Tenemos Que Hablar De Kevin Cartel

Título We Need to Talk About Kevin

Año 2011

Duración 110 min.

País U.K

Director Lynne Ramsay

Guión  Lynne Ramsay (Novela: Lionel Shriver)

Música Jonny Greenwood

Fotografía Seamus McGarvey

Reparto Tilda Swinton, Ezra Miller, John C. Reilly, Jasper Newell, Siobhan Fallon, Anna Kuchma, Ashley Gerasimovich

Productora Independent / BBC Films / Artina Films

Valoración 6

Ante TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN lo primero que cabe es saludar su estreno entre nosotros. Se trata del primer film de su autora que los distribuidores cinematográficos  de nuestro país han tenido a bien traer hasta nuestras pantallas. Nos congratulamos por ello, aunque a falta de haber visto su debut, podemos asegurar que se trata del film más irregular de los tres firmados por la escocesa LynneRamsay.

Ramsay debutó en el terreno del largometraje de la mano de una cinta que embelesó a toda la crítica internacional que tuvo la ocasión de contemplarla, en el año 1999, a lo largo de una nutrida trayectoria en certámenes de primer orden.  Cannes fue el lugar que advirtió de la potencia de este primer film de una desconocida realizadora.

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Dos años más tarde, las expectativas generadas por su laureado precedente quedaron confirmadas en el siguiente.  La joven directora volvía a convencer con su arriesgada MOVERN CALLAR, un potente retrato femenino de una mujer que huye hasta Almería tras haber puesto  su nombre a la novela sin firmar que ha dejado su novio, un joven que acaba de suicidarse.

En este film quedaba explícita la energía inconformista, evasiva y rompedora de una voluntad artística bien capacitada para la indagación subjetiva. Casi diez años después, LynneRamsay demuestra que esta querencia suya por la captura nada clásica del conflicto que atenaza a su protagonista se mantiene intacta. TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN es, en esencia, la radiografía convulsa, atormentada y, por tanto, crispada, de una mujer rota en mil abismales espasmos.

Basada en la exitosa novela homónima, escrita por Lionel Shriver, el film se inicia, desarrolla y concluye adherido por completo a la consternada mente de Eva. Los planos iniciales son, a tal efecto, bastante concluyentes. Ramsay opta  por evidenciar, ante todo, un brutal caos emocional, que, además será el encargado de ir enunciando una serie de hechos y una serie de recuerdos del personaje principal.

Fruto de esa total adherencia a los añicos emocionales de esa mujer hundida, la presentación de los hechos será desordenada,  caótica, visceral. Un amasijo de idas y venidas temporales le serán expuestos al espectador de una forma coherente y virulentamente dictaminada. Mucho más que a la claridad de los hechos referidos, la realizadora atiende al estado psíquico en el que se halla sumido el ser humano dentro del que están acumulados los acontecimientos contemplados.

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El espectador actúa como elemento confesor de ese malestar. De ahí que deba hacer el esfuerzo de imponer una claridad que el personaje es incapaz de estimular. Así pues, poco a poco, vamos a ir discerniendo que Eva es una mujer que está tratando de recomponer su existencia, dentro de un universo exterior que parece empeñado en zaherir esa intentona.

La película bascula entre dos tiempos bien distintos: el del presente de ésta y el que dirime la exposición de los pasajes más importantes de su vida, desde el alumbramiento de su hijo mayor. El primero nos entrega a una mujer que, atiborrada de medicamentos,  sola, desatendida, insomne, vive en una casacompletamente desarreglada, con claros signos de haber padecido unos ataques violentos exteriores –unos pozales de pintura lanzados a la fachada y a su coche-.

El de los hechos pretéritos nos refiere a una aventurera escritora de viajes que, tras el nacimiento de Kevin,  su primer hijo, cambia por completo el itinerario de su vida para dedicarse a él. TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN, fundamentalmente, es el retrato de la madre de un indómito, calculador y venenoso hijo de perra.

El film impone, pues, una especie de necesitada evocación de unos dramáticos acontecimientos por parte de un ser humano que se impone la obligación de tratar de comprender lo que le ha ocurrido. El film es un socorrido buceo de la protagonista  en busca de las claves necesarias para esclarecer el germen, la causa, el por qué de la barbarie en la que se haya enlodazada su vida.

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Fundamentalmente, indagar en el origen de la patología de su hijo, una persona que desde el mismo momento de su nacimiento solo parece tener una obsesión: joderle la vida a su madre.

La película ofrece una primera hora descomunal, evasivamente rigurosa en cuanto a ir avanzando  los hechos de una forma temperamental, urgente, troceada, espasmódica, tal y como lo exige el punto de vista privilegiado.  LynneRamsay sale airosísima de ese difícil entuerto subjetivo, enfermo y vacilante en su cronología.

Su puesta en escena es asombrosa, atendiendo a la milimétrica observación del desquicio del que quiere huir Eva: multitud de planos, encuadres y desenfoques obsesivamente rojos van a ir dirimiendo una espeluznante realidad, que el espectador habrá de ir componiendo como un puzzle de trémulas emociones afiladas.

El problema principal del film es que, a partir de un determinado momento, cuando el planteamiento del problema principal del film ha quedado magníficamente enmarcado, TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN se estanca, se agota inesperadamente, porque la directora no sabe calibrar con previsión un notorio desequilibrio:  el que surge del enigma del personaje del hijo.

Se nota a las claras que la indagación de Eva no puede tener solución posible: la madre va a ser incapaz de comprender las razones del comportamiento del hijo. Ramsay se obceca en esta imposibilidad y, a partir de entonces,  este personaje es un interrogante condenado a un lastrador maniqueísmo. La película se torna un puro artificio, un enroque en lo mismo una y otra vez, que poco a poco va revelando una cierta trampa.

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La incomprensión de la madre (una superlativa, impresionante Tilda Swinton) obliga a caer en ciertos errores. El más flagrante, con diferencia, la pobre caracterización de la figura paterna. Pobre y un tanto estafadora, pues no resulta de recibo la ligereza con la que está despachada la ciega e incomprensible oposición a la esposa.

Es una pena, pero por momentos se tiene la impresión de que la realizadora es consciente de este incontestable desliz y que decide maquillarlo con la suficiencia inmodesta de quien se sabe dotado de una brillantez a prueba de cualquier desaguisado.

Así pues, un film formalmente apasionante, al que le merma su radical potencia pegadora una excesiva condescendencia dramática. Un error que en modo alguno hará que perdamos el interés por una cineasta rabiosa, voraz, ambiciosa y de carácter. Esperemos que no tarde tanto tiempo en embarcarse en otro proyecto. Y, por favor, que nos lo traigan.

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