The Green Lantern Portada

 

Título original The Green Lantern

Año 2011

Duración 105 min.

País Estados Unidos

Director Martin Campbell

Guión Greg Berlanti, Michael Green, Marc Guggenheim, Michael Goldenberg

Música James Newton Howard

Fotografía Dion Beebe

Reparto Ryan Reynolds, Blake Lively, Peter Sarsgaard, Mark Strong, Tim Robbins, Angela Bassett, Temuera Morrison, Jay O. Sanders

Productora Coproducción EEUU-Austrlia; DC Comics / Warner Bros. Pictures

Valoración 3

 

 

Otro espanto que nos llega del tebeo. De tanto ver superhéroe trasladado a la gran pantalla, vamos a acabar por ponerle viñetas hasta al papel higiénico. Yo ya le imagino vida voladora alternativa  incluso a la taquillera con nietos del cine de verano al que voy toda mi terrícola existencia. En los últimos tiempos, el listado de criaturas todopudientes con malla que han sufrido trasvase  desde su formato de papel originario al pantallazo cinematográfico comienza ya a adquirir contundencia  histérico-multitudinaria  de cola de espera en primer día de rebajas de enero.  A Hollywood ya sólo le queda un comic por adaptar: esa criatura postmutante, capaz de todo lo posible y todo lo comprable,  que se llama Paris Hilton. El problema de esta abundancia de puñetas en la quinta galaxia es que el saldo verdadero parece que sea el gusto espectador: cada vez hay menos margen a otros cines que, por vetados, estos sí, parecen remotos.

Desde luego, este juicio no lo origina aprensión  alguna a este tipo de operaciones. Ni muchísimo menos. No se puede estar en contra de que el séptimo arte beba de según qué fuentes. Entre otras razones, porque lo ha hecho  desde su más tierno origen. Lo que genera prejuicios son los riesgos que conlleva toda sobreexplotación de una fórmula reiterada.  Carga el exceso, no el producto en sí mismo. Pierde toda gracia aquello que surge amparado al cómodo control de la moda establecida. Y, además, de resultas, lo que acaece es que esa misma moda se muestra permisiva en exceso con la manufactura  que le intenta cumplimentar el dictado. Entendámonos,  que lo peor de un hallazgo, de un filón, de un hecho artístico original no son sus propios defectos, sino la manga ancha engendradora de socorridos calcos.

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Y para muestra este botón de color aceituna. GREEN LANTERN es, directamente, una de las insulseces más prescindibles que ha traído la moda de poner en movimiento a todo lo parido en comic. Su desahogada razón de existir no se debe más que al subirse al carro de esta exitosa variante galáctica del añorado  cine de aventuras. Este clásico de la editorial DC, creado en la década de los años cuarenta, pero que alcanzó su esplendor en un replanteamiento que tuvo lugar en el año 1959 de la mano de John Broome y Gil Kane, no es más que una insípida respuesta a la apabullante entrada en el mercado de los héroes de la competencia. Esto es, de la Marvel. Al del anillito verdoso lo han sacado a volar para plantarle cara a toda la tropa editorial enemiga con peli (CAPITÁN AMÉRICA, IRON MAN, THOR), pero apenas sí se han dignado a revisarle las costuras en el traje a su desaborida medida.  Y  al pobre mío le han hecho un roto increíble, que ni la camisa de Hulk cuando se cabreaba en Masa.

Estamos  de acuerdo en que resulta del todo imposible pretender que siempre se  alcance la talla deEL CABALLERO OSCURO. Dibujitos hay muchos,  mas sastres como  Nolan  solo uno. Pero, al menos, sí que debiera ser exigida la seriedad con la que, por ejemplo, estaba concebida y saldada la notabilísima X-MEN: PRIMERA GENERACIÓN. En la comparativa con el film de Mathew Vaughn, GREEN LANTERN cambia de tonalidad cromática hasta volverse rojo rubor o escarlata frivolidad.  Contra todo pronóstico, Martin Campbell , el realizador encargado de dosificar el amodorramiento, nada puede –o quiere- hacer por dotar de la más mínima hondura a un material escrito tan complejo como el cuaderno de caligrafía preescolar de Bob esponja.  Cuesta reconocer en esta apología de lo estrictamente mondo un  mínimo atisbo del brío reconstructor con el que el neozelandés supo determinar la soberbia CASINO ROYALE.  Tampoco una pizca de la socarrona versatilidad acreditada en LA MÁSCARA DEL ZORRO.

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En GREEN LANTERN todo fluye atendiendo a esa molesta mansedumbre que es el  abono al lugar común. El film narra la transformación todopoderosa de Hal Jordan, un valiente piloto de pruebas al que un Green Lantern moribundo le entrega un anillo. Su posesión le otorgará una serie de portentosos poderes, entre ellos, lógicamente, el de volar,  y también el de hacer surgir en sus manos, cual extensión gadget,  cualquier objeto defensivo que precise.  Los Green Lanterns son una especie de ejército extraterrestre que vela por la paz intergaláctica. Un ente malvado llamado Parallax amenaza con hacerla añicos. Hal se convertirá en el baluarte de la humanidad, asumiendo el mandato defensor de los Green Lantern.

La película es uniformemente escueta y previsible.  Le cuesta arrancar: hay un exceso explicativo en toda la primera parte. Nada en ella busca escaparse a una mera contraposición del bien contra el mal. Ni el retrato de los personajes, ni las argucias del guión, ni los elementos mínimamente humorísticos luchan por intentar aportar algún hallazgo novedoso que justificara la realización del producto. Campbell, por ejemplo, pasa de puntillas por el aprovechamiento de la mentada facultad transformativa de Jordan; ésta, sin duda, daba para el planteamiento de alguna que otra diversión.

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Ryan Reynolds parece que esté posando para un anuncio de maquinillas de afeitar, pues su expresión está apurada al máximo; es decir, al grado cero: Para hacer de Hombre Espinaca, más vale que se hubiera quedado en el nicho de BURIED observando el brote de la malva. Metidos en raíces, sólo cabe destacar que el único elemento reseñable es un personaje al que se le va poniendo progresivamente careto de bulbo: el hijo de un turbio senador que, infectado por cadáver  del Lintena Verde que le da el anillo a Hal, padece una progresión enfermiza y pustulosa, completamente inversa a la que aquel demuestra tras saberse ungido por la joyita del dedo. Desde un punto de vista escenográfico, resulta poco simpática la estética y el diseño de producción maquinados para la cosa. Y para colmo de males la película atufa a “corta y pega” del clásico SUPERMAN  de Richard Donner.  Conclusión:  Penita de tanto verde, para quedar olido a marrón.

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