LTL
Sección: OFICIAL
 
Dirección: Huo Meng
 
Reparto: Wang Shang, Zhang Chuwen, Zhang Yanrong, Zhang Caixia, Cao Lingzhi, Zhou Haotian, Jiang Yien, Wan Zhong, Mao Fuchang, Yang Kaidong.

Nota: 9

Análisis valorativo:

Que la huella, el legado y el magisterio de un corpus fílmico tan abrumador e inquebrantable como el del maestro Jia Zhangke debiere servir de tutela a toda una suerte de exigibles tutelados al cobijo de semejante institución, cabría asumirlo como lógico, como necesario. Huo Meng, tras contemplar la apabullante LIVING THE LAND, no puede más que proponerse como líder de esa presunta generación de realizadores auspiciados por el creador de NATURALEZA MUERTA.

Su segundo largometraje procura una mostración de ingente, quirúrgica serenidad contemplativa. Desde esa firmeza excluidora de estridencias que pudieren zaherir la cauta e intensa densidad observacional  sobre la que queda atisbada la abigarrada acumulación de acciones cotidianas reflejadas, Huo Meng afronta la acerba responsabilidad que supone dar sentencia nada complaciente sobre la inercia mutante (mas aún regida según mandamientos seculares) que ha sacudido los cimientos produccionales de la agricultura china de las últimas tres décadas.

El film se abre con la voz de un niño. Se llama Xu Chuang y nos cuenta que sus padres lo han enviado a vivir al pueblo de su familia, sito en la vasta zona rural de ese país. También nos advierte de que su relato da inicio con el entierro de una de sus abuelas. Corre el año 1991. LIVING THE LAND traza, de la mano de esa mirada recién arribada, desconocedora, entusiasta y presta a integrarse, una pormenorizada panorámica sobre ese crucial momento de la historia económica china, en el que el fustigante proceso de transformación industrial promovido desde las más altas instancias gubernamentales salpicó, convulsionándolo en muchos frentes, al universo rural siempre remoto, siempre ajeno a las estipulaciones especulativas anidadas en las grandes urbes.

La película hurga en cómo los ecos de esa violenta ruptura con los tiempos anteriores afecto a los pormenores de esa habitualidad campesina: la tentación del traslado laboral al núcleo urbano, la rémora a una aceptación de la nueva maquinaria agrícola, la dureza de las condiciones laborales, el ominoso trato deparado a la mujer, el control de la natalidad impuesto, el represivo, inatajable peso de la institución familiar como célula al servicio de los imperativos morales heredados.

El milagro del film lo estimula, por un lado, la nula tentación superficializadora con la que está amalgamado semejante cúmulo de propósitos expositivos; de otro, la magistral, indescriptible, aliviante naturalidad con la que Huo Meng inmiscuye una puesta en escena nítida, meditada, de meticulosa verosimilitud etnográfica, aunque nunca documental, que sabe hacer frente, además, a la dificultad del gran número de personajes (cuatro generaciones de una misma familia) que van a ir apareciendo en plano. Campa, aportando fecunda agilidad descriptiva, la idea de hormigueo, de colectivo aislado, de ámbito geográfico tan amplio como preocupado en sofocar el menor atisbo de exigencia individual dinamitadora de esa paz labruega, pobre, indiscutida y obediente cual ganado de corral temeroso del ladrido del perro y del cayado pastor.

La tonalidad del film, lógicamente, irá variando según la mirada de Xu Chuang vaya dando síntomas de un conocimiento del lugar, paralelo, claro está, a un proceso de aprendizaje y madurez personal desde el que variará, a oscuro, a cruento, a impotente, el dictamen efectuado sobre la dureza emocional que lo atrapa sin remedio.   El alumbramiento personal del protagonista define el periplo tonal adscrito al buen número de pequeños acontecimientos colectivos escenificados. Entierros, partos, festividades, actos burocráticos, pedidas de mano, actividades agrícolas en grupo: de la mano de esta inercia grupal, LIVING THE LAND bascula entre la descripción entusiasta, costumbrista, acaso idealizante del inicio, impregnada del positivismo recién instalado del niño, hasta la cruenta, dolida, experimentada y luctuosa percepción de ese mundo, también principiada en los ojos del mismo chaval. Xu Chuang llora, sufre y asume ausencias. La impiedad del pretérito ancestral habitado en el presente exige el pago sacrificial de la deuda contraída solo con allí estar inmerso. La película es tan grande como el peso de esa inmisericordia arada, hecha fango, con paciencia de nicho.

Publica tu comentario en Facebook

 

Tag Cloud