Joker 4

Título original: Joker

Año: 2019

Duración: 121 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Todd Phillips

Guion: Todd Phillips, Scott Silver

Música: Hildur Guðnadóttir

Fotografía: Lawrence Sher

Reparto: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy, Zazie Beetz, Brett Cullen, Bill Camp, Shea Whigham, Dante Pereira-Olson, Douglas Hodge, Jolie Chan, Bryan Callen, Brian Tyree Henry, Mary Kate Malat

Sinopsis: Joker mostrará por primera vez los orígenes del icónico archienemigo por excelencia de Bruce Wayne/Batman. La historia sigue de cerca la vida de Arthur Fleck, un hombre con problemas psiquiátricos que vivirá una serie de acontecimientos que le harán convertirse en uno de los grandes villanos de DC Comics. El Príncipe Payaso del Crimen se cruzará en el camino de Thomas Wayne, y se acercará a su hijo, el futuro Caballero Oscuro en su versión joven.

Nota: 8.6

Comentario Crítico:

Convertida en fenómeno de la temporada ya antes de su estreno, al JOKER de Todd Phillips le faltaba su reciente reconocimiento máximo en Venecia, donde se alzó con el preciado León de Oro a la mejor película,  para caldear con más ardor el ansioso apetito universal por visionarla. Y, desde luego, no va a ser desde estas líneas desde donde le caiga la más mínima gota fría que tratara de mitigarle la potencia de su muy unánime celebración. Una vez vista, creemos, sólo cabe refrendar todos los parabienes críticos que está recibiendo este riguroso y arrojado paseo por la insanía demente, por los estertores incontrolables que azotan la conducta de un ser humano perturbado por causa de una cordura ajada en añicos de tortura y destierro.Joker 1

Porque (quizás sea la clave de su arrojada postulación), mucho antes que un producto claudicado a los protocolos del cine de superhéroes, renegando de ellos casi con la misma virulencia con la que el protagonista sufre su constriñente perturbación, se apresura muy pronto a reclamar  pertinencia y  singularidad acatando las formalidades del drama cinematográfico contemporáneo. En un atractivo y nada exento de contingencias reencauzamiento de género asaz inusitado, contra pronóstico dados, por un lado, los gravosos condicionantes asimiladores que imponen las productoras dedicadas a facturar este tipo de franquicia comercial, y, por otro, la ultraconocida naturaleza mediática del personaje central convocado para la ocasión, Phillips propone una relectura de éste que, en modo alguno, lo inmiscuye en la esperable película de ciencia ficción proveniente del cómic a la que estamos acostumbrados (y agotados de no pararnos de acostumbrar).

JOKER se acoge obsesiva y caudalosamente a las sombrías, tupidas y meditabundas redes porfiadas del drama introspectivo. Joker 2De ahí que mucho antes que al Joker entregado por Nolan, Burton y demás, el de Phillips esté empeñado en radiografiarle hasta la última neurona al hombre sin maquillaje, al hombre que trabaja de payaso, al hombre que irá enconando su proceder hacia el de villano asesino con sonrisa pintada camuflándole la identidad: JOKER, en tanto que precuela concebida con una mayúscula severidad desmarcativa y escudriñadora, emplaza una febril semblanza enfermiza y punzante no sobre el Joker, sino sobre Arthur Fleck. El film se eleva sobre una desmesurada e inesperable pertinencia: desplazar, vetar la clásica peripecia del superhéroe, porque no lo hay. Éste no existe. Existe un pobre hombre atormentado y enfermo. Por eso el film cuece su grandeza al convertirse en un convulso retrato analítico de una patología mental, sobre la que no cesará de expandir y anotar claves para que el espectador lo contemple y se convierta en obligado concretador de un diagnóstico.

Por eso no se puede más que aplaudir la coherencia que supone la vindicación del universo del Martin Scorsese de EL REY DE LA COMEDIA y, claro está, sobre todo el de TAXI DRIVER. El fuerte marchamo desequilibrador y subjetivo que reclama tanto el tipo de relato escogido como el dispositivo escénico deparado para acorralar y despedazar a aquel en toda su agitada e imprevisible magnitud provocan que JOKER acierte a no esconder su significativa cita referencial a las peripecias urbanas en las que se veía inmerso ese desubicado jinete urbano solitario que era el Travis Bickle inmortalizado por Robert de Niro en el film de 1976 del autor de UNO DE LOS NUESTROS. Claro está, dicha desubicación será medularmente distinta puesto que las coordenadas temporales de ambos films son muy distintas, pese a que la crónica de sus sendos malestares existenciales sea unánime en cuanto a asimilar a ambos personajes como víctimas de un caldo de cultivo ajeno a ellos, a matizarlos como víctimas de un contexto social urbano sancionado de violencia, inhumanidad y fiereza, que los obliga a una cotidianeidad condenada a la marginalidad, la incomprensión y la locura.

Con todo, una de las diferencias fundamentales que desmarca a JOKER de su claro modelo cinematográfico es el mayor número de apuntes personales ciertos que el espectador conoce sobre él. En especial, la relación con su débil y enferma madre. Joker 5Pero, fundamentalmente, el desmarque principal lo configura la naturaleza absolutamente astillada y patógena que exhibe Arthur Fleck desde el primer momento. No es casual que su primera aparición prácticamente sea en la consulta de una asistenta psiquiátrica. En ese sentido sólo cabe rendirse al, quizás, mayor hallazgo del film: el de hacerlo adolecer de un doliente padecimiento neurológico que lo obliga a una desgarrada risa incontenible, súbita y vidriosa que le causa enormes conflictos en sus continuados intentos de relacionarse con el mundo exterior, en particular, con su necesitada intentona de fraguarse un futuro como monologuista cómico.

En ese filo entre lo tragicómico (la actuación en el local, su ensoñación televisiva) y lo afligido (la memorable escena en el autobús, cuando le pasa el mensaje aclaratorio a la madre del niño con el que intenta empatizar), entre lo grotesco (la quejumbrosa configuración física del personaje) y lo mortificado (la revelación materna), entre el descontento y la impiedad, entre la caricatura y la congoja, Phillips sabe ingeniárselas para estar a la altura de un ser humano roto , convertido en deshecho, atravesado de penurias y desguaces entrañados, imponiendo una observación nerviosa, translúcida, mugrienta, corroídamente adhesiva al personaje y, fundamentalmente, para lograr que su retórica no se imponga entre Arthur Fleck y el titánico trabajo interpretativo del actor que lo incorpora.

Sí, porque JOKER no sería el film que es sin Joaquin Phoenix. El actor se deja la piel y el juicio en una actuación sencillamente antológica. Phoenix apuntala, muscula y hace estallar hasta la más íntima de las aristas sobre las que está construido el vidrio enajenadamente triste que tiene por osamenta y razón su personaje. El espectador no tiene más remedio que coger el guante de controlada desmesura actoral que aquel le entrega. Arthur Fleck, consecuentemente a ese furibunda entrega, se exhibe siempre en todo su retorcido aturdimiento, en toda su envenenada fragilidad, en toda su pustulosa debacle, en toda su atolondrada ternura, en toda su agarrotada empatía, en toda su flagelada poquedad, en toda su infantil justicia vengativa (soberbia la escena de la visita de sus dos excompañeros de trabajo, con ese desenlace del enano y la puerta) y en toda su desaliñada, urgente e irrumpida maldad. Joaquin Phoenix modela todo esto, alumbrando una criatura antológica. Pocas veces acaece el milagro de que un actor sepa encumbrarse hasta el alma de un personaje y dejar que esta se vea en la pantalla. El Joker, gracias a aquel, se ve ungido por este milagro.

 

 

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