Una Mujer En Africa Portada

Título original White Material

Año 2009

Duración 105 min.

País Francia

Director Claire Denis

Guión Claire Denis, Marie NDiaye

Música Stuart Staples

Fotografía Yves Cape

Reparto Isabelle Huppert, Christopher Lambert, Nicolas Duvauchelle, Isaach de Bankolé, Adèle Ado, Michel Subor, William Nadylam

Productora Why Not Productions / Wild Bunch

Valoración 8.5

La carrera cinematográfica de Claire Dennis comenzó en el año 1998 de la mano de Chocolat. Desde entonces hasta ahora ha rodado más de una decena de títulos. Sin embargo, y pese al apreciable reconocimiento crítico internacional que la acredita, Una Mujer en África es el primer film que ha encontrado hueco en nuestras pantallas. En fin, nunca es tarde, si la dicha es ésta, porque lo que primero que cabe hacer es saludar este hecho en calidad de verdadero acontecimiento cinéfilo. La obra de Dennis constituye uno de los conjuntos creativos más coherentes que ha logrado estimular el panorama europeo de las dos últimas décadas. Su extraña sinceridad mostrativa ha ido consolidando una desasosegante mirada autoral. Una de esas rotundas trascendencias, tan caras de hallar hoy en día, que vivifican ese anhelado objeto de alcance que es la posesión de un estilo propio.

Para quien no tenga conocimiento alguno de su obra -quien esto escribe se reconoce afortunado por haber podido ser espectador de las soberbias L´Intrus (2004) y 35 Rhums (2008)-, la presente Una Mujer en África, impecablemente, puede servirle como magnífico ejercicio de acercamiento al especialísimo universo creativo de la cineasta. La película concentra de forma inclementemente intensa la mayoría de las obsesiones que gravitan sobre el resto de hechos fílmicos que lo conforman. Y, lo que es más importante aún, imbricando nítidamente el esquivo afán escénico mediante el que ha logrado concretarlo. En Dennis, la forma lo es todo. Pero no como objetivo, sino como instrumento mediante el cual modelar su propósito. El modo que privilegia su particular gramática visual se somete alumbrativamente a la tarea de inmiscuirse deslizantemente en el meollo sensorial de los mundos dramáticos que explora.

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De este modo, su forma jamás es envoltorio. Que no acuda a contemplarla quien espere el más mínimo encuadre postal, turístico o embellecedor. La densa fiereza que impregna el contenido de todos sus planos rechaza de pleno cualquier atisbo de superficialidad. La solución realizativa que depara a la mínima historia que da soporte narrativo a sus obras se torna pulsional declaración de principios. La cámara no coopera jamás en que el espectador contemple, sino en que intuya, en que se deje imbuir de todas las sensaciones enormemente físicas que Dennis persigue captar, atrapar y, finalmente, liberar de esa aprehensión recién apuntada. La francesa funda su metodología en una sesuda, tajante, dinámica inconcreción descriptiva, en la que los seres humanos no son finalidad definida mediante un retrato clásico de personajes, sino elementos intensificadores de un malestar superior del que no saben escapar nunca, y que es el que interesa a la autora.

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Las primeras imágenes de Una Mujer en África –barata, descansada traducción de White Material- nos dan de bruces con ese estilo. Imágenes nocturnas, mudas, un tanto fantasmagóricas, que no se esfuerzan por remitirnos a un sitio concreto, pero que trasladan al espectador al peligroso corazón ignoto y degradado de África. Un animal que corriendo cruza una carretera, unos rostros que penetran en una estancia iluminada mediante una linterna, el descubrimiento de un hombre muerto, unas máscaras de madera, un joven blanco con el cabello rapado encerrado en una habitación ardiendo… Tras estas pinceladas en apariencia inconexas, un plano diurno nos descubre a una mujer que corre por esas tierras deshabitadas e inhóspitas. Logra alcanzar un autobús lleno de pasajeros. La película escenificará el cúmulo de hechos recordados por ésta: los atroces y anunciados acontecimientos que la han conducido hasta ese trance urgente y desesperado. La oscuridad, cierto aire de intrusismo asaltante, el fallecido descubierto, el humo de un posible incendio… El mínimo prólogo previo a la aparición de la mujer hace presagiar una inminencia poco venturosa al final de esa evocación. Y por tanto, también, al del viaje.

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Una Mujer en África es un virulento prodigio cinematográfico en el que, sin proponerse jamás un previsible afán denunciante, documental o expositivo, acaba por quedar perfilado radicalmente el infierno de ese ámbito geográfico. El caos, la explotación, la sinrazón, la violencia, la corrupción, la locura y la barbarie translucidos, evidenciados gracias al prisma ofuscadamente opaco de una mujer que dirige una plantación de café durante los días sangrientos de una guerra civil. Dennis investiga en ese apocalipsis aduciendo crudísimamente un pesimismo ambiental que su cámara recoge sin que asome hálito de esperanza alguno. Su aproximación a un entorno que no le es ajeno en absoluto es, mucho más que el de una denunciante, el de un notario que se aproximara a dar fe de una patología ética ancestral, interminable, seca y escampada como la tierra que pisan los personajes.

El hombre y la barbarie racional de su propia miseria degradante. África, esa moral imposible. Dennis hurga en aquel enclave explosivo sin intentar enjuiciar frontalmente el caos indómito y asesino del entorno. No hay un análisis de la situación. A la autora no le interesa indagar en causas. Lo que contempla el espectador es una soberbia exposición sobre la maraña emocional, afectiva e incierta en la que ha acabado convirtiéndose las interrelaciones personales allí urdidas. Una sinuoso, nada complaciente inmersión por la sombra desapacible contra la que éstas parecen condenarse. Una radiografía extensiva, inasible y severa de una locura social avistada cual peste imposible de atajar. No ha de extrañarnos, pues, que el acercamiento a la terca protagonista cercene la más mínima posibilidad de esperanza. Dennis nunca se apiada de ella: la inmiscuye en su observación sin privilegiarla. La soluble rigidez  que impone la siempre magistral hostilidad interpretativa de la gran Isabelle Huppert se ciñe a esa mujer rigurosísimamente.

Una Mujer en África, inconmovible demostración de una realizadora valiente y contumaz. Lo dicho, nunca es tarde si la dicha es cine verdad.

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