida es cada vez más alto, y que él se muestra bastante perezoso en el intento de tratar de franquearlo. SOMBRAS TENEBROSAS es algo más que un film insatisfactorio: tiene visos de acta notarial que certificara un ya incurable agotamiento.

La película se quiere un sentido, nostálgico, reivindicador homenaje de una homónima serie televisiva de final de la década de los sesenta, de la cual Burton se declara rendido admirador. El protagonista del film es el personaje más importante y reconocido del serial emitido por la ABC, durante cinco temporadas, a partir del 27 de junio de 1966. Se trata de Barnabas Collins, un vampiro por condena, que vuelve a la vida, a la mansión que regentan sus herederos, siglo y medio más tarde de su enterramiento.

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Joven, adinerado y emprendedor, Collins es víctima de la maldición de una bruja que no soporta no ser la amada de aquel. De resultas, convertido en una intemporal criatura vampírica, el protagonista despierta en la Norteamérica de los años sesenta, proveniente del siglo XVIII, cuando la malvada autora de su maleficio, Angelique, intenta arruinar a sus inclasificables y aislados descendientes.

Se puede percibir claramente que la convocatoria amalgama ingredientes muy preciados al olfato estrambótico, disfuncional, infrecuente, oscuro y melancólico de Burton. Personajes estrafalarios, atmósfera gótico-tortuosa, saga familiar degradada y parodia vengativa confluyen en un itinerario argumental para el que el realizador dispone –como es normal en él- una hipnótica puesta en escena en la que decorados, maquillaje, vestuario, música y fotografía se hallan orquestados con una precisión impecable.

El problema es que, como ya le ocurrió en la olvidable CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE y en la fría ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS, a fuerza de remarcar, de subrayar, de cacarear su fascinante poder de construcción del plano, a Burton parece que se le olvida mimar a sus criaturas. El autor de PESADILLA ANTES DE NAVIDAD da la impresión de estar obsesionado en “burtonear” el acabado del producto, prescindiendo por completo del contenido del mismo. Sus films, uno tras otro, están pereciendo de pura inanición: son films con un excepcional envoltorio que es incapaz de esconder que dentro no hay alma.

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En SOMBRAS TENEBROSAS no hay un ápice del emotivo aliento lírico-apasionado que estremecía dentro de EDUARDO MANOSTIJERAS, no la hace avanzar la corrosiva diversión con la que estaba acelerada la descacharrante MARS ATTACKS!, ni aparece el romanticismo gótico-terorífico de SLEEPY HOLLOW. El film es una mera cita de multitud de referencias “burtonianas” ensambladas sin encanto para fascinación de fanáticos.

No es de recibo, por ejemplo, tras una escena tan poderosa como la de la salida del ataúd de Barnabas, que se desprecie esa vena sanguinolenta que irrumpe en ese momento. Es completamente anodina e insatisfactoria la contienda entre Angelique y el personaje principal. El núcleo familiar de la mansión está descrito a desgana, a brocha gorda, como por obligación. Las posibilidades cómicas del salto temporal al que es obligado el vampiro son desaprovechadas de forma flagrante.

En resumidas cuentas, esto es como ir a un restaurante famoso por su lechazo al horno. Tú pides un bacalao al pil-pil y el camarero te trae el lechazo argumentado que es insuperable. Tim Burton hace mucho tiempo que en su menú sólo tiene la especialidad de la casa. Le va a pasar como al camarero: que se lo va a comer él. Y de mala manera.

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