Título: Red State
Año 2011
Duración 82 min.
País USA
Director Kevin Smith
Guión Kevin Smith
Música Varios
Fotografía Dave Klein
Reparto Michael Parks, Michael Angarano, Kerry Bishe, Nicholas Braun, Kyle Gallner, John Goodman, Melissa Leo, Kevin Pollak, Stephen Root, Matt Jones, Cooper Thornton, Kevin Alejandro, Marc Blucas, Ralph Garman, James Parks, Betty Aberlin, Jennifer Schwalbach, Patrick Fischler, Damian Young, Anna Gunn
Productora The Harvey Boys / NVSH Productions
Valoración 6
A mediados de los noventa, el debut de Kevin Smith fue saludado por la joven crítica cinematográfica con un estruendoso reconocimiento. CLERKS (1994) hizo que el joven realizador estadounidense fuera considerado unánimemente como el adalid del nuevo cine independiente norteamericano.
El paso del tiempo, con posterioridad, ha ido certificando que las expectativas depositadas mediante aquel fresco y desinhibido primer largometraje fueron algo más que excesivas. La trayectoria de Smith, tras él, ha dibujado una indesmayable, morrocotuda línea descendente. Una tras otra, el resto de sus producciones no han hecho sino evidenciar que su valía fue nada más que presunto manjar, sólo reconocido por fanáticos con ansias de hallazgos postmodernos.
PERSIGUIENDO A AMY (1997), DOGMA (1999), JAY Y BOB EL SILENCIOSO CONTRAATACAN (2001) o UNA CHICA DE NEW JERSEY (2004) son obras que han incidido, una y otra vez, en su personal y fraudulenta particularidad: la búsqueda desaforada de un planteamiento no clásico y de un tratamiento adecuado a esa voluntad contestataria como único aval de una ceremonia cinematográfica, finalmente, reiterativa, caprichosa y sin gracia. A quien esto escribe, Smith le ha parecido siempre un sobrevalorado obsesivo de su propia contra-apariencia, un perfecto cultivador de un insolvente desaliño rompedor.
Sin embargo, hay que reconocer que RED STATE supone un interesante giro creador, dentro de una filmografía que había dado síntomas de percance total, sobre todo una vez vista la deprimente VAYA PAR DE POLIS. Esta nueva producción dista mucho de ser un film notable, pero, de forma más que evidente, nos devuelve a un Smith con ganas de arriesgar y, fundamentalmente, de trabajar ese riesgo sin dejarse llevar por la inercia endogámica y vacua contra la que parecía estrellada su filmografía.
El film parte de una premisa argumental que enlaza a la perfección con gran parte del bagaje narrativo anterior suyo. Tres jóvenes amigos deciden acudir a un curioso reclamo visto por uno de ellos: una mujer madura, mucho más mayor que los tres, se ofrece, por no mucho dinero, a ser el elemento femenino de una orgía. Hasta aquí, lo dicho: un planteamiento desprejuiciado, en el que una motivación sexual será el elemento que ponga en acción el dispositivo de la trama. Puro Smith.
Lo sorprendente, en cambio, tarda poco en acontecer. La película dirime un jugoso y bien canalizado giro narrativo, pues lo previsible se desvanece cuando los tres jóvenes, de súbito, caen en la cuenta de que han caído presos de una extraña secta religiosa, en la que ellos van a participar en calidad de sacrificadas víctimas de una brutal ceremonia sangrienta.
Smith aprovecha a la perfección una solución visual que marca con eficacia el viraje terrorífico que emprende el film: un asfixiante plano sobre el cuerpo enjaulado de uno de los tres protagonistas encamina ese inusitado cambio. El joven, al principio, cree que lo que está ocurriendo (ese enjaulamiento) es una broma, hasta que advierte que lo que está ocurriendo es algo completamente distinto: las risas juerguistas, preludio de un planificado festín sexual, se han transformado en angustia insoportable ante el riesgo inminente de una defunción casi carnicera.
RED STATE es un film en el que el riesgo que se asume ante un interesantísimo planteamiento estructural está muy por encima de los resultados finales expuestos. Smith traza un entramado argumental en el que las expectativas abiertas al espectador se verán constantemente sacudidas y violentadas. Determinadas soluciones en la trama, por ejemplo, distan mucho de ser las esperables en un género tan codificado como el del terror en su vertiente más “teenager”.
La película va deslizando su foco de atención protagonista según van apareciendo algunos personajes, sobre los que la cámara, inesperadamente, se detiene desentendiéndose de su foco de atención previo: de los tres jóvenes pasaremos al pastor líder de la secta, y, de éste, al comisario de policía encargado de resolver la situación. Este encadenamiento de focalizaciones da como resultado un film muy desconcertante, que, en muchos momentos, no sabe amarrar con soltura ese valiente desconcierto.
El empeño es enorme en un ejercicio que se quiere sátira social, denuncia del fanatismo religioso, crítica a determinados excesos en los aparatos de seguridad del estado, todo ello haciendo variar el código genérico según se incide en uno u otro. Smith se muestra muy convencido en todo momento de ese ímpetu aglutinador de descarados elementos integrantes.
Algunos discursos excesivamente largos, una flagrante desidia en muchos de los pasajes de acción del último tercio y algunas lagunas en la trama hacen que la atractiva propuesta se tambalee más de lo debido. Smith, insistimos, muestra un brío y un arrojo realmente loables: el retrato sociológico de una Norteamérica profunda tenebrosa, ruin, enloquecida e iracunda que emerge a través de las sucias peripecias retratadas es irritantemente furioso y válido.
Irregular y osada, RED STATE, a pesar de sus imperfecciones, nos permite albergar ciertas esperanzas sobre la madurez de un realizador al que no le ha hecho ningún bien el baboseo con el que fue obsequiado en el pasado. Este film desprende una modestia que podría ser vindicada como una consciente declaración de intenciones.