Título original: Perfectos desconocidos
Año: 2017
Duración: 96 min.
País: España
Dirección: Álex de la Iglesia
Guion: Jorge Guerricaechevarría, Álex de la Iglesia (Remake de PERFETTI SCONOSCIUTI, de Paolo Genovese)
Música: Víctor Reyes
Fotografía: Ángel Amorós
Reparto: Belén Rueda, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana Acosta, Eduardo Noriega, Dafne Fernández, Pepón Nieto, Beatriz Olivares
Productora: Telecinco Cinema / Nadie es perfecto / Pokeepsie Films / Mediaset España / Movistar+
Nota: 7
Más allá de sus logros intrínsecos, que no son pocos, tal y como vamos a referir a continuación, PERFECTOS DESCONOCIDOS merecería un serio detenimiento por lo que tiene de curiosísima reformulación en la trayectoria de un realizador, desde hace muchísimo tiempo incapaz de deshacerse por sí mismo de los evidentes y reiterados lastres creativos contra los que no ha dejado de desbaratar el interés de la mayoría de las interesantes propuestas que nos ha ido brindando desde su obra cumbre, la por el momento, dentro de su trayectoria, inigualable LA COMUNIDAD. De entre esos desajustes, con muchísima diferencia, el más oneroso y gratuito lo constituye el sempiterno afán por hacer estallar la credibilidad de la historia con un último tercio (el camino al desenlace y éste mismo) abonado desproporcionada y grandilocuentemente al barullo, la amalgama sin sentido, el fuego de artificio impuesto por capricho, al estruendo calamitoso confundido como furia de prólogo culminado con intensidad bien exhibida.
Nos referimos al mal del que no supieron ser rescatadas BALADA TRISTE DE TROMPETA, LA CHISPA DE LA VIDA, MI GRAN NOCHE o LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI. También EL BAR, la obra anterior a la que ahora comentamos, estrenada también durante 2017. Pues bien, si comparamos estas dos últimas, veremos como la estrategia escénica apenas es disímil entre sí (entramado argumental acotado por las singulares características que depara el único marco espacial en el que van a tener lugar la escenificación de los hechos) y, sin embrago, los resultados globales de ambos productos son diametralmente opuestos, pues PERFECTOS DESCONOCIDOS deja, por fin, el buen sabor de boca que tanto le estábamos ansiando al creador de EL DÍA DE LA BESTIA. La cuestión se plantea ella sola casi de inmediato… ¿Cómo dos obras de planteamiento estructurador tan parecido concluyen con una valoración de resultados tan antitética? La respuesta, básicamente, la tiene el modo en el que esta última sabe salir de ese atolladero rematador antes especificado: PERFECTOS DESCONOCIDOS no se precipita, no se descabalga, no se agobia de catastrofismo audiovisual ni de despropósito desmelenado a antojo prepotente, ajustándose a un desenlace que no escatima osadía, pero que no expulsa su pertinencia.
Quizás, aquí, se halle la clave de la fundamental curiosidad que ha merodeado alrededor de PERFECTOS DESCONOCIDOS desde el mismo momento en el que se tuvo noticia de su puesta en marcha: la extrañeza provocada al saberse que Álex de la Iglesia, un realizador, desde el principio de su carrera, enfrascado siempre en proyectos totalmente originales, de súbito, casi de inmediato tras el estreno de su último producto, se hacía cargo de la adaptación española de un film italiano de 2016 de arrollador éxito de taquilla en su país. Quien esto escribe no ha visto PERFETTI SCONOSCIUTTI, el film de Paolo Genovese que el autor de LOS CRÍMENES DE OXFORD se ha abalanzado a concretar en forma de remake. Sin embargo, más allá del número de aportaciones urdidas para la traslación, creo que es más interesante el análisis de la obra en tanto que intentona mediante la cual obligarse definitivamente a prescindir de esa fatídica marca de la casa consistente en derrapar sin causa al encauzar la resolución. Resulta paradójico y altamente significativo que sea en la emulación ajena en donde el bilbaíno haya dado con la solución a su atolladero. Sea como fuere, rogamos por que la recuperación del estigma sea definitiva.
Y lo deseamos porque PERFECTOS DESCONOCIDOS es, dentro de los parámetros honestamente comerciales dentro de los que se mueve, un film modélico. Por muchas y variadas razones. Fundamentalmente por lo fluido de su resolución final, siendo ésta una empresa nada fácil de culminar de modo certero. De sobra conocido por todos, el film se atrinchera en torno a un postulado preliminar muy concreto: el de convocar a todos los personajes y a todos los entresijos argumentales a interrelacionarse dentro de prácticamente un único reducto espacial. En concreto, el comedor de la casa de un matrimonio al que van a acudir a cenar un grupo de amigos. Allí sobrevendrá el desencadenante no previsto a partir del cual se vertebra el cúmulo de aconteceres sobre los que se asentará el hilo narrativo principal: la ocurrencia de una especie de juego, consistente en colocar los móviles de todos los allí congregados en el centro de la mesa de la cena bajo el mandato de que sean leídos en públicos todos los mensajes recibidos y atendidas todas las llamadas recibidas delante de todos.
De la Iglesia da lo mejor de sí mismo apurando la singularidad escénica destacada, dando un auténtico recital de como aprovechar un único espacio, atendiendo a las reacciones de todos los personajes, evitando el riesgo de la teatralidad paralizante, obligando a la cámara a posicionarse siempre a la altura de la acción, la réplica o el gesto pertinente o inesperado, agilizando el avance de hechos gracias a un montaje sumamente efectivo, e imponiendo una fresca dirección de actores, dentro de la cual destaca sobremanera un soberbio Eduard Fernández. El realizador sabe en todo momento controlar la ingente cantidad de desavenencias, alianzas e improvisaciones, obligatorias en esta chispeante reflexión sobre la hipocresía social, sobre la mentira de las relaciones personales, sobre el interrogante que es siempre el otro, sobre la máscara como elemento casi necesario dentro del sistema de apariencias, represiones y disimulos en el que nos ha instalado la sociedad contemporánea. PERFECTOS DESCONOCIDOS, por lo tanto, se propone como el mejor film de su creador en mucho, demasiado tiempo. El calco le ha sentado muy bien.