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Dirección: Gerard Oms

Reparto: Mario Casas, David Verdaguer

Soberbio, sensible, afirmado debut cinematográfico este MUY LEJOS de Gerard Oms. En modo alguno parece que nos hallemos frente a una primera obra. El riesgo interrogante, la arrojada tesitura subjetiva, la austeridad de elementos relatores, el hondo calado introspectivo sobre el se fundamenta el abismado trayecto personal trazado dentro de ella, la estricta ausencia de los titubeos o las excesivas pretensiones propias de una carta de presentación en el terreno del largometraje abundan en una madurez escrutatoria propia de un realizador afianzado en una fecunda veteranía.

MUY LEJOS propone el itinerario de una desaparición subjetiva que, en tanto que ruta hacia lo ignoto, asume también el incierto rastreo desorientativo de una fuga, de una escapada acaso impelida por una secreta ansia de redención. La película nos presenta a un personaje que decide aparcarse de sus afirmaciones, de sus apariencias, de sus imperativos y de los dictados supuestos a una existencia arrastrada hacia esa lapidaria convención que es el mandato esperable.

Durante un viaje a Utrecht con motivo de una contienda futbolística, un joven hincha del RCD Español decide tirar su documentación personal a una papelera. Su padre y hermanos vuelven a Barcelona. Él se queda en Holanda. Al día siguiente, sin papeles algunos que acrediten quién es, sin pedir ayuda a su familia, como impelido por un inescrutable deseo de partir desde un cero aislado de su pasado, decide buscar trabajo, quedarse en Holanda sin explicitar justificación alguna. El film inicia en ese momento un doble itinerario: uno físico, realista, urgente e impulsivo, que atenderá a los movimientos del personaje por lograr una supervivencia que apenas tarda en refrendar una áspera crudeza inmigrante; otro secreto, inescrutable, de incesante naturaleza individual, adentrada e interrogatoria, que se esforzará por asaltar la coraza de misterio impuesta por la decisión tomada por el protagonista. Por qué se ha quedado? Qué busca? Qué motivos le han llevado a dejar su cómoda vida en España para convertirse en un ser acuciado por los terribles problemas que han de soportar los extranjeros sin papeles que malviven en las cañerías de una Europa incapaz de convertirse en destino con la dignidad facilitada?

El éxito de esta espinosa empresa asumida por Oms se fundamente en el sutil equilibrio con el que sabe apurar hasta el máximo estas dos rutas. La extrema vigilancia física que la cámara dirime para dar buena cuenta del itinerario al que obliga la habitualidad extranjera decidida por Sergio sabe, al mismo tiempo, ahondar en la cerrazón desahogativa de aquel, así como estar atenta a los mínimos destellos informativos que determinadas reacciones del personaje central pueden ser asimiladas por el espectador en calidad de respuesta al interrogante desde el que parte el film.

El debutante realizador catalán dispone una visceral y tajante puesta en escena que cabría catalogar de cauta, febril heredera de las mejores obras de los hermanos Dardenne. La áspera persecución omnipresente a la inercia apremiante emplazada por el relato se arroga la categoría de único emplazamiento posible desde el que acometer la vigilancia y la escrutación de la tesitura protagónica. Mediante el seguimiento inclemente y comprensivo para con ese quiebro al camino previsto que se convierte en elemento desencadenador del desconcierto personal convertido en germen del artefacto narrativo de la película, esta supura en todo momento un verismo de ardua naturaleza documental.

Oms aleja su posicionamiento observador de la más mínima impostura. La encrucijada redefinidora que parece empujar a ese nuevo Sergio surgido desde el eclipse escapatorio improvisado está perfectamente adecuada al marco espacial que la acoge. De ahí que el laberinto de confusiones sobre el que deambula la dubitativa, parca, incansable firmeza exhibida por aquel se articula como prisma a través del cual se sabe descerrajar una agria, pesimista, incierta sentencia sobre los problemas migratorios, de identidad, xenófobos, explotadores y combustionados que arrastra esta Europa del siglo XXI, onerosamente aferrada a la burocracia administrativa como única respuesta a esta terrible realidad.

La implicación de Mario Casas, en contra de lo que se pudiera prever, es demoledora. El actor responde con una solvencia inesperada al lógico prejuicio de la inclusión de un actor de sus características, sobre el que va a pesar la responsabilidad de poner el rostro a un personaje que se zambulle en un anonimato doliente, redefinidor e indagativo. El trabajo de depuración interpretativa del famoso intérprete corre parejo al atajo de introspección renacedora que se aplica el personaje en la ficción. Como este, el actor se marcha de sí mismo para encontrarse en una honda fragilidad, en una espontánea franqueza que hace estallar por completo los prejuicios de su arriesgada elección. Casas respira la vidriosa humildad que Oms precisa para que MUY LEJOS alcance la rabiosa exactitud que la huye por dentro.

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