Título original: Shaun the Sheep: The Movie
Año: 2015
Duración: 85 min.
País: Reino Unido
Director: Richard Starzak, Mark Burton
Guión: Richard Starzak, Mark Burton
Música: Ilan Eshkeri
Fotografía: Charles Copping, Dave Alex Riddett
Productora: Aardman Animations / Studiocanal
Nota: 8
Aardman o la pura delicia. La factoría capaz de WALLACE & GROMIT o de CHICKEN RUN vuelve a deleitarnos con una nueva muestra de frescura cinematográfica. LA OVEJITA SHAUN sigue acumulando el gran catálogo de virtudes gracias a las cuales la productora se ha convertido en un auténtico oasis de magnética sencillez artística. El arte del “stop-motion” sigue reclamando la candorosa preeminencia que, desde hace décadas, sabe manejar con inusitada soltura ese templo británico del arte cinematográfico.
Auténtica estrella del panorama televisivo infantil, LA OVEJITA SHAUN tiene la virtud de saber trasladar a la pantalla grande, con suma, disfrutable y radiante pertinencia, las sanas características que lo adornan en su reducto mediático habitual. Esto es, por fortuna, los guionistas encargados de la adaptación cinematográfica han tenido la decencia de respetar al máximo la ilación de un entramado argumental satisfactorio tanto para el público infantil al que sin duda va dirigida especialmente, como para el adulto que desee acercarse a sus postulados. Precisamente, de lo bien amalgamados que están ambos intereses surgen las muchas virtudes contenidas en esta pequeña preciosidad animada.
El film nos traslada a la misma granja en la que acontecen los episodios televisivos. De modo absolutamente eficaz, los primeros instantes del film vienen a situar al espectador no asiduo al serial frente al principal meollo argumental allí explotado: el aburrimiento de las ovejas, su hartazgo frente a la reiterada continuidad propuesta por la rutina a la que son sometidas por el cumplimiento de las actividades ordenadas por el granjero. La desobediencia de Shaun en un intento de tratar de escapar a ese imperativo desencadenará una serie de inesperados acontecimientos que desencadenará la llegada del curioso rebaño a la gran ciudad con la intención de reparar un grave daño ocasionado a su propietario.
El film, gozosamente, bajo una apariencia más ingenua, modesta y franca que en otras ocasiones, como ya ha quedado dicho, torna a ser un formidable recital Aardman. Los directores, Richard Starzak y Mark Burton, saben reclamar con descarada inocencia todos y cada uno de los aspectos siempre mimados por la casa: el gusto por el detalle (los objetos, espacios interiores y decorados exteriores), la rápida y distintiva pincelación de los personajes, el aprovechamiento de una facultad o hecho visualizado con significado distinto al expresado en su primera aparición (magnífico el detalle del éxito como peluquero del granjero tras haber sido encuadrado esquilando a los animales, la pericia de la oveja con la tiza, las dos tronchantes apariciones de la vaca en la secuencia final) y, como no, la habilidad para incorporar situaciones dramáticas de difícil comprensión infantil sin que se menoscabe la intachable inocencia generalizada (la amnesia del granjero, la villanía del capturador de animales, el soberbio detalle de la huida por el alcantarillado tras no ser reconocidas por el propietario –ese pérdida de identidad evidencia una eventual orfandad sancionada sensiblemente por el triste desamparo escenificado-).
LA OVEJA SHAUM deviene una ejemplar muestra de espontaneidad bien asimilada, urdida y desarrollada. Lo sencillo no tiene por qué ser sinónimo de simple. En el film no emerge ni un solo plano despachado atendiendo a esa trampa. Orquestar esta sana lección de candidez expositiva no es fácil. El humor blanco puede ser un arma de doble filo. Esta maravillosa aventura hace de la pequeñez una sincera modestia creativa. El cine recupera en ella una esencia que la mayoría de productos exhibidos hoy en día se encarga de zaherir sin ningún tipo de pudor. La emoción sin trampa no dejará de ser nunca la mayor de las cortesías.