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 Título original: La migliore offerta (The Best Offer)

Año: 2013

Duración: 124 min.

País: Italia

Director: Giuseppe Tornatore

Guión: Giuseppe Tornatore

Música. Ennio Morricone

Fotografía: Fabio Zamarion

Reparto: Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Philip Jackson, Dermot Crowley, Liya Kebede, Kiruna Stamell

Productora: Paco Cinematografica / UniCredit

Nota: 5.8

Visto lo visto, la noticia de toparse con Tornatore no puede decirse que sea lo más apetecible que le pueda ocurrir al apetito visionador de uno. Seamos sinceros, desde los tiempos de la sobrevaloradísima CINEMA PARADISO,  la sobredosis de almíbar y formol cinematográfico que el italiano nos ha deparado ha servido como para que le hayamos retirado más que justificadamente la esperanza. Esto es como, a estas alturas, pedirle a Danny Boyle un conato de modestia geométrica, esa que le impediría de una vez coger el atajo más embarullado para recorrer la rápida distancia entre dos puntos que se divisan entre sí.

De ahí que la fallida experiencia de un film tan irregular como LA MEJOR OFERTA, viniendo de su mano, haya que saludarla con no pocos aspavientos: durante los dos primeros tercios de su metraje se llega a tener la sensación de que los títulos de crédito se han equivocado, de que Tornatore no es la identidad del director que ha sido capaz de pergeñar una obra de arranque y desarrollo tan sólidos, elegantes y perturbadores. Casi con toda seguridad podemos afirmar que los primeros sesenta minutos de LA MEJOR OFERTA contienen lo mejor de una de las filmografías más decepcionantes del panorama europeo contemporáneo.

El film, tardamos muy poco en advertirlo, se adentra en la siempre subyugante telaraña de inquietudes, asechanzas y sigilos que son propias del género del suspense. Sin embargo, LA MEJOR OFERTA no depara un misterio de tipo policial, detectivesco, en el que un enigma (ya sea asesinato, desaparición, robo) debe ser resuelto por el protagonista del relato, sino que propone un misterio de corte afiladamente psicológico, que se va a fundamentar en la descripción de un personaje con muchísimas aristas personales aunadas en su altiva personalidad y en el súbito enfrentamiento afectivo que le va a suponer la relación con un  personaje femenino, éste  caracterizado por una singularísima presentación.

Virgil Oldman es un reputado tasador de obras de arte, además de un expertísimo profesional de las más importantes subastas de ese tipo de codiciados productos. Los primeros minutos del film sirven para que el espectador tome buena cuenta de varios de los rasgos que definen su envanecida personalidad: nos enfrentamos a un hombre maduro, solitario, de modales exquisitos y exclusivistas, perfeccionista al máximo en su trabajo, a quien el contacto personal con el resto del mundo parece importarle bien poco: el detalle de que use guantes hasta para comer en un restaurante de alta categoría revela a la perfección la nula capacidad para la relación personal que posee.

Sin embargo, el retrato personal de Virgil Oldman no se queda en la mera descripción física o psicológica, sino que ahonda en la deriva poco ética que, aprovechándose de su ganado status de persona de crédito intachable, es capaz de imprimir a su propia existencia para poseer un cúmulo de tesoros tramando una treta perfectamente urdida.la-mejor-oferta-imagen-6

Tornatore brinda durante las primeras escenas del film un excelente, pormenorizado e interesantísimo retrato de una personalidad asaetada de poliédricas penumbras, todas ellas disimuladas sin aspavientos bajo la serenísima apariencia de aislado con modales distinguidos y siniestramente asépticos. Este hombre que no toca nada esconde palpables codicias en la trastienda de su impecable armario de guantes.

El verdadero meollo argumental comenzará cuando, mediante una extraña llamada atendida por él mismo en su despacho, Virgil acabe aceptando la petición de la extraña mujer que habla al otro lado de la línea telefónica: la de tasar todas las antigüedades que posee la mansión familiar heredada de sus padres. Claire, tardará en advertirlo, padece una extraña enfermedad psicológica, que la obliga a esconderse en una estancia oculta de la gran casa. El contacto entre ellos será telefónico, a través de un casero, o, finalmente, hablando cada uno a un lado de una pared, sin que Virgil la pueda contemplar cara a cara.

El experto en arte poco a poco va a ir quedando prendido de la ansiedad que le depara el intento de conocer a esta mujer, pues la circunstancia prohibitiva que ésta impone para que esto se produzca desencadena en él un aluvión de deseos que van a zarandearle su, hasta ese momento, negada, nula, autovetada necesidad de apasionamiento afectivo.la-mejor-oferta-imagen-9

Tornatore maneja los hilos de esta insólita relación con una inusitada elegancia observativa, que no escatima la escrutación en el tormento personal de ambos personajes, incidiendo de forma especial en el de Virgil, pues Claire tarda mucho en aparecer. La puesta en escena aprovecha al máximo los escasos personajes que aparecen y, sobre todo, los escasos ámbitos espaciales en los que se desarrollan los hechos (fundamentalmente la casa de Claire, pero también la de Virgil, los restaurantes, la tienda de pequeños artefactos mecánicos y relojes que posee su amigo y confesor –el mecano que poco a poco van reconstruyendo-, el bar en donde se halla la extraña enana contadora de números).

Es precisamente la mostración de este personaje el hecho a partir del cual la narración de los hechos comienza a perder atractivo. Aparte de la actriz escogida no está en ningún momento a la altura de un sencillamente majestuoso, perfecto Geoffrey Rush (el film merece la pena sólo por contemplar su soberbia actuación: cómo disfruta royendo, apurando, indagando, conteniendo, elevando y desesperando a su magnífico personaje), la aparición del personaje merma de forma irreparable el misterio de un film al que comienzan, por esa razón, a vérsele las costuras, las maquinaciones, las direcciones: en definitiva, las morrocotudas trampas.

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En su último tercio, por desgracia, LA MEJOR OFERTA echa a perder la mayoría de las posibilidades exhibidas. Sabedor de que se halla en posesión del clásico film “con final sorprendente”, Tornatore es incapaz de limar las asperezas  postizas (esa confesión del personaje de la enana) que revela y evidencia de modo contraproducente, tosco, impensado, letal. El misterio se torna certidumbre en la frente y el film se estrella contra un engreimiento de saldo absolutamente nocivo.

Sólo el saber estar del actor protagonista logra que la película no sucumba a la torpeza de todo ese tramo final. LA MEJOR OFERTA concluye siendo víctima propiciatoria de un exceso de condescendencia enigmática. Es un film que no resistiría un solo instante de una segunda visión. Sin embargo, la primera, como ha quedado dicho, depara, durante buena parte de su metraje, un más que estimable rato de atracción cinematográfica. No es poco. Ni para los tiempos que corren, ni para la mano que la firma.

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