Sección: OFICIAL
Nota: 5
Ucrania sigue doliendo. Es comprensible que la cruenta circunstancia bélica por la que está pasando ese país se haya convertido en uno de los focos principales del género documental europeo actual: continua siendo uno de los mandatos inherentes a ese capital apartado del arte cinematográfico el de dar cuenta, análisis y esclarecimiento sobre las noticias que, en los telediarios televisivos, son despachadas con escaso tiempo y espacio informativos para un abordaje desarrollado con la profundidad necesaria.
La joven documentalista ucraniana Kateryna Gornostai propone en TIMESTAMP un acercamiento al conflicto bastante alejado del tipo de mostración televisiva al que nos tiene acostumbrado la premura, el impacto, la simultaneidad propias de ese medio. En este su último trabajo, el objetivo es analizar la situación del alargamiento de la disputa, focalizando la escrutación en el modo en el que está afrontando el trágico litigio el mundo escolar. La institución educativa aprehendida como testigo físico y emocional de una guerra que, en muchos casos, no le ha respetado ni la sagrada neutralidad que otorga la esencia de un especio dedicado a la imprescindible formación cultural de los niños y jóvenes integrantes de todo colectivo humano. Como hospitales, como edificaciones religiosas, etc, los bombardeos enemigos no han hecho salvedad alguna en su intento por someter la independencia del estado ucraniano. Los centros escolares de territorios atacados han sido pasto de la barbarie invasiva.
Durante más de medio año, Gornostai recorrió diversas ciudades ucranianas grabando la habitualidad adaptada a la guerra de algunos de los centros educativos sitos dentro de ellas. El material obtenido en grabación es ordenado en pantalla sin la mediación de voz narrativa alguna. Solo un mínimo cartel que refiere el nombre de la ciudad y la distancia que separa a esta con respecto al frente de guerra es emplazado como única información inscrita más allá de la proporcionada por el hecho encuadrado en cada momento.
El film se quiere puzzle aportador de visibles contundencias dramáticas. La cámara es muy profusa en la contemplación de alumnado de todas las edades, situaciones propias de la actividad escolar, profesores en el cumplimiento de su labor, centros distintos y, sobre todo, impactos de la guerra en cada uno de ellos. La distancia con respecto al espacio en el que tiene lugar la batalla se torna dato fundamental. La primera conclusión que se saca según avanza el metraje es terriblemente lógica: cuanto más cercana está la ciudad al frente bélico, mayor es el daño ocasionado, mayor es la dificultad para persistir en el funcionamiento diario, mayor es el cúmulo de protocolos protectores improvisados para defenderse de un ataque sorpresa.
La observación es variadísima y se torna virtud digna de tener en cuenta la decisión de la realizadora de no privilegiar contenidos violentos propios de la devastación aledaña. El uso de contemplaciones de mismos hechos (una ceremonia de graduación, por ejemplo) en espacios geográficos distintos basta para que el espectador se haga cargo de las consecuencias del conflicto que pretender ser sacadas a la luz.
Sin embargo, al resultado final del film le pesa sobremanera una evidente reiteración de acciones observadas. La realizadora, en aras, quizás, de un reparto igualitario de tiempos se equivoca al detenerse en demasía en los espacios no afectados por los bombardeos rusos. El interés decae cuando la normalidad exhibida se convierte en pasaje sabido, aportador de nula novedad. TIMESTAMP se pierde en una prudencia expositiva morosa e iterada. Por ello no está a la altura del interés que genera su punto de partida.
Berlinale 2025: TIMESTAMP de Kateryna Gornosta
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