Rec4 2

Título original: [•REC] 4: Apocalipsis

Año: 2014

Duración: 95 min.

País: España

Director: Jaume Balagueró

Guión: Jaume Balagueró, Manu Díez

Música: Arnau Bataller

Fotografía: Pablo Rosso

Reparto: Manuela Velasco, Héctor Colomé, Mariano Venancio, Críspulo Cabezas, Paco Manzanedo, Emilio Buale, Ismael Fritschi, María Alfonsa Rosso, Carlos Zabala, Khaled Kouka, Paco Obregón, Javier Laorden, Cristian Aquino

Productora: Filmax

Nota: 3

Resulta lastimoso ser espectador de la degradación de una de las sagas más importantes que ha dado la cinematografía de nuestro país. Parece mentira que haya sido el mismo equipo que gestó las tres anteriores el que se haya situado al frente, pues el resultado final de esta cuarta entrega parece el gestado por un grupo de profesionales ajenos al film original, que hubieren sido contratados por una productora movida únicamente por exprimir el rédito de las buenas cifras cosechadas con anterioridad, haciendo caso omiso de la negativa a proseguirla por parte de sus auténticos pergeñadores.

Ver situado al frente de tamaña conformidad al mismísimo Jaume Balagueró, tras ser capaz de una obra tan notable como MIENTRAS DUERMES, en la que demostraba con apabullante suficiencia que a sus posibilidades como director le habían sentado estupendamente el alejamiento de la saga y en la que imponía unas estimulantes formas como creador de una atmósfera astutamente tensa, malévola e inquietante lejos del canon del cine de terror puro, insistamos, no puede producir más que un justificado pesar, dado que uno no puede dejar de pensar en que el tiempo malgastado en esta prescindible empresa lo habría podido invertir en otra obra del calado de la protagonizada por Luis Tosar.

El primer error grave que comete este cuarto episodio es el de rescatar al personaje protagonista del film fundacional. Más aún teniendo en cuenta que, justamente, el acierto más loable y bien aprovechado de REC 3 lo constituía la decisión de maquinar un entramado argumental completamente independiente del desarrollado en los dos anteriores: esa boda mutada en festín caníbal de infectados con hambre de carne humana  respetaba la idea de aprovechar un marco cerrado dentro del que se originaba el germen del terror y, además de desmarcarse en cuanto a los personajes convocados (ya no eran los vecinos de una finca), imponía de forma más descarada que en las dos anteriores un sesgo humorístico de muy astuta eficacia.rec-4-3

De ahí que la propuesta de reencontrarnos con una exprimida Ángela Vidal justo después de disfrutar de la magnífica creación que Leticia Dolera hacía de la novia ensangrentada en ésta última, por desgracia, se antoja letal. REC 4 obliga a Vidal a la aparatosa pirueta de verse evacuada a un buque en el que se hallan encerrados todos los posibles infectados con el terrible virus. Allí, todos ellos están siendo investigados por un equipo médico que trata de buscar un antídoto que pueda ser utilizado si el foco viral volviera a aparecer en un futuro. Como es de prever, las medidas controladoras de los infectados no surtirán el efecto deseado y el mal comenzará a campar por sus anchas dentro del navío.

El problema principal de esta nueva cita con el apetito zómbico hispano es la total desnaturalización con la que está despachada, sobre todo desde el punto de vista del guión, que no desde el de Balagueró tras la cámara. La pérdida de singularidad, el despojamiento de las señas escénicas disfrutadas, la domesticación hacia el terreno de lo trillado es tal que ni la pericia realizadora rec4-4de aquel puede hacer nada por tratar de solucionar escénicamente lo que el material escrito ha desvinculado. Hecha la excepción del ramalazo de jugosa comicidad prestado por la gran María Alfonso Rosso (justo de un personaje salido de la traba de REC 3), el resto de la presunta novedad urdida para esta ocasión no es sino un sometimiento a los protocolos del cine de terror más asimilable, comercial y, por lo tanto, a los parámetros a los que se enfrentaban las primeras entregas.

Nada queda de la angustia urgencia improvisada, de la apariencia de perentoria improvisación, del primordial crisol formal impuesto por la cámara en primera persona utilizada como foco, como pantalla y como instrumento de salvaguarda, el personaje de Ángela Vidal (incorporado desastrosamente por una irreconocible Manuela Velasco, que sucumbe ante el rol de heroína “mainstream”) queda reducido a flagrante pelele de compañía durante buena parte del metraje, y el abandono a la sempiterna lucha entre el bien y el mal emerge como única –y desairosa- coartada argumental, interpuesta convocando una insulsa linealidad narrativa. Balagueró exhibe oficio, pero nada puede hacer porque todos hubiéramos deseados que las cuitas del serial no hubieran sido resucitadas. 

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