Título El secreto de sus ojos
Año 2009
Duración 126 min.
País Argentina
Director Juan José Campanella
Guión Juan José Campanella, Eduardo Sacheri
Música Federico Jusid, Emilio Kauderer
Fotografía Félix Monti
Reparto Ricardo Darín, Soledad Villamil, Guillermo Francella, Pablo Rago, Javier Godino, José Luis Gioia, Mario Alarcón, Mariano Argento, Kiko Cerone, David Di Nápoli
Productora Coproducción Argentina-España
Valoración 8.8
El nuevo proyecto de Juan José Campanella ya está concluido. El realizador da un brusco giro creativo a su carrera, pues se trata de un film de animación. Se llama METEGOL y narra un historia enmarcada dentro del mundo del deporte rey. Con motivo de la reciente exhibición del tráiler, en slithersmusiczine.com hemos creído conveniente reivindicar su sobresaliente film anterior.
Tras el éxito descomunal de EL HIJO DE LA NOVIA, la filmografía del argentino Juan José Campanella había ido decreciendo en interés hasta estrellarse en propuestas tan calamitosamente melifluas y rijosas como la insostenible LUNA DE AVELLANEDA. Nos hallábamos ante el discurso agotado de un creador empeñado en calcar un patrón, ya visto para sentencia de odio y extinción por machacamiento iterativo con ñoñería alevosa.
Urgía, pues, un giro alumbrador, un necesario viraje, una reformulación discursiva destinada a aliviar esa atrofia creativa por la que muchos autores merodean sin querer advertir. Milagrosamente, EL SECRETO DE TUS OJOS vino, hace tres años, a confirmarnos algo más que la solución a esa tozuda parálisis. La nueva propuesta de Campanella nos obsequia con ese embeleso inesperado que es el hallazgo de la emotividad hecha virtud, construida con el coraje del diestro.
Con respecto a su trayectoria anterior, lo primero que llama la atención es la apuesta evidente por un cambio genérico radical. Campanella decide hacer una incursión en el terreno de la intriga. EL SECRETO DE TUS OJOS es una película que fundamenta su devenir narrativo en torno a una pesquisa.
Un funcionario judicial recién jubilado, para aprovechar su mucho tiempo libre, decide enfrascarse en la labor de la escritura de un libro. Mediante éste, se atreverá a retomar un dramático suceso que conmocionó su existencia pretérita: el asesinato no resuelto de una joven, que él se hubo empeñado baldíamente en dejar zanjado.
El film bascula, pues, entre la fluidísima mixtura de dos tiempos bien distintos. Pasado y presente se funden, además, en otra tesitura de índole más frágilmente íntima: el reencuentro con la mujer a la que no supo jamás cómo confesar que la amaba.
Suspense argumental titilado de ese romanticismo exquisito que solo estalla en el vidrio vacilante y mudo de las pupilas de los buenos personajes, la trama de esta obra sabe encauzar el vigor de su elegancia estructural, sirviéndose de una superlativa dosificación de las claves sobre las que respira la tersa intensidad de su urdido, alienante misterio.
Se diría que el director es el primer interesado en escapar de sí mismo. EL SECRETO DE TUS OJOS evidencia un “mea culpa” corrector realmente significativo. Campanella se rinde ante una férrea, escrupulosa narratividad, en un positivo intento de blindar al film de la blandura coral en la que había derivado su propuesta anterior.
De ahí que esta historia de tiempos complejamente retornados se halle bien pertrechada de elementos narrativos que impiden aquella parálisis verborreica. Éstos no cesan jamás de alumbrar giros argumentales, fluidísimamente incrustados en un sosiego escenográfico impuesto por el punto de vista del personaje posibilitador de la investigación principal.
Benjamín Espósito, el veterano empleado del Juzgado penal, el elemento desencadenante de la búsqueda y del regreso, estimula una melancólica dureza a la inercia de un relato que, gracias a la particular tesitura sentimental que éste arrastra calladamente, no se aferra con obstinación al thriller histórico-político que va desvelando.
La implicación de índole personal que mantiene en silencio el personaje incorporado por Ricardo Darín no criminaliza la trama en su globalidad. El enigma policiaco va encauzándose sin ser el punto de confluencia esencial. La revelación de datos en torno al ultraje asesino cometido sobre la muchacha corre pareja a una intentona afectiva que corrompe emotivamente una posible pureza policial.
De la fusión del conflicto amoroso implícito, rescatado, suspendido dentro de ese espacio ansioso que describe los entrecruces de miradas entre Espósito e Irene Menéndez, y la investigación reabierta por el primero surge un núcleo narrativo que somete limpiamente las virtudes fílmicas del autor de EL NIÑO QUE GRITÓ PUTA. El film se hace entonces reconocible a la obra de su rehabilitado firmante.
Campanella amarra con nítida soltura esa confluencia de melancolías, revelaciones y tenebrosidades que dispone la arquitectura interna de su hipnótica historia. El espectador no siente incomodidad alguna en el posicionamiento que dirime la complejidad resultante. El realizador aplica un espléndido trabajo artesanal, del que aleja cualquier veleidad estrambótica o cualquier reflexión de índole autoral.
Colaboran a la consecución de este nada fácil empeño, la precisión irónica y camarada de unos diálogos socarronamente argentinos, la vivaz imbricación de un humor no distorsionador de la sobriedad escénica generalizada (memorable el trazado borde, cercano y cínico que caracteriza a la relación de amistad habida entre Espósito y el inolvidable Sandoval), la voracidad reconocible de un suspense milimétrico y malsano, la oscuridad ambiental enmarcadora del espacio transitado (los interiores del juzgado, la nocturnidad de los trasiegos etílicos de Sandoval), el desasosiego recóndito que supura el trasfondo histórico en el que está inmerso el pasaje rememorado (intensísima la escena en el ascensor, donde el acusado saca su revolver) y la excelencia vivible, sentida y calma de una labor actoral más que conmovedora.
Ricardo Darín, Soledad Villamil y DarioFrancella erizan el límite de la pantalla física hallándole el alma a unas criaturas ajustadísimamente descritas por un material escrito tan sólido como vibrante.EL SECRETO DE SUS OJOS abraza, exige, reivindica un clasicismo que el cine contemporáneo parece olvidar o excluir muchas veces de su prospecto. Así le va.
Los personajes de esta excelencia deciden volver a citarse para solucionar un conflicto que no supieron solventar en una estación de ferrocarriles. Ustedes no hagan lo mismo. Súbanse a éste vagón. El tren de la nostalgia anuncia con él una partida irrenunciable al confín de los buenos tiempos: aquellos en los que lo fundamental era contar una historia. Déjense conducir hasta el final, porque es bajará en una estación llamada “Como las de antes”. Mucho más que soberbia, sobre todo era necesaria.