St Vincent Imagen 1

Título original: St. Vincent

Año: 2014

Duración: 103 min.

País: Estados Unidos

Director: Theodore Melfi

Guión: Theodore Melfi

Música: Theodore Shapiro

Fotografía: John Lindley

Reparto: Bill Murray, Melissa McCarthy, Naomi Watts, Jaeden Lieberher, Chris O'Dowd, Terrence Howard, Selenis Leyva, Katharina Damm, Nate Corddry, Scott Adsit, Kimberly Quinn, Lenny Venito, Greta Lee, Alyssa Ruland, Parker Fong

Productora: Chernin Entertainment / Crescendo Productions / The Weinstein Company

Nota: 4

Ópera prima de Theodore Melfi, St. VINCENT cumple a mansa rajatabla la ley de esa rancia comodidad escénica que es el empaque telefílmico. Embalada con modos de comedia agridulce, claramente adscrita a la estética y contenidos del gusto más canónicamente indie, la propuesta de este nuevo realizador no hace ni un solo esfuerzo por renunciar a lo que reivindica su pronta apariencia; esto es, la constituirse como producto urdido al servicio de un lucimiento actoral protagonista de primera magnitud.

En esta ocasión, hay que reconocerlo, la coartada protagónica es magnífica. Vincent, el huraño viejuno borrachín, solitario, enfadado con el mundo, agresivo, arruinado, adicto a las apuestas, lleno de deudas y permanentemente enganchado a la música de Bob Dylan y Jefferson Airplane, que va a ser el permanente objetivo tanto del relato como de la observación de la cámara, está interpretado nada más y nada menos que por uno de los referentes incuestionables del panorama interpretativo, el gran Bill Murray. El personaje, desde luego, pide a gritos la pasmada capacidad para el distanciamiento irónico, meditabundo, excéptico e incierto que el intérprete viene gastando desde siempre.

La excusa argumental la brinda la llegada de unos vecinos nuevos a la casa que hay junto a la de Vincent: una madre y su apocado hijo preadolescente. Será la relación entre el jubilado cascarrabias y éste último la que desarrolle con más interés el entramado argumental dispuesto para la ocasión. El cruce de caracteres, la convivencia por obligación abocará al consabido intercambio de mejoras personales. Vincent ayudará al niño a superar ciertos problemas de socialización, mientras éste obrará el milagro de la implicación en un asunto distinto al de sus apuestas en los caballos o a la de su amistad con el alcohol.st-vincent-imagen-6

Como cabe intuir, el problema de este tipo de propuestas suele ser la incapacidad del realizador para evitar que el objetivo final de la empresa se manifieste de tan incuestionable, ninguneante y blanda manera. En ninguno de los niveles: ni a nivel de texto de partida, pues se huye en todo momento de esquivar el atajo de lo previsible, ni a nivel de puesta en escena, puesto que todo está dispuesto para el constante lucimiento actoral establecido. Nada estorba, incomoda o combate a esa plataforma del exhibicionismo talentoso de un actor que se sabe mimado, reconfortado, ensalzado por la cámara. No debe extrañar por tanto que un Murray con el depósito en reserva resuelva de forma brillante tan exiguo recorrido.

Causa estupor como el realizador desparece, se esconde y se aplica a esa gramática ensalzativa. Sólo el divertido plano de cierre sobre el que se superponen los títulos de crédito aporta una agudeza visual que parece evitada durante el resto del metraje. La singularidad del personaje central reclama un trato vislumbrador mucho menos condescenciente. El pobrísimo tratamiento visual con el que está resuelta la empresa ensordece, apoca, malogra las posibilidades que brindan tanto Vincent como criatura a escudriñar, como a Murray, puesto que no se le plantea un obstáculo que le permita esforzarse más allá de lo justo. Sólo faltaba que un intérprete de su categoría no supiese ni ponerse el guante a medida que es, tanto en superficie como en fondo, esta sabida ST. VINCENT.

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