Sección: OFICIAL
Dirección: Radu Jude
Nota: 8
Si hay un cineasta que ha emergido, durante la última decada, a base de pegar merecidos mazazos fílmicos sobre el inane cristal del panorama cinematográfico denunciativo actual, toda vez que puntales del cine con vocación social como Ken Loach o los hermanos Dardenne parecen agazapados en un rédito sin la virulencia de antaño, ese es, sin duda, el rumano Radu Jude.
El autor de BAD LUCK BANGING or LOONY PORN ha irrumpido con una autoridad apabullante, siendo ahora mismo una de las bazas más ansiadas de fichar por cualquier certamen internacional. Su cine es garantía de vitriolo, frontalidad, solaz e impiedad a granel, pero cocinados, todos estos elevados preceptos, en el punto perfecto de eficacia, de contundencia, de vigor.
Tras dos fundamentales entregas como sus dos obras anteriores, se da por sentado el interés generado por su última obra. Se titula KONTINENTAL '25, el rodaje duró 10 días y lo hizo con móvil. Semejantes circunstancias no han menguado un ápice la capacidad del rumano para coger las mandíbulas de sus personajes y las de sus espectadores, y dejarlas, a base de ostias, hechas sémola de colágeno y fosfato cálcico .
KONTINENTAL '25, al igual que el film citado en el párrafo anterior, hace, de la observación del periplo paseador de un personaje, el preámbulo espacial en el que situar la habitualidad de este. La profesora con furiosa vida sexual levantada de mañana, antes de saber que sus orgasmos circulan por internet da paso ahora a la andadura de un harapiento vagabundo, ebrio y de modales miccionadores en público. La cámara de Jude lo va acompañando hasta que llega a su mugriento hogar. El plano de detalle de un documento enviado por correo advierte de que pesa sobre él una orden de abandono del piso. Es un okupa. La operación de desahucio cae sobre él. Su respuesta a esta acción que lo condena al abandono del que ha convertido en su ilegal refugio es trágica: un suicidio que nadie puede evitar. El film se centra, a partir de ese momento, en el acorralamiento perseguidor que Jude emprende, ejecuta sobre otro personaje: la mujer encargada burocráticamente de emprender el cumplimiento del mandato institucional que obligaba a sacar de la casa al hombre que ha decidido pagar con su cuello colgado la deuda municipal contraída.
Jude decide contarle a esta cumplidora Orsolya lo que vale el peine de su vigilancia. El cineasta rumano se ensaña de modo despiadado con la conciencia de la que, a partir de la violenta defunción, se va a convertir en la protagonista del morrocotudo acorralamiento ético que le va a caer encima.
Mediante largos, atosigadores planos fijos, macizos como los ladrillos de este edificio fílmico, construido por el autor de DO NOT EXPECT TOO MUCH FROM THE END OF THE WORLD, el film no tarda en proponerse como vitriólica pedrada cinematográfica, hormigonada con la intención de amasar una brutalista denuncia sobre el dramático problema de la vivienda, estallado, desde hace años sin que nadie parezca empeñarse en su solución, en esta Europa llena de carteles con edificios en construcción al alcance de quienes lo compran para alquilarlo a un precio muy alejado de ser módico.
Siete peajes confesores. Confesores siempre del mismo cargo. Siete rostros encargados de comerse la vomitona llorica, derrumbada, ahíta de tímpano aliviador de la sobredosis de conciencia antisuicidios que asalta a la escrupulosa con la ley protagonista de este calvario fijo e inclemente. Jude se porta con esta pobre mujer con la conciencia practicándole guillotina moral igual de tajante que ella con el cadáver que no esperaba. El encuadre escogido tiene solemnidad, fijeza de ladrillo con la arcilla muy notaria de la penitencia cerebral encuadrada. Se nota siempre el fragor sonriente de las manos de cemento armado con el que Jude convierte en piedra de mampostería al craneo de esta mujer tan rumana ella.
El único pero de la función lo supone el recuerdo aún muy reciente de sus dos obras anteriores. KONTINENTAL '25 se disfruta tanto como ellas, pero no se sitúa al mismo nivel complejizador, inesperado, maestro del absurdo y la polisemia disfrutado en ambos manjares cruentos. Esta es más mazacón, más monolítica, menos ornamentada de sutilidad expositiva. Igual de cruel, pero más basta en el remate. Hay asomo de reiteración y desnivel en la sucesiva aparición de escuchantes. De todos ellos, la palma de entusiasmo y arrollamiento se la lleva el exalumno repartidor: de morirse fachada abajo. En fin, no llega a la maestría de lo ya por él entregado, pero a Radu Jude le seguimos comprando un piso.
Berlinale 2025: KONTINENTAL '25 de Radu Jude
