Título: Dans la maison
Año 2012
Duración 105 min.
Director François Ozon
Guión François Ozon (Obra: Juan Mayorga)
Música Philippe Rombi
Fotografía Jérôme Alméras
Reparto Fabrice Luchini, Ernst Umhauer, Kristin Scott Thomas, Emmanuelle Seigner, Diana Stewart, Denis Ménochet, Jean-François Balmer, Fabrice Colson, Bastien Ughetto, Stéphanie Campion
Productora Mandarin Cinéma
Valoración 9.3
Una carrera irregular como pocas, capaz de lo fatal (RICKY, 2009) y de lo subyugante (BAJO LA ARENA, 2000), parece que le ha servido al francés François Ozon de inquieto campo de tentativas, todas ellas perfectamente maquinadas para la consecución de una una gran obra como es EN LA CASA. El autor de POTICHE brinda una obra en la que convoca depurada y firmemente la mayoría de sus obsesiones autorales, pero sometiéndolas con inquietante frescura a la precisión que le demanda la sosegada fiereza de un magistral material escrito de partida.
Aunque su filmografía haya jugado al despiste una y otra vez (yendo desde la intriga hasta la farsa, desde la comedia surrealista hasta el más puro vodevil de teatrillo), y pese a que alguna de sus intentonas nos haya irritado más de lo que debiere, podemos convenir que todo ha valido la pena, pues la recompensa que supone su último trabajo supera con creces la suma de enojos acumulada. EN LA CASA es su gran obra de madurez; sólo un cineasta en toda regla posee la facultad de apurar al máximo las posibilidades de una narración tan compleja, reflexiva y atiborrada de matices psicológicos, metacinematográficos y lingüísticos como la que amalgama el maquiavélico brebaje venenoso que inyecta este soberbio film.
Un profesor de literatura de un instituto francés corrige unos ejercicios. La poca calidad de estos le contraría y decepciona. De súbito, la lectura de una de las redacciones atrae su atención. Un alumno llamado Claude describe en ella la atracción que siente hacia la casa y la familia en la que vive Rapha, otro compañero de la clase. Claude cuenta cómo ha maquinado un plan de acercamiento a Rapha para conseguir inmiscuirse dentro de la cotidianeidad familiar de éste y, sobre todo, para lograr estar cerca de su madre. A partir de este momento la excusa de vigilar el talento narrativo del avieso visitante le servirá al profesor para conseguir que Claude no cese de escribir sobre su cada vez más osado y retorcido posicionamiento en la casa ajena. El docente pronto advertirá que su implicación en los hechos es peligrosa, pero su curiosidad le impedirá zanjar la cuestión.
Lo extraordinario de EN LA CASA es contemplar la sagacidad escénica que acredita Ozon detrás de la cámara. Su trabajo sutil, paciente, incisivo y afilado permite que el espectador sea testigo de una compleja maraña de ansiedades, todas ellas expuestas con una ladina nitidez. La complejidad de puntos de vista expuestos no resulta en modo alguno tarea fácil de ajustar, pero el galo se las arregla admirablemente para, además de atenderlos a todos ellos, enhebrarlos maliciosamente hilvanando una astuta espiral de licencias y descaros personales. La inquietud del profesor le servirá de coartada al alumno para la consecución de sus objetivos. La brillantez insolente de éste hará de la creciente expectación generada en aquel un antojo sometido a su artera maniobra.
El film, en el fondo, viene a ser una frondosa reflexión sobre la adicción ante un hecho artístico en general y frente a la lectura literaria en particular. El profesor Germain sentirá por los escritos de su alumno la misma dependencia que éste dice profesarle al hogar de su compañero de clase. La devoción, como entrega apasionada e irracional. Los insondables hilos de atracción en los que se mece cualquier proceso de encandilamiento. La verdad literaria como concreción diametralmente opuesta a la verdad real. El texto escrito no como objeto final, sino como inicio de un proceso creador subjetivo e irremplazable en la mente de quien ha entrado en su laberinto de palabras y significados. El texto escrito y la trampa tendida a éste. Germain descubrirá muy tarde que su alumno es el texto que a él siempre le hubiera gustado escribir. El lector siempre es el fin que escribe el libro.
En la cartelera de nuestro país, con el presente film va a coincidir el estreno de CESAR DEBE MORIR, la última obra de los hermanos Taviani. En su análisis dejábamos escrito que, pese a la osadía de su planteamiento y a la buena forma que seguían evidenciando los veteranos realizadores, la película fracasaba en el empeño de no ocultar los andamios de su presupuesto autoral generatriz. En esa singular adaptación del “Julio Cesar” de Shakespeare la voluntad experimentadora de sus creadores, dada su sobreexplicitación, termina por encorsetar la fluidez del producto.
Todo lo contrario acaece en el film de Ozon. El galo dispone un insolente artefacto cinematográfico, un alambicado mecano de sugerencias y de desplazamientos estructurales, pero tiene la brillantez de que a éste no se le noten en ningún momento las tuercas, las soldaduras ni los bocetos de su construcción. La profundidad teórica de su proposición no desestabiliza la tersa fluidez de su transcurso.
La película es un portentoso ejercicio formal en el que la forma sabe agazaparse en beneficio de la inusitada soltura de la pieza. Cualidad esta, la soltura, que se antoja imprescindible en film que está construido en torno a un sabroso, en apariencia ligero y trascendental concepto: el de juego. EN LA CASA, de modo constante, articulándolo como elemento medular, propone una sesión del clásico juego del escondite. El alumno juega al escondite con el profesor, el director con el film y el film con el espectador. La sorpresa mayúscula de su impresionante maraña de deslizamientos, quien sabe si ciertos, quien sabe si ficcionados, es precisamente el juego que se establece entre los dos protagonistas. Claude utiliza la literatura para esconderse. Germain utiliza sus conocimientos literarios para hallarlo, sin saber que el escondido es él y que finalmente será descubierto.
La puesta en escena emplazada por el realizador, mediante una pasmosa nitidez observativa, sabe ahondar en todas y cada una de las espirales que irá perfilando el adictivo proceso de riesgos y estipulaciones que dirime la suma de deseos vertida por la relación habida entre los dos protagonistas. Ozon, sin escamotear una aviesa dosis de socarronería –la presencia del profesor en el hogar de la familia de Rapha-, acomete con mucha templanza la visualización de los escritos de Claude logrando, sin trampa o marrullería alguna, que se imponga en el espectador la misma duda que asalta al profesor –y a su esposa (maravillosas las escenas en las que ambos especulan sobre los escritos)-. El ritmo del film es sibilinamente progresivo. La cadencia de su sugestión está caldeada a fuego lento imposible de apagar.
Magistralmente interpretada, dirigida con personalidad, evocando la firmeza conspiradora y perversa de algún clásico eminente, desafiando con adhesiva insolencia de puzle enmascarado la atención del espectador, el impecable juego de espejismos íntimos que hilvana EN LA CASA depara una de esas atracciones cinematográficas por las que vale la pena dar rienda libre a la pulsión por el Séptimo Arte. Jueguen al escondite con ella. Verán que al concluir tendrán la sensación de la han descubierto. Sin embargo, poco después comenzará a sobrevenir la idea de que semejante certeza es el quesito de un cepo en el que usted, caerá en ese momento, ha sido el ratón. Sobresaliente.