The Artist Portada


Título Original The Artist

Año 2011

Duración 100 min.

País Francia

Director Michel Hazanavicius

Guión Michel Hazanavicius

Música Ludovic Bource

Fotografía Guillaume Schiffman

Reparto Jean Dujardin, Bérénice Bejo, James Cromwell, John Goodman, Penelope Ann Miller, Missi Pyle, Malcolm McDowell, Ed Lauter

Productora Wildbunch / La Petite Reine / Studio 37 / La Classe Américaine / JD Prod / France3 Cinéma / Jouror Production / uFilms

Valoración 8


Un inusitado espejismo retrospectivo llegó, sin ser aguardado, al pasado Festival de Cine de Cannes. Tras el encendido de luces posterior a su primera proyección para la prensa especializada, inmediatamente se supo que habría de convertirse en una de las experiencias cinematográficas del año. Los medios de comunicación dieron buena cuenta, ese día, de la gratísima sorpresa que causó un proyecto, en los albores del siglo XXI, con el cinematógrafo cumpliendo mucho más de un siglo, de tan insólita concepción.

La trayectoria anterior de su creador no invitaba a esperar dicho hallazgo. Y pese a ello, Michael Hazanavicius, sin que nadie la esperase, mediante THE ARTIST, ha venido a proponernos un insólito viaje espectador: nada más y nada menos que trasladarnos a la época en la que el arte cinematográfico debía buscar tácticas expresivas, dotándose de unos modestos prodigios técnicos, entre los cuales aún no se hallaba la facultad sonora.

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THE ARTIST es muda. Muda y, además, en portentoso blanco y negro. El director galo viene a reivindicar esa autonomía creativa, de la que hubo de dotarse a sí mismo el cine para forjar su particular idiosincrasia. Hazanavicius se pone a la altura de las encrucijadas expresivas que, film a film, en constante progreso, lograron solucionar los viejos profesionales que elevaron a rango de creador artístico superior el incipiente oficio de cineasta.

La película viene a ser una notable exclamación afirmante y evocadora; al cine, le da su particularidad la capacidad de esculpir el movimiento mediante una imagen: hubo un tiempo en el que el cine no precisaba el sonido para emocionar a los espectadores, y, por lo tanto, también hubo un tiempo en el que éstos no lo necesitaron, ni para ser conmovidos, ni para entender lo que se les proponía.

Éste es el propósito máximo del film: proponer a un espectador actual (ya se sabe, un espectador avezado, experto en las últimas tecnologías) la grandeza remota de un tiempo en el que un arte recién nacido ya fue capaz de consolidar –para muchos teóricos e historiadores, de llevar, incluso hasta la cumbre- su propia autonomía, su propia pertinencia.

Lo formidable de la ocasión es que Hazanavicius ha sabido vigorizar su tentativa mucho más allá de su interesantísimo punto de partida intencional. Esto es, la validez de THE ARTIST hay achacársela a lo seriamente que está construida por dentro. Desde sus antiguos títulos de crédito y su formidable escena de apertura, queda bien expuesta la solidez configurativa con la que se valida.

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Resulta francamente significativo que las primeras imágenes del film sean las de un film que, posteriormente, mediante un espléndido travelling de retroceso, está siendo visto en una abarrotada sala de cine. Cine dentro del cine, que evidencia esa naturaleza investigativo-celebrante que da sentido a THE ARTIST.

Esa magnífica apertura sirve además para, de forma absolutamente precisa, describir dos aspectos bien distintos: de un lado, la ingenuidad aventurera con la que estaba concebido el cine más comercial de la época (las películas seriadas: aquellas que protagonizaba siempre el mismo actor y personaje, envuelto en una peripecia distinta), y, de otro, la importancia social que en la década de los años veinte adquirió el consumo de las obras producidas por la industria de la época.

Resulta admirable la planificación de la secuencia, pues permite acercar al espectador actual hasta el entorno espacial en el que era disfrutado el hecho físico de ver cine: esa gran sala, ampulosa, recargada en su ornamentación, llena de palcos, en la que es destacado de inmediato un elemento de jugosísima significación teórica. El mentado movimiento de cámara en retroceso, que sale del film proyectado en la pantalla, lo primero que presenta es el foso de la orquesta que, en directo, interpreta la partitura de la banda sonora del film proyectado.

El rescate documental de aquella época empieza, por lo tanto, por poner en evidencia que la música, pese a que no estuviera incorporada al material de celuloide, sí era un elemento presente en la proyección. No es casual, por lo tanto, esta concatenación de planos. Hazanavicius sitúa a la orquesta justo después de la imagen muda del film. El montaje de situaciones preconiza el núcleo historicista que va a desarrollar el entramado dramático-argumental del film.

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Porque THE ARTIST es, después de esta sentida operación, en muchos sentidos, rememorante, un precioso melodrama romántico, con una formidable primera hora, en la que cobra primerísima importancia un delicioso tono festivo, todo el impelido por un placentero aire de comedia clásica.

La historia de la relación entre un exitoso actor de cine, que no sabe calibrar la fuerza imparable del sonido, y una joven actriz desconocida que, por el contrario, sí va a saber adaptarse a la revolución de ese hallazgo técnico, servirá de soporte humano para toda esta reflexión histórica sobre el desarrollo del Séptimo Arte.

Hazanavicius regala, además de la de apertura, secuencias tan extraordinarias como las que describen el acercamiento entre los dos protagonistas. Especialmente memorables dos momentos tan lúcidos , desenvueltos y disfrutables como la escena en la que la joven bailarina responde a los movimientos de baile del actor tras una cortina de atrezzo y, sobre todo, la de las diferentes repeticiones que tienen lugar en el rodaje de la película en la que coinciden.

En definitiva, una propuesta elegantísima, sabia, amena, novedosa y brillante, que sabe sacar máximo partido a la  osada idea motriz que la genera. Un regalo entrañable para todos los amantes del cine verdadero.

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