Capitan America Portada

 

 

Título original Captain America: The First Avenger

Año 2011

Duración 125 min.

País USA

Director Joe Johnston

Guión Christopher Markus, Stephen McFeely

Música Alan Silvestri

Fotografía Shelly Johnson

Reparto Chris Evans, Hugo Weaving, Hayley Atwell, Tommy Lee Jones, Sebastian Stan, Stanley Tucci, Toby Jones, Dominic Cooper, Neal McDonough, Richard Armitage, David Bradley, Kenneth Choi, Natalie Dormer, Derek Luke, JJ Feild, Bruno Ricci, Samuel L. Jackson

Productora Marvel Studios / Paramount Pictures

Valoración 7

 

Dentro de este despótico verano de supereminencias revenidas del espacio, “petardformers” en tercera ronda y anheladas defunciones “pottadoras” a la séptima, iba siendo ya hora de que se nos obsequiara con un poquito de cordura. En tiempos en los que  pintar de color moco a un tío para que vuele y llamarlo El Linterna ya basta para formalizar la validez y la complejidad de un héroe, pedir cordura significa implorar que, al menos, no le aticen marrón virulento a nuestra inteligencia. Sí, ya sé que es exprimir a la baja el significado de la palabra cordura, pero es que el asunto no está, ni mucho menos, para que nos pongamos puristas con los conceptos de rango superior. Cinematográficamente hablando, el humano espectador del siglo XXI o acepta pulpo como animal de compañía, o va a la sala de proyección mentalizado a que el único ojo a satisfacer es ese que no sabe lo que es la luz.

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Definida cordura, por lo tanto, como mal menor, cabe confesar que, si ese anhelo de no “francotirar”  nuestro juicio viene forjado con una historia potable, urdida con un mínimo de coherencia indagativa y hecha prosperar dando cancha a algún que otro elemento sorpresivo, pues mejor para el aburrido canto de nuestros dientes. Si, además de esto, vamos advirtiendo que el avance  argumental está aliñado con un saludable sentido del humor, con alguna que otra una íntegra alusión evocativa y con un nada delirante sentido del espectáculo… Ya, vamos… es que los cantos de nuestros conformados dientes se nos ponen a rechinar, gozosos, hechos ardorosa vorágine Rita Moreno, el número central de WEST SIDE STORY.

Bueno, pues toda esta confabulación de mínimos vibra dignamente en la esperada adaptación cinematográfica de una de las criaturas más célebres de la Marvel. Contra pronóstico, EL CAPITÁN AMÉRICA puede ser catalogada de eficaz producto limpiamente evasivo. El historial del hombre encargado de trasladar a imágenes en movimiento las andanzas primeras del personaje imaginado en el año 1941 por Joe Simon y Jack Kirby en 1941 no hacía presagiar la disfrutable fluidez con la que está saldada la operación. A Joe Johnston le debemos truñones del tamaño CARIÑO, HE ENCOGIDO A LOS NIÑOS, de dimensión JUMANJI y de hediondez EL HOMBRE LOBO: esa colmillable peli, en la que Benicio del Toro parecía estar asesorado por el fracasado controlador facial de Nicolas Cage.

Sin lugar a dudas, EL CAPITÁN AMÉRICA acaba convirtiéndose en el mejor film de su autor. Y la verdad es que el proyecto no era nada fácil de estimular. Quizás el mayor acierto de Johnston sea el de saber sacar partido a la mayor dificultad impuesta por un héroe del cómic, perfilado humanamente con las características del presente. De sobra conocido por todos, el protagonista de EL CAPITÁN AMÉRICA no es un superhéroe al uso, sino un soldado dotado con una poderosa fuerza en él inoculada, consecuencia de un plan científico-militar auspiciado por el ejército norteamericano. El héroe no es, en esta ocasión, un salvador planetario y todopoderoso llegado de una lejana galaxia, sino un ciudadano corriente de la Norteamérica angustiada por la inminencia de la 2ª Guerra Mundial.

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De ahí que sea más que pertinente toda la jugosa descripción que se hace del personaje en su inicio. Toda ella va encaminada a indagar en los orígenes del personaje y a concretar la particular modestia de su configuración heroica. Además, Johnston comienza ya a gestionar en ellas el ágil, desprejuiciado y calculadamente irónico posicionamiento realizativo desde el que va a ser capaz de llevar a buen puerto su cometido. La endeblez de Steve, su indesmayable empeño por alistarse en las fuerzas armadas, el encuentro con el científico creador de la fabulosa inyección, las reticencias del coronel encarnado por Tommy Lee Jones, la confianza que manifiesta Peggy Carter, la aguda progresión en el tortuoso, para él, adiestramiento, son apuntes que, junto con la inserción de planos tan significativos como ese en el que vemos a Steve defenderse de su muy superior rival con la tapa del cubo de basura –quedando así anunciado el escudo característico del personaje- van alimentando una trama a la que no se le puede acusar de facilona, y que sortea cómodamente posibles maniqueísmos patrioteros adscritos a la pomposa nomenclatura con la que está bautizado el personaje central.

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Certera prueba de ello es la inclusión, pasado el primer tercio, de un arriesgado tramo en el que se da testimonio de la dimensión pública del protagonista. La película deviene, ahí, una lúdica revisitación de la mucho más agria BANDERAS DE NUESTROS PADRES, de Clint Eastwood. La narración se solaza inmiscuyéndose en una nada insignificante reflexión sobre la naturaleza intrínseca de la construcción de un héroe. De alguna manera, la mentada humanización del protagonista es refrendada como elemento distanciador y diferenciante del resto de las criaturas cómic volcadas al celuloide. Quizás, por ello, Johnston se esfuerce por una brillante ambientación bélico-histórica, no realista y de clarísimas referencias cinematográficas.

Resulta francamente encomiable contemplar la destreza con la que es invocado el género aventurero-bélico. Concretamente en el que acabó convertido el corpus adscrito a la confrontación con el enemigo nazi, durante el final de la década de los sesenta y el principio de los setenta. Toda la secuencia del asalto al tren en marcha y la entrada del Capitán en la fortaleza de Hydra saludan  con pertinencia a hitos de ese subgénero tan sugestivos como EL DESAFÍO DE LAS ÁGUILAS, de Brian G. Hutton. Aquí radica lo más valioso de este meritorio film: en lo esencialmente artesanal de su construcción. La eterna lucha del bien contra el mal no está enarbolada como única coartada argumental, sino que queda muy manifiesta la intencionalidad enriquecedora de todo el equipo artístico. De resultas, entretenimiento, espectáculo y el mínimo común exigible a una producción merecedora del bote mediano de las palomitas.

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