Título original: A Quiet Passion
Año: 2016
Duración: 125 min.
País: Reino Unido
Director: Terence Davies
Guión: Terence Davies
Fotografía: Florian Hoffmeister
Reparto: Cynthia Nixon, Jennifer Ehle, Duncan Duff, Keith Carradine, Jodhi May, Joanna Bacon, Catherine Bailey, Emma Bell, Benjamin Wainwright, Annette Badland, Rose Williams, Noémie Schellens, Miles Richardson, Eric Loren, Stefan Menaul
Productora: Hurricane Films / Potemkino
Nota: 9
La vida pequeña y reclusa de la inigualable Emily Dickinson no podía haber requerido mejor orfebre que tratara de aprehenderla que la decencia de Terence Davies, ese conmovedor cineasta que ha hecho de la mesura sigilosa y contumaz la norma desde la que alcanzar la cumbre escarpada, elevadísima, del alma y el denuedo de todos sus personajes. El autor de DISTANT VOICES, su meticulosidad paciente, su abismado sosiego, su férrea entereza, casi se diría que quedan configurados como folio cinematográfico perfecto en el que tratar de verter la delicadeza y la tozudez necesarias para conquistar una ajustada apropiación del complejo universo existencial de la insigne poetisa norteamericana. HISTORIA DE UNA PASIÓN no es sino el exquisito resultado de esa confiscación biográfica.
Hecha la excepción del episodio escolar con el que se abre el film, el material escrito propuesto para la observación urdida por Davis con su cámara tarda muy poco en prestarse a apurar al máximo la idea central, narrativa y escénica, sobre la que va a asentarse el merodeo indagador previsto: el encierro casi total que, voluntariamente, la propia Dickinson se autoimpuso dentro de las paredes del hogar familiar regentado por sus padres. El cineasta británico, acostumbrado a esas lides de interior (no hay más que recordar el implacable desasosiego entre paredes que logró en la portentosa THE DEEP BLUE SEA), tal y como cabía esperar, sabe asaltar esa exclusión, obligándose a dirimir un sobrio dispositivo escénico.
Desde este despojamiento casi teatral, HISTORIA DE UNA PASIÓN logra, de modo franco, depurado e intenso, perseguir calmamente las vicisitudes de una mujer plenamente consciente de sus decisiones. Sin bullicios, sin estridencias, acoplando el tempo mostrador a la quietud decidida por el personaje protagonista, el film cercena cualquier atisbo de enjuiciamiento, proponiendo una despejada contemplación, un austero compendio de rectilíneos arrimos, que no se obsesionan en ningún momento con analizar las causas que llevaron a la Dickinson a comportarse así. La cámara sólo la sigue y la encara, casi se diría que en calidad de confidente. Nos hallamos frente a un limpio acompañamiento, frente a una cortés visita a los aledaños escuetos y reconocibles de una mujer que respondió con distanciamiento a la implacable voracidad de su secreta pasión por la escritura.
El film, por lo tanto, evita las superficiales restricciones propias del biopic al uso, por cuanto, mucho antes que semblanza biográfica hilada de forma cronológicamente, se define de modo muy severo como un acorralamiento fidedignamente íntimo, respetuoso al máximo con el progresivo confinamiento de la poetisa entre las paredes de su residencia. En ese sentido, pese a que puede que halla quien tenga reticencias, no puede ser más pertinente el uso de la voz en off recitadora de los textos. De alguna forma esa verbalización de los textos que jamás pudieron ver la luz hasta que Dickinson murió, se hacen presentes evidenciando dos deslizadas estrategias aproximativas: la primera, la de acompañar las imágenes que escenifican las distintas acciones escogidas para abundar en la habitualidad de la protagonista, en tanto que voz escondida y sobrevoladora de ésta; la segunda, la de poner de manifiesto que su vida corpórea, su cotidianeidad de ser humano en un punto concreto no era sino la de una especie de papel recitado, una alteridad impelida por el disimulo constante, cruel, represor.
De ahí que no pueda más que calificarse de ajustadísima la idea de obligar a los personajes a que deambulen por el plano cual si de un escenario teatral se tratara, de que Emily (una Cynthia Nixon sencillamente antológica) parezca concebida como criatura interpretadora de un papel convencional: la acción de ocultar sus versos, el dolor por verse obligada a tomar esa determinación, la afrenta de no sentirse capaz de exponerse a la opinión de quien pudiera escucharla, la decepción por no encontrar lectores, la escasa fortuna amorosa, la inseguridad consecuente a todo lo anterior la llevaron a convertir su corporeidad en una especie de peaje forzado a sobrevivir , en un coto con admisión a sólo unos pocos, en un rol de lo que demás pudieran esperar de una mujer de sus características, eso sí, sobrevenida de un talento arrollador para la lírica contemporánea, que en no pocas ocasiones le llevó a mostrarse reticente a ciertas normas impuestas, sobre todo por su padre. Los escasos espacios deparados en el film abundan en esa exigua sociabilidad. Las estancias de la casa, su jardín, las paredes, las ventanas, las escaleras se convierten, así, en símbolos silentes y significados de ese singular aislamiento; y también en oposición ilustradora del vasto magma literario que la azotaba por dentro: la estrechez del espacio vital frente a la extensiva, irrenunciable fertilidad escritora de una voz poética brotada cual manantial en su alma.
Con todo, pese a la pudorosa, instruida y pulida hondura dirimida por el dispositivo desplegado por Davies para lograr avecinarse a las insondables obscuridades que en pocos momentos evidencia el personaje, esta idea de teatralizar en apariencia la recóndita pureza cinematográfica de la obra permite un recurso que, por un lado, exonera al conjunto de la previsible gravedad, y, por otro, da buena cuenta de la preclara rebeldía y de la punzante inteligencia de la protagonista: la ironía, la mordacidad y el espíritu cómico con el que están dispuestos los diálogos entre los distintos personajes, especialmente, claro está, los que le son adjudicados a Emily. Una vez más, la apariencia en contraposición a la verdad callada y escrita. HISTORIA DE UNA PASIÓN se nos presenta más ardua, compleja y fecunda de lo que aparenta. Davies, a conciencia, lo quiere así. Seguramente porque no hay mejor modo de arribar al encrespado mar de fondo clandestino de una protagonista fracturada entre varias angustias: la de no mostrarlas y la de sufrirlas en su más literaria soledad.