Dirección: Celine Song
Reparto: Dakota Johnson, Pedro Pascal, Chris Evans,
Nota: 6
Comentario:
El peso de un debut tan exitoso como el de VIDAS PASADAS debe haber condicionado mucho la definición final del segundo largometraje de Celine Song. Aquella mucho más que notable apropiación de los códigos propios de la comedia romántica clásica reveló la capacidad de su creadora para adentrarse en ese género desde el respeto, el conocimiento y, fundamentalmente, desde una sibilina voluntad de reformulación. VIDAS PASADAS deparaba un frágil compendio de encuentros y desencuentros amorosos habidos entre dos condenados al afecto mutuo de por vida, resuelto con delicada elegancia conmovedora, y, sobre todo, conminando a asumir el romanticismo no como un corpus inasequible al tópico, sino como fértil marco genérico abierto a una necesaria mirada refundacional.
En ese sentido cabe apreciar MATERIALIST como una vuelta de tuerca de ese empeño de la realizadora por persistir en la investigación modernizante del género romántico, pero de la mano de un proyecto que no está concebido en modo alguno como una tentadora operación fundamentada en mimetizar la originalidad de aquella modélica estrategia renovadora, sino siendo implementado de una autonomía, en principio, fecundamente disímil. Si en VIDAS PASADAS la química amorosa era planteada como un magma perenne, irracional y cierto, en MATERIALIST es desmenuzada en calidad de algoritmo, de menú a la carta, de cálculo de probabilidades, de, en definitiva, matemática de autoconveniencia.
El romanticismo en la era del Tinder o es culto al requisito o no es. MATERIALIST viene a ser una suerte de cuento todo él encaminado a esta moraleja. El arrebatamiento amoroso clásico reconvertido en cumplimiento de un cuestionario. La chispa amorosa encendida de subito reniega de cualquier atisbo de azar, de sorpresa o de espontaneidad. Ahora es un pacto de agenda, un estallido flamígero preprogramado, un delirio con pitido de microondas. Nadie mejor que la infalible Lucy para sacar tajada laboral y económica de esta burocracia afectiva consistente en hallar la media naranja mediante intermediario ofrecedor de productos humanos del agrado de quien acude a requerir sus servicios, esto es, el catálogo a medida de posibles candidatos a amor bien sintonizado. MATERIALIST no es sino el relato de los modos y maneras de una fría, pertinaz, exitosa casamentera a quien el destino le va a apremiar con exprimir al máximo su conocimiento en la materia para ser este aplicado a su propia coyuntura personal.
Esta bifurcación de premisas estructura el film. Por un lado se acude a los diversos acaecimientos derivados del ejercicio de la profesión de su protagonista, y, por otro, al seguimiento del dilema amatorio que le sobreviene a Lucy: elegir entre un apuesto, ricachón de modales exquisitos, del que cae rendida tras conocerlo en una boda, y una ex-pareja suya, actor de montajes de bajo presupuesto, camarero a tiempo parcial, que la sigue amando, pero cuya cuenta bancaria está muy, muy lejos de cumplir con los planes que la protagonista exige a su confortabilidad.
El principal obstáculo que la realizadora no atina a solventar como debiere es la fructuosa armonización entre ambos senderos argumentales. MATERIALIST resulta casi siempre forzada, renqueante. La yuxtaposición de las dos líneas narrativas descritas no revierte ni fluidez ni enriquecimiento mutuo. El retrato nada complaciente, calculador, poco escrupuloso que perfila la observación de la protagonista mientras se aplica a las estrategias de su quehacer profesional apunta a una profundización que se paraliza al verse supeditada a liderar la trama afectiva de hombre rico/ hombre pobre adjuntada sin la sutilidad exigible. Digamos que este superficial, tosco conflicto amoroso no está a la altura de la rigurosa inmisericordia materialista con la que está caracterizado el espléndido personaje central, defendido por Dakota Johnson con una eficacia tan contenida como rica en matices inquietadores.
Song, es cierto, vuelve a mostrarse como una realizadora dispuesta a inmiscuirse en unos riesgos muy superiores a los que su ardua ligereza atisbadora aparenta exhibir, entre ellos, la sugerente vindicación de la comedia romántica clásica norteamericana más afilada (el cuidado puesto en los diálogos es prueba de ello) de los años treinta y cuarenta. Sin embargo, se muestra incapaz de conseguir que la suma de las tesituras situacionales urdidas prendan la chispa de una cadencia y de una afinación que MATERIALIST ansía, pero no logra desempolvar de su chistera.