La Vida De Pi Cartel3

Título: Life of Pi

Año 2012

Duración 125  min.

País USA

Director Ang Lee

Guión David Magee (Novela: Yann Martel)

Música Mychael Danna

Fotografía Claudio Miranda

Reparto Suraj Sharma, Irrfan Khan, Rafe Spall, Tabu, Adril Hussain, Shravanthi Sainath, Ayush Tandon, Vibish Sivakumar, Gérard Depardieu

Productora Fox 2000 Pictures / Haishang Films

Valoración 7

LA VIDA DE PI es un film curioso. Son varios los intereses estructurantes los que la generan, sostienen y dan sentido. De la yuxtaposición de todos ellos resulta un ejercicio uniforme, sólido, muy coherente, en el que termina reivindicándose como virtud esa severa uniformidad que en otras intentonas nos  hubiéramos encargado de calificar como masticable defecto monótono. En  manos menos sabias y diestras que las del taiwanés Ang Lee los peligros sorteados hubieran devenido, casi con toda seguridad, en baches imposibles de evitar. La última obra del autor de TIGRE Y DRAGÓN vuelve a evidenciar que su solidez sabe adaptarse a las claves que maneja el envite en cuestión.

Basado en el best-seller homónimo de Yann Martel, la película, dada la peculiaridad confesora desde la que parte, puede ser analizada como una doble experiencia discursiva: de un lado, la vertiente puramente narrativa en la que una voz en primera persona debe exponer una serie de hechos para tratar de convencer a un interlocutor sobre la verosimilitud de una serie de acontecimientos y, de otro, quizás el más interesante, el modo en el que el realizador se propone resolver el dificilísimo entuerto que le plantea los elementos narrativos emplazados por esa voz relatora. LA VIDA DE PI aúna dos propósitos bien disímiles entre sí: el de saldar el obstáculo de un relato parco en progresivos giros narrativos logrando que el desarrollo de esa escasez abunde en el encanto de esa propuesta.

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El film se abre imponiendo un prólogo que condiciona esencialmente el devenir y, sobre todo, la ordenación de los acontecimientos relatados. Un joven novelista de éxito que atraviesa una paralizante crisis creativa acude al hogar de un hombre hindú afincado en Canadá. Durante una estancia del primero en el país asiático natal del segundo, concretamente en la población de la que éste es oriundo, a aquel le llega la noticia de que éste acumula en su biografía un acontecimiento extraordinario. Acude a su domicilio con la intención de que se lo cuente, se lo desvele por  tanto. El hombre hindú no pone ningún reparo; sólo le advierte de que al final será él, el escritor, el hombre que va a escuchar,  quien decida si lo escuchado le parece cierto o no.

Tras este prólogo, el espectador asiste a la escenificación de los hechos que la memoria del hombre hindú traslada al escritor visitante. LA VIDA DE PI visualiza la biografía del señor que narra la historia. Este no es otro que Pi Patel, el protagonista de una sorprendente odisea marítima, ocurrida muchos años atrás, cuando él era el joven hijo menor de una familia hindú que poseía un zoológico en Pondicherry, una ciudad de la India que estaba sometida al imperio colonial francés. Serán precisamente las revueltas que significaron el final de la pertenencia al país galo las que desencadenen el hecho que dará lugar al núcleo argumental del film. El padre de familia, ante la incertidumbre de los tiempos venideros, decide embarcar a sus pertenencias, incluidos los animales del zoo,  y a su familia –su mujer y dos hijos- rumbo a Canadá. Durante el trayecto sobreviene  un violentísimo naufragio al que sólo sobrevive Pi.

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La película se centra en las peripecias que el personaje tuvo que solventar para sobrevivir durante 227 días a bordo de una barcaza salvavidas en el océano. Lo curioso del hecho es que el relato no se centra en los esfuerzos por esa supervivencia, sino que lo hacen las argucias que tuvo que conjeturar para definir la convivencia junto a un insólito compañero de travesía: Robert Parker, un magnífico tigre de Bengala de quien evitó convertirse en alimento durante todo ese tiempo.

Lo significativo de la empresa comandada por el autor de de DESEO, PELIGRO es lo dinámica y dramáticamente bien  desarrollada que se halla una convocatoria de elementos tan escasa como la que le ofrenda el referente literario: un adolescente naufrago, un bote salvavidas, un tigre de Bengala acechando su integridad, la inmensidad de un océano siempre solitario y la incertidumbre de unos fenómenos meteorológicos siempre agazapados en el horizonte. Con estos cinco mimbres y el punteo espacio-temporal que tolera  las breves incursiones de la conversación entre el escritor y Pi Patel adulto que espolea la narración Ang Lee se basta para dirimir un estimulante relato de aventuras concentrado, férreo, esencial y bello.

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En tiempos de tanta alharaca desmedida e inútil –véase EL HOBBIT, de Peter Jackson-, resulta de justicia alabar la profunda y meditada sencillez con la que Ang Lee resuelve el difícil entuerto. LA VIDA DE PI resulta modélica en cuanto a la evitación de uno de los males que más azota al cine comercial contemporáneo: la estridencia; o lo que es lo mismo la supeditación desaforada a la exhibición frontal del alto presupuesto dispuesto para la ocasión. 

En LA VIDA DE PI los efectos especiales, por ejemplos, son de primerísima magnitud: la textura acuosa, líquida y aguamarina que emplaza en muchos momentos define una hipnosis cromática elegantísima y, al tiempo, enormemente significativa. Resulta demoledor como el virtuosismo técnico empleado para el logro de la concreción del tigre sepa ser subordinado a la lucha personal del protagonista central, al combate entre opuestos, al choque de prioridades supervivientes, a la relación psicológica por necesidad y no a la mera exhibición de poderío cinetífico-técnico impostado. 

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El film es un tratado sobre lo que significa el aprovechamiento  físico  de los elementos escenográficos: el apuramiento de un espacio tan reducido como es la barca resulta ejemplar. El mimo, el detalle, la puntería con la que están utilizados los flotadores, la loneta, los alimentos, los remos, las cuerdas, etc.,  dan buena idea de la apropiación serena, concentradamente clásica, artesanal y juiciosa que el director pergeña para ahondar en un guión muchísimo más inteligente de lo que parece a primera vista. 

La escritura del film es magnífica, pues está inducida avanzando los acontecimientos con una mesura y una credibilidad trabadas entre sí mediante una sugerente idea de partida: la de solo mostrar lo que el narrador cuenta, lo que el narrador siente como verdadero, lo que el narrador ha dispuesto en su memoria para ser asumido como real. El espectador asiste a la notable escenificación de una subjetividad que la imagen no quebranta en ningún momento. El relato es pulcramente personalista y declamativo. La conjugación en primera persona abandera afectadamente el peso emocional del film. Un film al que quien esto escribe cree que le sobra, justamente, el exceso de ese afán en un último tercio en el que la aparición de un elemento geográfico inesperado conlleva a una sublimación excesiva de ese pasaje.

En definitiva, un film meritorio, radiante, sencillo, que ratifica la destreza de un cineasta incuestionable. Los más grandes demuestran su talento en las encrucijadas menores de su trayectoria. LA VIDA DE PI es una virtuosa demostración de oficio.

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