Título original Bridesmaids
Año 2011
Duración 128 min.
País USA
Director Paul Feig
Guión Kristen Wiig, Annie Mumolo
Música Michael Andrews
Fotografía Robert D. Yeoman
Reparto Kristen Wiig, Maya Rudolph, Rose Byrne, Jon Hamm, Melissa McCarthy, Ellie Kemper, Chris O'Dowd, Matt Lucas, Jill Clayburgh, Johnny Yong Bosch
Productora Apatow Productions / Universal Pictures
Valoración 8
Definitivamente, hay películas a las que no les sienta nada bien su propia traza. A ello, contribuye –y no poco- la miope memez de quien se encarga de traducirles el título o cacarearlas mediáticamente de un muy determinado modo. Ese modo empobrecedor, que obedece a la socorrida vaguería lerda de hacerla subir al carro de un éxito ajeno; esto es, a allanarle el camino queriendo vender un sucedáneo de un insigne precedente, que es evocado o bien en el título, o bien en la campaña publicitaria mediante la que se trata de presentar.
A ésta formidable LA BODA DE MI MEJOR AMIGA le ocurre esto: su apariencia le juega una muy preventiva pasada que, pronto, ella misma se encarga de dejar plantada en el altar de lo calcado, de lo que chupa del rédito hecho por otro.El film (BRIDESMAIDS –damas de honor- en original)) es un campanazo prenupcial con descacharrante sonoridad y sonajero poder de subyugación. Ni su preclara invitación nominal a LA BODA DE MI MEJOR AMIGO, ni su injusta adscripción al fenómeno RESACÓN EN LAS VEGAS logran menguar su arrolladora personalidad bodorrizantemente afilada y lista. De parir la suegra y montarse a la burra en la sacristía.
La película es una nueva muestra de la seriedad con la que la factoría de Judd Apatow acomete algo tan serio como es la construcción de la risa. Para esta ocasión se ha contratado los servicios de Paul Feig,un director nuevo en su nómina. Y también la barbarie canalla de unas singulares guionistas, más nuevas aún (Annie Mumolo y otra), en labores de escribirle el embrollo, el veneno y el salmo irresponsorial. La operación le ha salido borde como un liguero conyugal con sorpresa de lija en plena ceremonia vicarial. Es ahí donde radica el encanto bestial y sólido del film: en que en lugar de decir “Sí, quiero”, aquí a la novia le puede dar por rascarse encima.
El film viste de blanco no impoluto, graciasal juicio tremebundo con el que está amarrada la torrencialidad cáustica y aviesa que la trufa, desde su mismo inicio, por los prematrimoniales adentros. LA BODA DE MI MEJOR AMIGA invita a sus invitados espectadores confeccionando una invitación caligrafiada con malicioso comedimiento, con elegante crueldad y con sedosa ruindad protocolaria. Puro retorcimiento clásico, meditado hasta el detalle y hecho explosionar con un sentido de la desmedida tan puntilloso como desalmado.
El film, en apariencia, narra los preparativos de la boda de Lilian. Sin embargo, la primera escena ya nos deja bien a las claras que la protagonista no va a ser la casadera en ciernes, sino otra mujer con los ciernes casaderos hechos unos humillantes zorros. La que se va a casar es Lilian, pero a la que contemplamos haciendo gimnasia carnal y aerobic furor no correspondido es a su amiga Annie. Los esfuerzos de ésta última por organizarle el bodorriaje a la primera se irán convirtiendo en descacharrante excusa narrativa mediante la que las guionistas van a ir confeccionándole un bellaco traje desnudo a su madura insatisfacción emocional.
La clave de esta gozada espectadora radica en la astuta socarronería con la que está hecha avanzar esta doble intencionalidad. Los despropósitos que Annie irá cometiendo en los preparativos no son sino el reflejo accidental de los desatinos afectivos que ella misma le infringe a la dignidad de sus sentimientos. La película escenifica todo un vía crucis organizativo, que corre parejo al ofuscado galimatías sentimental que aquella padece y que la lleva por el camino de una disimulada amargura vejante: Annie quiere que la quiera un grosero indeseable, que la usa y la tira a golpe confeso de subidón sin compromiso. El guión no tiene ninguna piedad con el personaje central: le reserva tropezones por dentro y por fuera. De ahí que una sana y mordaz inmisericordia se apodere tanto de la desastrosa evolución del personaje como de la marcha del calendario establecido.
A esa ferocidad sin alivio contribuye la gozosa complicidad con la que la actriz que incorpora el personaje asume la cuesta abajo espinada con la que se destina a Annie. Se da la coincidencia de que aquella es una de las dos personas que se han encargado de asaetarla furibundamente bien en el material escrito de partida. Kristen Wiig es la “otra” guionista del film. Le conoce como nadie, por lo tanto, el desaliento conformado a su reincidente confusión.
Wiig aprovecha esta impagable tesitura creativa para bordar con una arrolladora sencillez las dudas, las miserias, la chispa, el nerviosismo y la bondad torpe y complaciente del extraordinario personaje. Su talento interpretativo destila ese sabio comedimiento ahondativo que solo saben imponer las más grandes. La Wiig podría compartir baño, neceser y abnegación con Claudette Colbert o con Debbie Reynolds. Desde luego, en lo que va de año, su Annie se convierte en el mejor personaje femenino que ha brindado Hollywood y ella está a la par dándole vida y dolencias. El Oscar debería pedirle compromiso durante la próxima gala.
En la confección tan certera y punzante que se va perfilando del personaje central, pese a lo que pudiera desprenderse, LA BODA DE MI MEJOR AMIGA no se obsesiona con un seguimiento unidireccional. La complejidad de Annie quedará supeditada a su interrelación con una ristra de personajes femeninos morrocotudos e impagables: las amigas de la novia y, obviamente, ésta misma. La rivalidad con Sharon, los vaivenes con Lilian y, sobre todo, la estupefaciente observación de Megan (la bomba de relojería oculta que hace explosionar el film intestinos abajo por el primer orificio a mano) irán poniendo a prueba la vilipendiada paciencia de aquella.
La escenificación de todos los episodios en los que participan de manera colectiva todas juntas da pie a varias secuencias sencillamente magistrales, en las que está inoculado el espíritu de la gran comedia americana de los años 50 y 60. Hay momentos en los que LA BODA DE MI MEJOR AMIGA parece engendrada por Frank Tashlin o por Jerry Lewis. La progresión interna de los acontecimientos dentro de la secuencia, el cálculo en la presión ambiental y el gusto talentoso por la búsqueda de la sorpresa,evidenciados en cada una de ellas, nos reconcilia con esa difícil matemática, hoy desahuciada, que es la comicidad inteligente calibrada.
La competición a micrófono abierto y envidioso, habida entre Annie y Sharon durante la fiesta de compromiso, el vuelo hacia Las Vegas, los intentos por llamar la atención del policía pasando una y otra vez a su lado con el coche y, sobre todo, la prueba de los vestidos tras la comida en el restaurante brasileño conforman un conjunto de hallazgos completamente nocivos para nuestras vejigas. Para miccionarse hasta el pipí de dentro de seis lustros. Como si el Ave María de tu boda te lo tiene que cantar Ainoha Arteta y te sale, de pronto, la Duquesa de Alba dedicándote el Waka-Waka. Sangre, sudor y carcajadas.
Tronchante sin interruptus, sublimemente guarrilla y venenosa hasta el ramo, nos hallamos, sin duda, ante la comedia del año. De tirarle arroz, pétalos de rosa, el peluquín y las bragas. En esta boda solo hubiera faltado que tocaran Los Centellas.