D B

DESTROYER 

DAN’S BOOGIE 

Merge Records 

Nota: 6 

Comentario: 

Dan’s boogie contiene, en suma, lo peor del indie. Temas alargados innecesariamente, voces mal proyectadas e impostadas, abuso de los sintetizadores... aspectos que, aun así, tienen su público y sus adeptos. De todo hay en aquella viña, a pesar de la insistencia del “vocalista” por imitar el estilo de canto de Lou Reed. Como él hay unos cuantos que adolecen de esa manía en esta industria, qué pesadez. En este caso concreto, además, declama los versos con una dejadez insufrible. Sin embargo, el contenido lírico y lo que resulta de algunas instrumentaciones salvan del naufragio al disco de la banda Destroyer. Por otro lado, cuando se limitan al fácil y efectivo soft-pop, la sensación es otra, puesto que esas pistas se dejan oír con menor molestia.  

The same thing as nothing at all comienza con bajo, batería y unos sintetizadores amplios. Al poco se unen la guitarra eléctrica y un piano que ejecuta arreglos. El conjunto recordaría a la introducción de Mind games de John Lennon, solo que más descontrolada. La letra es surrealista, funciona bien a secas. La canción, en definitiva, podría durar menos. Hydroplaning off the edge of the world consta de batería, guitarra eléctrica, bajo y coros. La voz, por su parte, sigue empeñada en molestar. La lírica, en otro orden, oscila entre la aflicción y el humor absurdo. A continuación, The ingoramus of love, habla del desencanto y el amor perdido. Suenan piano, voz, batería y un sintetizador etéreo.  

El tema homónimo versa sobre el arrepentimiento y la alienación, con un tono irónico y melancólico. La instrumentación es la misma que en el corte anterior. En Bologna, sobre una ambigua despedida, participa una cantante que, aunque no era muy difícil, mejora vocalmente lo presente, Fiver. Los sintetizadores son los protagonistas a todos los niveles; ritmo, armonía, arreglos, melodías, etc. I materialize es la pista más corta, con una duración de menos de un minuto y medio. El piano y el sintetizador acompañan una escueta narración sobre el aislamiento. Sun meet snow es la única ocasión en la que la voz principal ejerce un buen desempeño. Junto al piano eléctrico, declama una lírica sobre la fugacidad de las relaciones, mediante imágenes oníricas y surrealistas.  

Cataract time es una reflexión sobre el desgaste emocional que provocan la rutina anual de las giras. Oímos en estos ocho minutos, la batería, un sintetizador y, a la mitad de tema, un saxofón. Obviamente, para lo que ocurre, la canción dura demasiado. Tal vez bandas como Wilco le hubieran sacado más partido a la extensión. Finalmente, Travel light habla de la libertad y el escape. Únicamente aparecen aquí la voz doblada y el piano.  

En conclusión, Dan’s boogie fracasa en muchos aspectos, pero lo exigente de las metáforas surrealistas que albergan las letras y los colores que aportan algunos sintetizadores cuando se quieren usar bien, con mesura y buen sentido del sonido y la ecualización, hacen que la escucha merezca la pena. En el sentido estrictamente musical, exceptuando el partido que se le saca a veces a dichos teclados, deja bastante que desear. La voz, como se ha dicho, no ayuda. De hecho, convence, exclusivamente, en una sola canción de las nueve que componen el álbum. Quizás hubiera ayudado el aumento de la presencia del piano, pues, en sus contadas apariciones, supera al resto de los instrumentos presentes.  

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