Título: The Expendables 2
Año 2012
Duración 102 min.
País USA
Director Simon West
Guión Richard Wenk, Sylvester Stallone (Historia: Ken Kaufman, David Agosto, Richard Wenk)
Música Brian Tyler
Fotografía Shelly Johnson
Reparto Sylvester Stallone, Jason Statham, Dolph Lundgren, Terry Crews, Randy Couture, Yu Nan, Jean Claude Van Damme, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, Chuck Norris, Jet Li, Liam Hemsworth, Scott Adkins, Charisma Carpenter, Amanda Ooms
Productora Millennium Films / Nu Image Films
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Ya lo dice el sabio refranero español: “No hacen viejo los años, sino otros daños”. El asunto que ahora nos concierne viene que ni pintado para ejemplificar la máxima. A una vieja gloria no le hacen daño los años, sino los daños de una sobredosis de botox. La fiebre por el botox viene a ser el paradigma de esa banal obsesa ansia contemporánea que es la lucha por frenar las heridas del paso del tiempo, esto es, ese deseo por mantener lo que se supone son las excelencias de la lozanía y del buen ver.
Sin embargo, como en toda pócima o brebaje reparador con prospecto, acaece también el precio a pagar: con los efectos secundarios hemos topado. L o malo de la inyección de esta toxina botulínica es que se corre el riesgo más que probable de desfiguración del rostro… LOS MERCENARIOS 2 no es, como muchos han querido ver, la apoteosis del botox, por cuanto que fluye almacenado a raudales implantado en los rostros que la protagonizan, sino porque supone una barata desfiguración de la supuesta mítica que pretende rescatar.
El film de Simon West, pese al regocijo de los muchísimos fanáticos de esta tribu de anabolizados en franca degradación a mojama, sólo viene a exhibir el agotamiento orgánico y sintético de una exitosa fórmula cinemantográfica de antaño: los héroes de acción violenta que, durante la década de los años ochenta, al amparo de un muy condicionante ultraconservadurismo político y social, gozaron de un reconocimiento público, al que la industria norteamericana sacó un jugoso partido.
Pese a que su recepción y funcionamiento en taquilla no fue todo lo espectacular que pudo esperarse, era de prever que Sylvester Stallone continuara exprimiendo el producto que, de nuevo, tras muchos años en una lógica picota de la que no le rescato su personaje de Rocky Balboa, lo volvía a situar en el candelero de una industria que parecía haberlo ya sentenciado por completo al paredón de su careto. LOS MERCENARIOS 2 se aviene, simplemente, a seguir explotando el único argumento fundacional de la primera: el de la convocatoria, la reunión, la juerguecita complizona de aquella hornada de actores que lideraron este particular subgénero.
Y lo que pudiéremos haber dicho de la LOS MERCENARIOS torna a ser válido en esta ocasión. Tanto la una como la otra dejan en el paladar no acérrimo un decepcionado y lastimoso aroma a fraude, a tomadura de pelo. Fundamentalmente porque asalta una contrariada sensación de estupenda ocasión perdida para haber cuajado un producto bien distinto de esta plana, ombliguera y vetusta concatenación de antigualla fílmica.
No es sólo que quienes la protagonizan sean glorias antiguallas en reinserción a lo que tiempo atrás fueron –todos no están llamados a filas desde el retiro-, es que el dispositivo cinematográfico en el que se emplazan es más vetusto aún. Lo que hace dos o tres décadas tuvo una poco válida justificación, ahora no es más que un caprichito baladí, nacido ya con caldito corrosivo evidenciándole la rojiza y maloliente oxidación. Reivindicar las hazañas ramboides, justicieras, bélicas y mamporreras de los films otrora comandados individualmente por Charles Bronson, Stallone, Van Damme, Segal o Norris no es más que un flagrante anacronismo.
Lo peor de LOS MERCENARIOS 2 es la desidia con la que está planteada de partida. Simon West se limita a ofrecer a la monda y a la lironda lo que se espera de esta cofradía de brutos en peligro de autoextinción por sobresfuerzo delante de la cámara. Ese es el único cometido, la única finalidad y, por lo tanto, también el reproche fundamental. No puede más que calificarse de descaradamente torpe o de maquinadamente tramposo que se den cita tan gran número de eminencias para que se las despache embarcándolas en la más previsible de los propósitos. Da pena asistir a un espectáculo tan pobre de ideas y tan escaso de ironías, dobles juegos o reinterpretaciones.
LOS MERCENARIOS 2 no es patética porque tengamos que ver que Schwarzenegger puede menos con su rifle que con su peinado, o que Chuck Norris haya devenido en un Geyperman brontosaurio con el gesto literalmente cosido o implantado a la patilla, o que Bruce haga de Willis sin desmelenarse la calva, o que Van Damme planche su gesto con expresiones de almidón, o que Stallone evidencie que su careto/esteroide facial sea el patrón que la restauradora Cecilia ha copiado de forma milimétrica en su trabajito dermoprotector del “Ecce Homo” del Santuario de la Misericordia de Borja… No. LOS MERCENARIOS 2 da vergüenza ajena por lo desahogado de su planteamiento.
Revuelto de escenas de acción imposibles, amalgama de los defectos más odiosos del género que evoca, decrépita pasarela de músculos con andamios, ajado catálogo de saltitos, llaves, tiroteos, explosiones, luchas y escapadas, LOS MERCENARIOS 2 es una burda bromilla de mal gusto, a mayor gloria de unas celebridades jubiladas que, por timos como éste, quizás mereciesen que se les negara la pensión.